Muestra en Madrid

Berlanga, una historia de España

  • La Academia de Cine rinde homenaje al cineasta en ‘Berlanguiano. Luis García Berlanga (1921-2021)', una gran exposición que se podrá ver desde el 9 de junio al 5 de septiembre en la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid

Fotografía del rodaje de El verdugo, 1963

Fotografía del rodaje de El verdugo, 1963 / © Filmoteca Española

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Beatriz Martínez
Beatriz Martínez

Periodista

Especialista en cultura y cine

Escribe desde Madrid

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El próximo sábado 12 de junio se cumplirán cien años del nacimiento de Luis García Berlanga. Han sido muchos los actos conmemorativos que han tenido lugar en este año del centenario de cineasta y ahora es el turno de que la Academia de Cine le rinda un homenaje a su presidente de Honor.  El resultado es ‘Berlanguiano. Luis García Berlanga (1921-2021)' una exposición que se podrá ver desde el 9 de junio al 5 de septiembre en la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y que ha sido comisariada por Esperanza García Claver. Estructurada en varios módulos, se reúnen más de 170 fotografías de diferentes archivos y fondos públicos y privados, guiones, bocetos, libretos que no se materializaron e instalaciones audiovisuales, la más icónica, doce pantallas que de forma sincronizada recorren la filmografía del cineasta a través de diferentes imágenes de sus películas. 

Mariano Barroso, presidente de la Academia de Cine, concibe esta muestra como un plano secuencia por la historia de nuestro país a través de la mirada de Berlanga. “Un fresco que muestra lo mejor y lo peor, que habla de nuestros grandes temas sin pretensiones ni grandilocuencia: de la pobreza, la riqueza, la muerte, la paz, nuestros sueños, nuestras miserias y nuestra dignidad”. 

Farándula de posguerra

La exposición comienza en 1948 con el estreno de la película, ‘Mare Nostrum’, adaptación de una novela de Vicente Blasco Ibáñez, dirigida por Rafael Gil y protagonizada por María Félix y Fernando Rey. El régimen franquista mantenía una férrea censura, pero necesitaba con urgencia abrirse al resto del mundo después de boicot y el aislamiento internacional. Por eso comenzaron los escarceos con Hollywood y algunas personalidades establecieron lazos con los estudios a través de comisiones, como es el caso de Edgar Neville y la Metro Goldwyn Mayer

Los estudios C.E.A. continuaban expandiéndose, inaugurando nuevos platós de rodaje y la producción de cine se mantenía bajo la estricta mirada de la dictadura. Sin embargo, el ambiente cultural e intelectual se encontraba en plena ebullición. 

Mientras, figuras como Salvador Dalí mantenían contactos con los nombres más importantes de la industria, como Walt Disney o Alfred Hitchcock, con el que colaboró en ‘Recuerda’. Como curiosidades, encontramos el carnet de Warner Bros. Pictures que identifica a Antonio ‘el bailarín’ como empleado temporal de Hollywood. 

La escuela de cine y las conversaciones de Salamanca

A finales de 1947 se convocaron las pruebas de ingreso de la primera promoción del IIEC, la Escuela Oficial de Cine de España. Aunque carecían de recursos, los estudiantes consiguieron imponer sus inquietudes constituyendo un cambio generacional que removería los cimientos de la industria por su carácter iconoclasta fuera de los corsés que imponían los cauces oficiales. 

En 1949, Berlanga obtendría el diploma en el grado de Dirección después de varias prácticas, entre ellas la experimental ‘Paseo por una guerra antigua’ (junto a Juan Antonio Bardem, Florentino Soria y Agustín Navarro) o ‘El circo’, en solitario. Sus influencias primigenias, Charles Chaplin, René Claire y Vittorio de Sica. 

Fotograma de 'El circo', de Berlanga

/ © Filmoteca Española

Para certificar que nos encontrábamos en un momento de ruptura estética y temática con la tradición anterior, se celebraron durante cinco días en mayo de 1955 las ‘Conversaciones de Salamanca’, impulsadas por Basilio Martín Patino y en las que participaron Berlanga, Bardem, Fernando Fernán-Gómez, José Luis Sáenz de Heredia, Carlos Saura o el catedrático Fernando Lázaro Carreter. A pesar de la diversidad de opiniones, quedó claro que nos encontrábamos ante una nueva generación que buscaba abrir nuevos caminos expresivos

Objetivo: Contar la realidad desde dentro

Tanto Luis García Berlanga como Juan Antonio Bardem querían crear una nueva identidad más cercana a la tradición realista de la cultura española para poder contar cosas que estuvieran ocurriendo en el momento presente desde una perspectiva crítica. 

Su primera prueba de fuego fue ‘Esa pareja feliz’ (1953), en la que abordaron el incipiente consumismo impulsado por la publicidad y los anuncios que promovían una idealización de la vida a través de la adquisición de bienes materiales en un momento en el que España se encontraba sumida en posguerra. “Gane dinero y diviértase con los concursos de la Revista Cine Radio”, se puede leer en uno de los recortes de la época. El premio, una cena para dos, y 1.000 pesetas. 

Fotografía del rodaje de 'Bienvenido Mister Marshall', 1952

/ © Filmoteca Española

Ya en solitario, aunque con guion de Bardem y Miguel Mihura, Berlanga consiguió sentar las bases de su universo y su estilo en ‘¡Bienvenido Mr. Marshall’!: reparto coral en el que se encontraban representados todos los estamentos sociales y una crítica feroz en forma de esperpento a una España que soñaba con el aperturismo y veía cómo todas sus esperanzas pasaban de largo. 

El desarrollismo y el tardofranquismo

Junto al guionista Rafael Azcona iniciaría una nueva época en su carrera, coincidiendo con la entrada de los años 60. Los cambios económicos comenzaban a asentarse, pero en la sociedad continuaba siendo profundamente reaccionaria. Todas esas contradicciones surgidas del desarrollismo se convirtieron en la materia prima de sus películas, en especial ‘Plácido’ y ‘El verdugo’, en las que entraban en fricción las nuevas y las viejas estructuras de pensamiento a la hora de hablar de temas incómodos como la pobreza o la pena de muerte. 

Fotografía del rodaje de 'El verdugo', 1963

/ © Filmoteca Española

El color amarillo se apodera del siguiente segmento de la exposición. Se inicia una nueva etapa de la política española turística con la entrada de Manuel Fraga. El régimen se esfuerza por dar una imagen de modernización y se inicia un programa propagandístico coincidiendo con los autoproclamados ‘25 años de paz’ que incluye la participación en la Feria Internacional de Nueva York. Junto a instantáneas de Gianni Ferrari en las que se manifiesta el contraste entre los concursos de misses en Benidorm y señoras paseando por la calle con sus gallinas, también encontramos a Francisco Franco en el puesto de tiro en el Monte del Pardo. Berlanga muestró su ‘terror vaginal’ a las mujeres en ‘Tamaño natural’ (1974) y, a partir de un incidente en una cacería entre Manuel Fraga y la marquesa de Villaverde, surgió ‘La escopeta nacional’ (1978), una despiadada crítica al centralismo practicado por el antiguo régimen en la que se ponía además de manifiesto la decadencia de la aristocracia. En los siguientes capítulos de la trilogía, ‘Patrimonio nacional’ (1981) y ‘Nacional III’ (1983) sus dardos se centrarían en la clase empresarial y económica del tardofranquismo y en la corrupción política. 

Traca final

Azcona y Berlanga tuvieron que esperar hasta 1985 para poder hacer su ansiada comedia sobre la Guerra Civil, justo el mismo año en el que España firmó el tratado de adhesión la Unión Europea. ‘La vaquilla’ unió varios guiones que habían sido descartados por la censura, a pesar de que primaba la política de la reconciliación y las ideologías estaban igualadas para representar el sinsentido de la contienda. 

Fotografía del rodaje de 'La vaquilla', 1985

/ © Filmoteca Española

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Sus últimas películas pusieron todavía más de manifiesto su espíritu fallero, en especial ‘Moros y cristianos’ (1987), que además se convirtió en un éxito de taquilla. España había salido de la Transición, gobernaban los socialistas, aunque él todavía tenía balas que lanzar a diestro y siniestro, como continuó demostrando en ‘Todos a la cárcel’ (1993). 

Su despedida, ‘París-Tombuctú’ (1999) le sirvió para reconectar con una de sus películas más personales, ‘Calabuch’ (1956), pero desde una mirada profundamente crepuscular. Fue su testamento y quizás por ello aparecen todas sus obsesiones. Hay fuegos artificiales, paellas gigantes, una reivindicación del placer por el placer, pero también una frase final demoledora: “Tengo miedo”. Sin saberlo, el director se adelantó a muchos de los cambios que iban a producirse a nivel social, situándose como un hombre cansado que ha perdido la perspectiva y ya no entiende la realidad que le rodea. 

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