Crítica de música

Pablo López, el superventas más raro

El músico desplegó el tortuoso imaginario de su nuevo álbum, ‘Unikornio’, en el primero de sus siete conciertos en el Coliseum

Pablo López, en el Coliseum

Pablo López, en el Coliseum / Jordi Cotrina

Jordi Bianciotto

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Hay un punto de fuga misterioso en el éxito comercial de Pablo López, un artista que no compone éxitos pop canónicos ni sigue modas, que construye álbumes enrevesados envueltos en la oscuridad. El cantante y pianista malagueño abruma con sus formas torrenciales y transmite la sensación de dejarse la piel en cada rima, lo cual conecta aparatosamente con el público por un sinuoso carril, como pudimos constatar este lunes, en el primero de sus siete recitales en el teatro Coliseum.

‘Unikornio’, el álbum que publicó el pasado diciembre, habla de cómo manejar la adicción a la belleza, siempre con letras de formas un tanto crípticas, donde se dirige a sí mismo en una segunda persona que llega a dar un poco de yuyu. Piezas como ‘KLPSO2’, tortuosa y neoclásica, que abrió la sesión hablando a su otro yo y advirtiendo que, sea lo que sea lo que merodea a su alrededor, “es tan bello / tiene pinta de dolernos”. Estrofas de terapia, que abordó desde el piano con un trío de músicos prestos a la expresión enfática, entre ellos el teclista Víctor Elías (con un pasado como actor: el niño Guille de la serie ‘Los Serrano’).

Capas de tiniebla

A la espera de su gira de grandes recintos (se le espera en el Palau Sant Jordi el 28 de diciembre), Pablo López ha subido un peldaño respecto al ‘tour’ en solitario del pasado verano y pasea un montaje de superproducción, enmarcando las paredes del escenario en una cuadrícula de ‘leds’ que hace pensar en películas de terror futuristas como ‘Cube’. Otra capa más de tiniebla mental para un repertorio rico en fantasmas y en combates interiores, que marcó territorio con solidez en las nuevas canciones, como ‘MamaNo’, ‘Tempo’ y ‘Mariposa’, material intrincado, de estribillo esquivo, sujeto a un tratamiento instrumental con giros de pompa y circunstancia.

Pablo López acusa una tendencia a la pretenciosidad, si bien estas composiciones aguantaron la presión. Cantante volcado, con reflejos de sobreactuación, gusta precisamente por ese vaciado expresivo total, y su voz confluía con las del público en esas estrofas largas y épicas. Dominador también cuando se quedó solo al piano, rey del ‘gag’ al hablar por videollamada con una fan cazada al vuelo, rescató algunas canciones estimables del pasado (‘Vi’, con anclajes ‘bluesy’) y no se fue sin subrayar el presente en ‘La niña de la linterna’ (en catalán) y la catedralicia ‘Unikornio’. Hora y 40 minutos sin bises, porque ni siquiera los sueños de Pablo López pueden desafiar los límites impuestos por el terrenal toque de queda.