Un hito de las músicas avanzadas

'Planeta prohibido': el año cero de la electrónica

La banda sonora de ‘Planeta prohibido’, compuesta por Bebe y Louis Barron mediante circuitos electrónicos de fabricación casera, cumple 65 años

El sindicato de músicos impidió en su día que aquella obra vanguardista fuese calificada como música, lo cual impidió que optase a un Oscar

Bebe y Louis Barron, en su laboratorio de experimentación musical.

Bebe y Louis Barron, en su laboratorio de experimentación musical. / El Periódico

Nando Cruz

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¿Como suena un platillo volante en el espacio? ¿Qué ruido hace una nave al cruzar la atmósfera del planeta Altair-IV? ¿Qué sonidos emite un robot que habla 187 idiomas? ¿Y un rayo desintegrador doméstico? Estas y muchas otras dudas tuvieron que resolver Bebe y Louis Barron cuando aceptaron en 1955 el mayor desafío de su carrera: generar los sonidos incidentales para la película ‘Planeta prohibido’. El encargo provenía de la todopoderosa productora Metro Goldwyn-Mayer. El matrimonio Barron estaba a punto de componer la primera banda sonora enteramente electrónica de la historia, pero aún no lo sabía.

'Planeta prohibido' es un título de culto en el cine de ciencia ficción. Y no solo por su trama literalmente shakespeariana (se inspiraba en la pieza teatral ‘La tempestad’) o por detalles pioneros como presentar a la primera mujer en minifalda años antes de que la prenda se pusiese de moda. Si en algo es desorbitadamente avanzada es en su aspecto sonoro. “En esa época no había ni media docena de músi-cos haciendo música electrónica. Nadie había comercializado aparatos de este tipo, de modo que Louis tuvo que construirlo todo”, explicaría Bebe años después. Ella había estudiado piano y composición. Él era un aficionado a los circuitos electrónicos. Su alianza resultaría providencial.

El día de su boda un primo les había regalado una grabadora de fabricación alemana; el mismo modelo que había usado Hitler para grabar sus discursos, aseguraba Bebe. Cuando llegaron a Nueva York en 1949, montaron un estudio de grabación en el Village por el que pasarían los más relevantes nombres de la vanguardia sonora: Stockhausen, Varese, Partch... John Cage trabajaría con ellos durante todo un año. Ellos eran los únicos que disponían del material, la imaginación y la paciencia para grabar los sonidos más insospechados. Y enclaustrados como dos inventores chiflados, dedicaron ocho meses a soldar componentes electrónicos que luego manipularían intuitivamente en busca de efectos sonoros interesantes: encerrándolos al vacío en tubos, aplicándoles efectos de reverberación, acelerando la velocidad de grabación, calentándolos hasta derretirlos… Algún día se les fue la mano y tuvieron que echar mano del extintor para no incendiar el laboratorio del sonido.

El trato inicial era únicamente idear los efectos sonoros, pero cuando los mandamases de la Metro Goldwyn-Mayer escucharon aquellos veinte minutos de ruidos decidieron prescindir de los pasajes orquestales que ya había presentado el compositor David Rose, mucho más convencionales, y confiarles a ellos la creación el resto de pasajes sonoros. La banda sonora sería toda suya. Tendrían que poner música al futuro con aquel prehistórico arsenal. Y a partir de ahí nacerían nuevas preguntas. “¿Cómo acompañar con música una escena romántica en aquel planeta más allá del sistema solar? ¿Cómo subrayar la aparición de un monstruo invisible? ¿Cómo sonaría la música de la civilización krell del siglo XXIII que el Dr. Morbius reproduce en una especie de iPod del futuro? Y aún más importante: ¿cómo generar suspense sin utilizar violines ni cualquier otro instrumento conocido en el planeta Tierra?

Los Barron siguieron fieles a su línea experimental. Cada circuito electrónico equivalía a un personaje o temática del guión. Los activaban de algún modo y se sen-taban a contemplar pacientemente (y a grabar) cómo reaccionaban. El resultado sería una sinfonía de zumbidos, vibraciones, estrépitos, pitidos, ecos ondulantes y erupciones sonoras de todo tipo. Una obra cacofónica, aleatoria, inaudita y pertur-badora. Escuchar hoy aquellos 40 minutos aún causaría asombro entre el público del Sónar, pese a haberse concebido hace 65 años.

Controversia en tierra

La película se estrenó el 3 de marzo de 1956 ante el pasmo del público que se vio auditivamente transportado al planeta Altair IV y la felicidad de sus autores, que se sentían como el comandante John J. Adams (interpretado por un jovencísimo Leslie Nielsen) y el resto de tripulantes de la nave C-57D, explorando, en su caso, los confi-nes de las sonoridades electrónicas. En los cuarteles geenrales de Hollywood, la perspectiva era otra. ¿Qué demonios era eso? ¡Los Barron no usaban instrumentos! ¡Ni siquiera se les podía considerar músicos! El sindicato de músicos presionó para que aquella banda sonora no fuese catalogada de música. Ni siquiera pudieron califi-carla en los créditos de inicio como ‘música electrónica’. El término pactado sería ‘tonalidades electrónicas’. Y con aquel epígrafe no pudo ser nominada a un merecido Oscar. ‘Planeta prohibido’ se llevó el de mejores efectos especiales, pero aquel año el Óscar a la mejor banda sonora sería para los silbidos (humanos) de ‘El puente sobre el río Kwai’.

‘Planeta prohibido’ es el primer y último trabajo de los Barron para Hollywood. Sin embargo, ya habían plantado la semilla. “Crearon una banda sonora que no se parecía a nada que existiese entonces e inventaron la música electrónica que conocemos hoy”, reivindicaría el cineasta William Malone, director de cintas de terror como ‘La casa de la colina encantada’ y ‘Creature’ y fan fatal de la cinta. “Era una música verdaderamente experimental. Que un gran estudio decidiera utilizar una música tan rara en una gran producción de ciencia-ficción era algo inimaginable en los 50”, resaltaría John Carpenter, compositor de numerosas bandas sonoras de películas de terror, que tenía ocho años cuando se estrenó ‘Planeta prohibido’. Sí, faltaba más de una década para que Robert Moog comercializase su sintetizador. Así de avanzada fue. Y sigue siéndolo.

Disco de culto

Pasaría mucho tiempo antes de que la banda sonora de ‘Planeta prohibido’ se pudiese escuchar como una obra autónoma. En 1976, coincidiendo con el vigésimo aniversario del estreno de la película, los Barron la editaron en vinilo desde su sello Planet Records e imprimieron en la misma portada la ansiada expresión: 'electronic music'. El texto explicativo de la contraportada resultaba profundamente inquietante incluso veinte años después. Louis y Bebe aseguraban que aquellos circuitos electrónicos se comportaban de forma “destacablemente similar” a como reaccionaban formas de vida inferiores como las bacterias y los hongos y que cada cual tenía “un patrón de comportamiento propio y una voz”. Con el paso del tiempo, la banda sonora ha seguido ganando adeptos y prestigio. El disco se ha reeditado en múltiples ocasiones. En 1989 apareció en cedé.

En el documental ‘Sisters with transistors’, estrenado en la última edición del festival In-Edit, Bebe Barron es reivindicada como una de las grandes pioneras de la música electrónica. En los años 80 fue la primera secretaria de la Sociedad de Música Electroacústica de Estados Unidos. Pero su gran obra fue esta deslumbrante y osada banda sonora. “La gente se moría de miedo y se nos acercaba diciendo: la música que suena cuando se acerca el monstruo es igual que la que escucho en uno de mis sueños recurrentes. Eso es lo que más nos gustaba oír: que estábamos expresando sus subconscientes”, solía explicar orgullosa. ¿A qué más puedes aspirar como compositor cuando das forma a unos sonidos futuristas y aparentemente inéditos en el planeta Tierra?

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