Crítica de cine

'Pequeño país': perder la inocencia por la barbarie

El director Éric Barbier ganó el BCN Film Festival con la adaptación de la novela de Gail Faye que narra el genocidio entre Hutus y Tutsis desde la mirada de un niño

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Pequeño país'

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Pequeño país'. /

Beatriz Martínez

Beatriz Martínez

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Algunas películas, y sobre todo documentales, se han encargado de testimoniar el genocidio que tuvo lugar en Ruanda en los años noventa, pero ‘Pequeño país’ tiene la particularidad de situarse en uno de los territorios limítrofes a donde tuvo lugar la masacre, Burundi, que también fue testigo de la ola odio que se generó entre las etnias hutu y tutsi.

Éric Barbier adapta la novela de Gäel Faye del mismo nombre que fue un éxito en Francia y que puso de manifiesto las heridas coloniales que todavía permanecían latentes. En la película no se habla de la pobreza del lugar, de su alta incidencia de enfermedades de transmisión sexual, de sus leyes retrógradas, pero sí se pone de manifiesto de qué manera se fue extendiendo la semilla de la intolerancia. 

Quizás porque está contada desde el punto de vista de un niño, que además es de clase acomodada (padre francés y madre tutsi) la película se recrea en ese paraíso perdido de la infancia que termina por desmoronarse progresivamente, primero por la separación de los progenitores y después por la escalada de violencia que terminó por resquebrajar toda una sociedad contaminada por lo ocurrido en Ruanda. 

'Pequeño país' es una correcta crónica sobre el fin de la inocencia que sitúa precisamente su foco en la mirada de un niño que intenta descifrar el mundo de los adultos desde una distancia prudencial, potenciando su microcosmos como un modo de supervivencia hasta que las circunstancias le obliguen a abandonar ese estadio para siempre.