Crítica de 'Detective Conan: La bala escarlata': un anime sin compasión

Entre largometrajes y series de animación, se llevan realizadas ya cerca de 50 producciones centradas en el Detective Conan, el famoso personaje de manga creado por Gosho Aoyama a mediados de los 90 y del que se publicaron un centenar de tomos. Así que aventuras para adaptar del joven detective las hay a patadas. La última de ellas lleva por título ‘La bala escarlata’, y lo más probable es que no defraude a los seguidores del manga y del anime, mientras que quizá dejen algo indiferentes a quienes nunca han entrado en contacto con este peculiar universo animado.

El prólogo del filme se ubica en Detroit, 15 años atrás, y ya marca el ritmo ciertamente trepidante que tendrá todo el relato, con una persecución por las calles y metro de la ciudad punteada por la melodía abrupta de una armónica. Luego, la acción se instala en el Tokio actual, en plena celebración de un importante acontecimiento deportivo. El pequeño Conan, tan aparentemente frágil como evidentemente listo, deberá resolver una serie de desapariciones vinculadas al estreno de un nuevo tren bala mientras guionista y realizador se permiten unas cuantas digresiones, un caudal de información y un ritmo frenético, sin compasión.