Crítica de teatro
'La segona Eva': ni virgen ni pecadora
La dramaturga Marta Aran y la compañía El Eje ponen el foco sobre la violencia psicológica con el trasfondo simbólico de la representación femenina en la Iglesia católica
Manuel Pérez i Muñoz
Periodista.
Cuando el papa Francisco dijo que el feminismo corría el riesgo de transformarse en machismo con falda nos dio a entender que conocía bien el concepto "machismo con falda". Ninguna institución como la Iglesia católica ha trabajado tanto en la creación de una imagen simbólica de la mujer asociada a la sumisión y la obediencia, papel subalterno alejado del poder pero con la carga del pecado y la obligación de la pureza. La dramaturga Marta Aran -ganadora de un Max con 'Els dies mentits'- entra a machete en esta selva agreste de la mitología contrarreformista con 'La segona Eva', obra en el cartel del Tantarantana hasta el 28 de marzo.
No se trata de la fe. De hecho, una gran virtud de la pieza consiste en mostrarse escurridiza ante las trampas de consignas manidas y panfletos exprimidos. La historia de Eva comienza en un retiro espiritual, un encuentro con un fraile que por su actitud acaba denunciado en las redes sociales. A partir de aquí se teje una telaraña de dudas ante el testimonio de la chica, cristaliza la invisibilidad de las violencias psicológicas. Del poder sibilino de una gran institución a la presión abrumadora del entorno doméstico, el machismo también parece ostentar el don de la ubicuidad.
Fantasmas buñuelianos
Se estiran las incógnitas hasta su límite dramatúrgico. Entre 'flashbacks' constantes las escenas huyen de la evidencia. Aran, que también dirige el montaje, deja que la desconfianza campe a sus anchas y con ella los mecanismos del abuso. En paralelo, pululan por el escenario una suerte de fantasmas buñuelianos, iconografía mariana que encarcela la feminidad en su idealización intencionada. Y mientras la realidad se descompone hacia su pesadilla como en una obra de Sarah Kane, se van abriendo paso escenas tan locas como ese desfile 'kitsch' de moda litúrgica que parece importado de la 'Roma' de Fellini.
La compañía El Eje, residentes de la sala, ha puesto en marcha este ambicioso montaje que en ocasiones parece a punto de desbordarse. Maria Hernández Giralt llena a Eva de desorientación y con ella se nos contagia su angustia creciente. Eric Balbàs como su pareja trabaja una empatía ambivalente cuya transformación final da sentido al drama. La propia Aran y Mar Pawlowsky se alternan para domar las contradicciones de ese personaje turbio que actúa de abogada del diablo. Òscar Intente es, finalmente, quien se lleva el gato al agua con ese fraile tan inquietante y contenido, orfebrería gestual de primer nivel.
Entre el mito de Eva la pecadora y la inmaculada María, 'La segona Eva' se mueve entre las aristas de un tema en rabiosa revisión contemporánea y, además, lo reviste con el examen de los mitos simbólicos de la opresión femenina. La digestión de la pieza nos acompaña a casa.
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