Crítica de música

Schubert, Nazmi, Huber y Shiota, póquer de ases

El bajo Tareq Nazmi y del pianista Gerold Huber ofrecen en el Liceu el 'Winterreise' ante una instalación de la japonesa Chiharu Shiota

Fotos 'Winterreise', con el bajo Tareq Nazmi en el Liceu. 
Firma: David Ruano

Fotos 'Winterreise', con el bajo Tareq Nazmi en el Liceu. Firma: David Ruano / David Ruano

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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El 'Winterreise' ('Viaje de invierno'), el ciclo liederístico de Franz Schubert, es una cita obligada para los amantes del género lírico. Esta vez, ofrecido en la Sala dels Miralls del Liceu y a cargo del bajo Tareq Nazmi y del pianista Gerold Huber, se ofrecía con un importante valor añadido, porque este 'Winterreise' no llegaba solo, ya que lo envolvía una fantástica instalación de la artista japonesa residente en Berlín Chiharu Shiota titulada 'Last hope'. La obra, que estará en el emblemático espacio liceísta hasta el 27 de julio, al final de la temporada, es sencillamente espectacular, nace de un piano perfilado en hierro y de ahí sube como un huracán hasta el techo de la sala en un torbellino de partituras.

Al especial ambiente se unió, además, un detalle que acababa de perfilar tanto el programa como la instalación: el frío gélido del aire acondicionado liceísta que, aumentado por la necesidad sanitaria de mantener las puertas del salón abiertas, se multiplicaba con sutiles corrientes de aire. Ideal para insertar este viaje invernal.

Pero en el canto de Nazmi y en los dedos de Huber no hubo nada de gélido. Por el contrario, el bajo kuwaití impresionó por la calidez de su timbre, su expresividad y dominio del estilo, todo ello con un timbre de color fascinante, mostrándose cómodo en toda la tesitura y negociando con inteligencia las subidas al agudo extremo. Y si en 'Rückblick' hubo alguna pequeña descoordinación con el piano siempre atento y cómplice de Gerold Huber, no la hubo en absoluto en la difícil 'Letzte Hoffnung'.

Y si el ciclo schubertiano emociona al plantar ese viaje como si fuera un recorrido por las últimas etapas de la vida, en esta cita la instalación de Shiota multiplicó la emoción dejando claro que la belleza, en el arte, ya sea sonoro o visual, es un gran vaso comunicante. La expresión de la artista plástica junto al canto y al piano hicieron soñar al público. 

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