Crítica de 'En un lugar salvaje': El aprendizaje tras la tragedia

Sean Penn dirigió en 2007 ‘Hacia rutas salvajes’, la historia de un hombre que deja la civilización atrás para buscar el sentido de la vida en Alaska. Penn era pareja entonces de la actriz Robin Wright. Se divorciaron en 2010, pero alguna de las cosas en común que tuvieron parecen mantenerse. En su debut como directora cinematográfica, la excelente actriz de ‘La princesa prometida’ y ‘House of cards’ también indaga en la soledad de un personaje que lo ha dejado todo atrás y vive recluida en una cabaña en las Montañas Rocosas, sin contacto con nadie.

Los motivos por los que la mujer encarnada por la propia Wright ha roto con la civilización son bien distintos en el filme ‘En un lugar salvaje’. No se dicen hasta los pasajes finales, pero de un modo u otro lo intuimos a lo largo de todo el metraje. Durante la primera parte, la protagonista intenta sobrevivir en un medio hostil: frío, nieve, lobos, un oso que merodea por la cabaña, incapacidad para pescar o cazar... Es la más interesante: una mujer y un paraje, el silencio como forma de vida, el aprendizaje tras la tragedia.

Después entra en escena un cazador local. Y a pesar de la austeridad con la que quiere afrontar su futura existencia, entabla una sólida relación de amistad y afecto con él. Aquí el filme resulta algo más convencional. Wright se extasía en los paisajes filmados minimizando el drama verdadero que mueve toda la historia.