Entrevista

Los Hermanos Cubero: "Hacemos música arraigada desde el desarraigo"

El dúo con raíces en la Alcarria presenta dos discos, ‘Errantes telúricos’ y ‘Proyecto Toribio’, en el Coliseum con invitados: Christina Rosenvinge, Grupo de Expertos Solynieve, Rodrigo Cuevas, Amaia, Hendrik Röver y la violinista María San Miguel. Hablamos con Roberto Cubero.

Enrique y Roberto Ruiz Cubero, en una imagen promocional de Los Hermanos Cubero.

Enrique y Roberto Ruiz Cubero, en una imagen promocional de Los Hermanos Cubero. / Dani Pujalte

Jordi Bianciotto

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Tres años después de ‘Quique dibuja la tristeza’, álbum inspirado en la muerte de la pareja de su hermano Enrique, es la hora de dejar atrás el duelo.

Pues sí, este es un disco más centrado en la música y menos en las circunstancias.

¿Los ‘errantes telúricos’ son ustedes los músicos en general?

El título refleja el nexo común que tenemos con los colaboradores del disco, por esa manera de buscar la esencia, la raíz, lo que hay debajo del asfalto, en las capas telúricas.

Colaboran en el álbum Christina Rosenvinge, Grupo de Expertos Solynieve, Nacho Vegas, Rocío Márquez, Rodrigo Cuevas, Josele Santiago… Artistas más bien procedentes del pop y el rock, aunque muchos tienen contacto con el folk o la tradición.

Coincidimos en la búsqueda artística. Ponemos el foco en que hacemos música arraigada desde el desarraigo, porque no hacemos música tradicional, sino con muchos elementos de esa música. No buscamos la forma tradicional, sino la raíz. Todas las músicas están en evolución, y queremos formar parte de ella, aportando algo propio.

Dominan las composiciones propias, pero hay tres tradicionales. ¿De dónde viene ‘La rama’, que canta Rosenvinge?

De Extremadura, cerca de Plasencia. La recogió Alan Lomax en los años 40. Es un baile de pandereta que cantaban las mujeres. Es ese tipo de letras abstractas de la música tradicional que no sabes muy bien cómo explicar: juega con sílabas que a lo mejor no dicen nada, pero hay ahí una especie de flirteo en el baile, esquivando el que dirán y la censura. Tiene muchas lecturas.

“Cuando a ti te estén poniendo las alhajas y collares, a mí me estarán poniendo, morena, cuatro velas por delante”, canta Nacho Vegas en ‘La boda y el entierro’.

Esta es de Bustares, Guadalajara. Es un romance donde el protagonista está equiparando la boda de la mujer que él quiere y su propio entierro, propiciado por su tristeza por el desamor. Va relatando las costumbres de la boda y las de los funerales, y te pone los pelos de punta.

Otro de los invitados es Ara Malikian, que viene de un mundo bastante distinto al suyo. ¿Por qué fueron a buscarlo?

Precisamente porque nos gusta que sea muy difícil etiquetarle y por cómo plantea su música. Teníamos este tema con un compás de cinco por ocho, un tipo de corrido castellano de dulzaina, que se adaptaba bien a esos aires suyos de Oriente Medio.

En ‘G.U.A.D.A.L.A.J.A.R.A.’ le preguntan a esa tierra “quién te trata tan mal”. ¿Sensación de agravio histórico?

Es una canción reivindicativa. Guadalajara, con Soria y Teruel, es una tierra muy maltratada por el centralismo. Deletreamos el nombre porque ni siquiera puedes pronunciarlo cuando estás haciendo la crítica, porque en esa tierra el caciquismo sigue estando al orden del día.

El otro álbum, ‘Proyecto Toribio’, está dedicado a Toribio del Olmo, violinista de la primera mitad del siglo XX. ¿Por qué este homenaje?

Hace unos años, en el circuito folk se hizo popular un tema suyo, ‘Foxtrot de Algora’, y nos dimos cuenta de que mientras en otros lugares los instrumentos más populares eran la dulzaina o la gaita, en esa zona entre la Alcarria y la sierra, el violín era el rey del baile. Cómo, además, en los últimos tiempos hay un resurgir del violín, nos gustó mucho desarrollar este proyecto.

¿A qué situaciones se acoge la música de Toribio del Olmo?

Era el típico músico local que tocaba en la roda del pueblo, para el baile de los domingos y algunas procesiones, aunque conseguimos algunas grabaciones de campo en las que tocaba también rancheras y boleros. Pero lo que a nosotros nos interesa más es la parte tradicional, de mazurcas, jotas y músicas de la tierra.

¿Es un acto de valentía o de inconciencia publicar ahora un doble disco?

Es tan inconsciente como hacer música en general hoy en día. Pero no nos fijamos en la repercusión comercial que pueda tener. Simplemente, hacemos la música que queremos hacer. Si funciona, bien, y si no, también.

‘Errantes telúricos’ refleja la evolución de muchos músicos de pop y rock hacía la música con raíces y los repertorios transmitidos por tradición oral. ¿Hay un cancionero latente que espera que lo redescubramos?

Sí, en los últimos años se están rompiendo barreras en este sentido. Antes, hacer una canción tradicional de un pueblo no molaba. Había que hacer pop y tocar con sintetizadores. Pero si vas al hueso de las cosas, la música tradicional tiene temas impresionantes.

El mismo ciclo en el que actúan, las Nits del Coliseum, organizado por Primavera Sound, ha programado a artistas como Califato ¾ o Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, que mezclan rock con sonidos de raíz. ¿El paradigma pop ha mutado?

Nunca tendría que haber dejado de ser así. Están bien las influencias externas, pero también que mantengamos cada uno la identidad, porque, al final, imitar a un grupo de rock inglés es muy divertido, pero hay que aportar algo.

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