Crítica de concierto

Antonio Orozco alza el vuelo en el Sant Jordi Club

El cantante de L’Hospitalet emocionó a sus seguidores con el sentido cancionero ‘Aviónica’, en el primero de sus cuatro conciertos en la sala de Montjuïc

Antonio Orozco

Antonio Orozco / Ricard Cugat

Jordi Bianciotto

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Antonio Orozco emerge de las brumas, las compartidas y las personales, en ese nuevo álbum, ‘Aviónica’, publicado el pasado otoño, en el que acude a la metáfora de la nave lista para salir volando, y que escenificó este jueves en Barcelona. Doblete de conciertos en el Sant Jordi Club, y otro par más este viernes, con los que llevar la música un paso más allá de la combinación de notas y acordes, invocando la remontada emocional desde la primera canción, ‘Hoy’, en la que el cantante de L’Hospitalet se confesó “enamorado de todos los días / enamorado de volver a empezar”.

El espíritu de ‘Aviónica’, el espectáculo, que comenzó a andar el 19 de abril en el teatro La Latina, de Madrid, va en feliz sincronía con la bonanza mental que percibimos estos días en que parece que los horizontes comienzan a despejarse. Oportuno, pues, que Orozco salga ahora a mostrar este repertorio determinado, rico en fondos filosóficos vividos, sin postureos (el cantante ha sufrido en los últimos años pérdidas en la esfera más privada), y que formula una síntesis musical que lo hace distinto, con guitarras eléctricas cargadas y atmósferas ensoñadoras en roce con el pulso pop y los sutiles dejes flamencos.

De la épica al trote

Un cuadro que cobró altura en el bloque dedicado a las canciones de estreno, envueltas con corpulencia por una banda de cinco músicos prestos a la cortina de guitarras minuciosa y al trazo épico. Ahí estuvo ‘A vuelos’, con su homenaje al diálogo entre las generaciones (a propósito de las bajas otoñales en la era covid-19, o no), el desarrollo concienzudo de ‘Si quieres hablamos’ o el terso estribillo de ‘Es tu vida’, marcando el camino al trote de ‘Seis segundos’ y ‘La nana del camino’.

Orozco en modo reconstituyente, con su estampa de hombretón que puede romperse por dentro, afinando con sentimiento y dulzura en cada estrofa y buscando la comunicación de tú a tú: “Todas y cada una de las canciones hablan de ti”, subrayó en uno de los contados momentos en que tomó la palabra, cuando nos advirtió de que hoy, destapadas tantas fragilidades, “somos capaces de ver cosas de las que antes no éramos capaces”. Aunque el presente mandaba, los más de 20 años de trayectoria afloraron en el tramo final con rescates de viejos hitos como ‘Que me queda’ y ‘Te esperaré’, ahí con sus guiños al ‘riff’ de ‘Seven nation army’, de The White Stripes.

Cantando a los héroes

Mirando hacia atrás siguió Orozco en el bis, cuando se acompañó de una Gibson Les Paul dorada para entonar ‘Devuélveme la vida’ y ‘Pedacitos de ti’ arropado por el público. Y al sentarse al piano para recorrer los arpegios de ‘Mi héroe’, canción que dedicó a las “personas que durante este tiempo han tratado que tuviéramos una vida un poco mejor”.

Pero para cerrar acudió a una de las piezas nuevas de mayor peso y más turbulentas, ‘Entre sobras y sobras me faltas’, primero al piano y alzándose luego en el ‘crescendo’ aportado por el grupo. Canción con meditaciones sobre lo que podría ser y no es, salpicada por reproches y remordimientos (“sobraron las quinientas veces que dijimos que no”), con la que Antonio Orozco quiso despedirse agitando viejos fantasmas y exorcizándolos, ahora que la niebla comienza a disiparse.