Recomendaciones literarias

Yo amo (u odio) a mi papá: 10 padres evocados por sus hijos escritores

Coincidiendo con la festividad del Día del Padre repasamos el tema de la paternidad en la literatura a través de diez libros de memorias inexcusables, alejados de visiones edulcoradas 

El pequeño Marcos Giralt Torrente en brazos de su padre, Juan Giralt, en Pontevedra (1968)

El pequeño Marcos Giralt Torrente en brazos de su padre, Juan Giralt, en Pontevedra (1968)

Elena Hevia

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La figura del padre presente o ausente ha impregnado buena parte de las ficciones universales desde que el fantasma de Hamlet hizo su aparición espectral, o más lejos aún desde que un mal día Edipo mató a su progenitor, pero en los últimos tiempos, con la pujanza de la literatura del yo y esa querencia por el pacto autobiográfico tan en boga entre los autores -incluso entre los españoles-, muchos se han puesto a evocar el peso que el padre tuvo en sus vidas. Los hay para todos los gustos. Desde la claridad de la presencia amantísima y, a ratos, dolorosa -ahí está Manuel Vilas con 'Ordesa'-, hasta la queja oscura y desgarrada del hijo en la seminal 'Carta al padre' de Franz Kafka. Aquí, sin ánimo de ser exhaustivos, destacamos diez libros marcados por la memoria y la autobiografía que en sus diversas vertientes componen una figura con numerosas facetas, algunas de ellas, vayan avisados, nada edificantes.

'Mi padre y yo'. J. R. Ackerley (1968)

Un año después de la muerte de este escritor inglés amigo de E. M. Forster, se publicó esta descarnada y póstuma memoria en la que relata su solitaria homosexualidad -solo consumada en la prostitución-, enfrentada a la autoritaria figura de un padre que rebosaba testosterona y fue capaz de mantener una familia alternativa y oculta durante 20 años. "El pene de mi padre medía 13 centímetros y medio", así empezaba una primera versión de este libro turbador.

'La invención de la soledad'. Paul Auster (1982)

Una indagación casi detectivesca por parte de Paul Auster en la borrosa figura de su padre, un hombre profundamente triste, "invisible" y posiblemente una de las causas de que el tema de la paternidad sea fundamental en la literatura del autor norteamericano. La pregunta que se plantea el texto es: ¿cómo abordar la carga de la culpa de un asesinato familiar ocurrido 60 años antes y que se ha mantenido en secreto desde entonces? ¿Cómo marca a sus descendientes?

'Patrimonio'. Philip Roth (1991)

Roth, que tantos hombres ha sido, se retrata aquí, por una vez sin máscaras, como hijo enfrentado al cáncer terminal de su padre. Hijo de un rabino emigrado a Estados Unidos, dotado de un particular encanto, Herman Roth, el padre del portento de las letras norteamericanas, trabajó toda su vida como agente de seguros para que su hijo -una aspiración generacional- llegara a la universidad.

'Incesto'. Anaïs Nin (1992)

Hija del pianista catalán Joaquín Nin, Anaïs exploró en carne propia todas las fantasías amatorias (con o sin Henry Miller) y llevó un diario excepcional a lo largo de toda su vida. Allí dio cuenta de la relación que mantuvo con su adorado padre, que la abandonó de niña y a quien reencontró ya adulta para mantener con él una relación sexual consentida. El hermano de la escritora sostenía que el diario erótico en el que cuenta ese episodio escrito en los años 30 es totalmente inventado.

'El padre'. Edward St. Aubyn (1992)

Que el autor de tus días te haya violado sistemáticamente desde los cinco a los ocho años quizá no sea algo bueno de recordar en el día del padre. El aristócrata Edward St. Aubyn, heroinómano en su adolescencia, trasladó esa pesadilla vivida realmente al ciclo autobiográfico protagonizado por su alter ego Patrick Melrose. Bajo ese título se adaptó a una magnífica miniserie protagonizada por Dominic Cumberbatch.

Hanif Kureishi, a los nueve años, con su padre en una fiesta en la embajada paquistaní en Londres.  

Hanif Kureishi, a los nueve años, con su padre en una fiesta en la embajada paquistaní en Londres.  / Archivo Hanif Kureishi

'Mi oído en su corazón'. Hanif Kureishi (2004)

Diez años después de la muerte de su padre, Kureishi recibe un manuscrito que este había legado al agente literario del escritor. Escritor frustrado, Shanno Kureishi, un paquistaní de familia adinerada que emigró a Inglaterra y se casó con una inglesa, contaba en esa novela, que nunca pudo publicar, su convulsa adolescencia y acaba siendo el protagonista de este magnífico libro de su hijo.

'El olvido que seremos'. Héctor Abad Faciolince (2006)

Este retrato del doctor Héctor Abad Gómez, asesinado 20 años atrás por sicarios paramilitares en las calles de Bogotá, es un reflejo de la convulsa historia reciente de Colombia, pero sobre todo un homenaje a un hombre que luchó por llevar la sanidad pública a todos los rincones de la ciudad, algo tan subversivo que le costó la muerte. Siendo el libro un acto de amor, el hijo no se ahorra los claroscuros. A Fernando Trueba le acaban de dar un Goya a la mejor película latinoamericana por su adaptación al cine.

'Tiempo de vida'. Marcos Giralt Torrente (2010)

Podría decirse que este es el kilómetro cero de las memorias literarias familiares en la actual literatura española. La muerte del pintor Juan Giralt le sirve al autor y nieto de Torrente Ballester, para recomponer sus recuerdos de un padre bohemio y ausente -sus padres se separaron cuando él era niño-, e intentar comprender ya desde la madurez todos los agravios, rescatando el amor.

'Una semana de vacaciones'. Christine Angot (2012)

Bajo ese bucólico título se enmarca el tiempo que la autora pasó con su padre cuando, a los 14 años, este tuvo a bien iniciarla en la sexualidad. El libro es una pormenorizada descripción de estas actividades de predador y víctima relatadas con una absoluta asepsia que dejan en el lector una profunda e incómoda repulsa. La autora siempre se ha negado a hablar en las entrevistas de los detalles de aquel episodio, solo se permite desarrollarlo en el espacio protegido de la literatura. No apto para espíritus sensibles.

'Una odisea'. Daniel Mendelshon. (2017)

Una joyita que mereció más suerte lectora cuando apareció hace unos pocos años. El octogenario padre del autor decide matricularse en el seminario que sobre la 'Odisea' imparte su hijo en la universidad. Matemático de profesión, el veterano Jay Mendelsohn emprende una aventura que supone acceder a un clásico que siempre se le ha resistido y lo que es más difícil, conocer de verdad a su hijo. A base de erudición y emotiva vida cotidiana presgioso peroidista cultural tiene una teoría que todos suscribiríamos: "La buena enseñanza es como la buena paternidad".

Otros padres, otros ámbitos

Algunos libros importantes se han quedado fuera de este decálogo. Sería el caso de ‘Veinte días con Julian y Conejito’, un diario con el que Nathaniel Hawthorne puso los cimientos a mediados del siglo XIX de algo parecido a la nueva paternidad cuando su esposa se fue a visitar a su madre y le dejó a cargo de su hijo Julian de cinco años. Esas reflexiones sobre lo que significa ser padres ya en el siglo XXI se han concretado en la reciente 'Irene y el aire' de Alberto Olmos o en 'Manu' de Manuel Jabois en el que aborda el embarazo y nacimiento de su hijo. Richard Ford perdió a su padre cuando era un adolescente y lo cuenta en 'Entre ellos'. Herederas del evocador libro del libro de Giralt Torrente son la ya citada 'Ordesa' (así como 'Alegría') y el también reciente ‘No entres dócilmente en esa noche quieta’ de Ricardo Menéndez Salmón. ‘La muerte del padre’ de Karl Ove Knausgard, primera entrega de su saga ‘Mi lucha’ y retrato de su alcoholizado padre, podría darse la mano en lo que respecta a progenitores disfuncionales con ‘Mi padre, el pornógrafo’ de Chriss Offutt, cuyo título ya lo dice todo.

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