El libro de la semana

Crítica de 'M. El hombre de la providencia': la suspensión de la incredulidad o la sumisión de las masas

Antonio Scurati presenta la segunda entrega de su impresionante proyecto sobre Mussolini y el fascismo italiano

El escritor italiano Antonio Scurati.

El escritor italiano Antonio Scurati. / periodico

Domingo Ródenas de Moya

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Antonio Scurati está escribiendo una novela de miedo. De miedo por el terror que inspira el proceso de captación de la voluntad colectiva que describe. Pero también lo digo como ponderación coloquial, porque todos los elogios y parabienes que recibió el año pasado la primera parte, 'M. El hombre del siglo', pueden repetirse en esta segunda entrega de lo que será una trilogía sobre Mussolini y el fascismo italiano.

'M. El hombre de la providencia', no se trata exactamente de una novela histórica, en la que la imaginación suele prevalecer sobre el acatamiento a los hechos, sino una variante minuciosa de la ficción documental en la que la base informativa es análoga a la que emplearía un historiador: archivos, hemerotecas, epistolarios, registros audiovisuales, etcétera. En el ensamblaje narrativo de todo ese material, Scurati se ha reservado para su oficio de novelista tres dispositivos que maneja con suma destreza y de los cuales se desprende el sentido político admonitivo (contra los deletéreos frutos del populismo) de la obra. A saber, la organización de esos materiales, la elaboración de un estilo y la desinhibición de la imaginación intrahistórica, que cubre los espacios y tiempos opacos que escapan al relato historiográfico, incluyendo en estos los estados mentales (pensamientos y emociones) de los personajes. El resultado es, a todas luces, brillante.

Escenas breves e intensas

Por lo que hace a la estructura, Scurati se atiene a la linealidad cronológica del primer volumen, que aquí va de 1925 a 1932, los años del triunfo aplastante del fascismo y de la conversión de Mussolini en un nuevo César mediante el sometimiento de todos los poderes del Estado a un mando y liderazgo único, el suyo. Para describir ese proceso, el autor yuxtapone una serie de escenas discontinuas en las que vemos actuar al Duce, a su hermano y confidente Arnaldo, a sus hombres de confianza, como el fanático y violento Farinacci o el secretario del Partido Fascista, el leal y desdichado Augusto Turati, a su ayuda de cámara Quinto Navarra (quizá el personaje con más tintes ficcionales), a sus amantes, sus hijas (como la díscola Edda), al general Graziani, gobernador de Libia y pieza clave del expansionismo imperialista.

Son escenas breves e intensas a las que se anteponen fragmentos de documentos (informes, discursos, cartas, testimonios...) que arraigan y jalonan el relato en su sustrato histórico. El efecto que produce es estereoscópico, el de asistir al crecimiento del populismo fascista desde dentro y desde fuera, desde las entrañas del monstruo, donde se vislumbran las vanidades, flaquezas y delirios subjetivos que luego se transforman en acontecimientos colectivos.

Esta recreación intrahistórica es posible porque Scurati no se ha dejado intimidar por el principio de sumisión austera a los datos contrastados y ha acometido la tarea de penetrar en las esferas privadas e incluso íntimas de sus criaturas. Esta invención de espacios invisibles para el historiador no es arbitraria y se realiza, en general, con cautela y deduciéndolos de fuentes documentales o de actitudes y decisiones conocidas. Gracias a esta desinhibición el relato cobra plasticidad e interés, rebasando la mera función cronística.

Contribuye a ese interés la ostensible voluntad de estilo de Scurati, que no se priva de calificar desde el presente e incluso de enjuiciar en algún caso a los agentes de aquel fenómeno de apoderamiento -que no empoderamiento- de las masas que fue el fascismo. Lo dice en un momento Mussolini: a las masas hay que seducirlas y -esto lo añade Scurati- lograr suspender su incredulidad. Sí, como sucede con el autor de ficción, el político populista debe desactivar la incredulidad de su público porque, vencida esa resistencia y conquistada la fe en los milagros o la utopía, ya todo es ominosamente posible. Esperamos ver el desenlace terrible de esa apertura a toda posibilidad en el tercer volumen de este impresionante proyecto.