Crítica de cine

Crítica de 'Tiburón blanco': el océano, el escualo y yo

La película es una más de escualos asesinos, pero realizada con cierta convicción

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Tiburón blanco'

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Tiburón blanco'. /

Quim Casas

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¿Una más de tiburones asesinos? Si, pero realizada con cierta convicción. El título no es muy relevante, ya que los escualos blancos son los que cometen más tropelías en las pantallas desde que a Steven Spielberg se le ocurriera dirigir ‘Tiburón’ hace ya casi medio siglo. Y la trama es la que es: cinco personajes aislados en pleno océano, en una balsa de plástico, asediados por el escualo en cuestión.

‘Tiburón blanco’ es una muesca más tras ‘El arrecife’ o ‘Infierno azul’. Una persona, o un grupo reducido, amenazados en una balsa, un islote o una jaula a varios metros de profundidad por el tiburón de marras, sediento de sangre, solitario o cazando en manada.

¿Qué lo diferencia de la tónica general de esta variante genérica tan lucrativa? Si Spielberg impuso el plano subjetivo del tiburón subiendo hacia la superficie del mar para morder a la inocente víctima playera, en ‘Tiburón blanco’ abundan los planos inversos, imágenes cenitales de la inmensidad del océano con los humanos en la balsa y la silueta amenazante del escualo que se aproxima. Una forma distinta, pero igual de inquietante, de mostrar el peligro. 

Por lo demás, los personajes (un piloto de hidroavión, su novia, su ayudante y la pareja de turistas japoneses en conflicto entre ellos) no son un dechado de virtudes dramáticas. La amenaza del gigante escualo blanco es suficiente para mantener en vilo todo el relato.