Una catarsis de papel

Juanjo Sáez reúne a su familia más allá de la muerte

El dibujante barcelonés se enfrenta a la pérdida de sus seres queridos en la conmovedora novela gráfica 'Para los míos'

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2 SAEZ / Elisenda Pons

Rafael Tapounet

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La lluvia torrencial que ilustra la portada no engaña. ‘Para los míos’ (Planeta-Temas de Hoy), el último libro de Juanjo Sáez, es un auténtico diluvio emocional. Un chaparrón de humanidad que deja al lector calado hasta los huesos al tiempo que limpia la atmósfera; cuando en la página 435 el autor se despide definitivamente de los suyos diciéndoles “os quiero, sois mi familia”, el cielo es más azul y se respira mejor, a pesar del inevitable nudo en la garganta. ‘Para los míos’ es un libro sobre la familia y la muerte en el que Sáez habla también, con el corazón en la mano, de la soledad, la pena, el trabajo, el éxito, la felicidad, la memoria, la libertad, el amor, el miedo y la culpa. Es, en definitiva, un libro sobre la vida, que, al fin y al cabo, como él mismo subraya, “es lo único que tenemos”.

Los “míos” del título son los miembros de la familia de Juanjo Sáez Domper: la yaya, la 'mama', el 'papa', el tío José Manuel y la perra Chispeta. Después de años de compartir un piso en el barcelonés barrio de la Sagrera y de apretujarse los fines de semana en un Seat 127, todos ellos murieron en un plazo de tiempo dolorosamente corto (algunos, en circunstancias atroces) y la experiencia dejó al autor solo y devastado. “Siempre vi la familia como algo cerrado, un círculo en el que no podía entrar nadie más -explica-. Éramos nosotros seis y ya está. Y eso me generó una gran frustración, porque, al perderlos a todos, la sensación de abandono fue total, un vacío que sé que me acompañará siempre”.

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La familia de Juanjo Sáez, en una de las ilustraciones de 'Para los míos'. / Juanjo Sáez

Sáez ha pasado casi una década buscando la manera de afrontar esa pérdida; de asumirla y de entender sus propias reacciones ante la desgracia: la rabia, la tristeza, la ansiedad, el hedonismo, el sentimiento de culpa… Al final, la vía más satisfactoria resultó ser el arte. “Empecé a escribirles cartas en las que les decía las cosas que me habría gustado decirles en vida y les contaba cómo me iba. Y poco a poco todo eso fue tomando forma de libro, pero lo hacía para mí, porque pensaba que no le iba a interesar a nadie”.   

Un 'Barrio lejano' en la Sagrera

El resultado es un conmovedor viaje a través del tiempo (muy próximo en intenciones al que proponía el japonés Jiro Taniguchi en su maravillosa novela gráfica ‘Barrio lejano’) en el que el relato de las desdichas familiares se mezcla con recuerdos de lo más variopinto, anécdotas deliciosas, sueños, conversaciones imaginarias sobre asuntos de gran calado y personalísimas reflexiones de banalidad solo aparente, todo ello dispuesto con un apabullante dominio de los recursos gráficos que conforman el inconfundible universo artístico del autor. 

El libro pasó un tiempo en el cajón de los proyectos desechados hasta que una invitación entusiasta del editor de Temas de Hoy Marcel Ventura arrastró a Sáez a sacarlo de allí y enseñárselo al mundo. “Necesitaba que alguien me dijera que era importante publicarlo, porque yo no lo tenía nada claro. Al fin y al cabo, a mí ya me había servido”. ¿De qué manera? “Yo necesitaba crearme un nuevo escenario para vivir, y hacer el libro ha sido como convertir todos esos recuerdos en una herramienta y que dejaran de ser un lastre. Ahora creo que veo la vida de otra manera”.

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Juanjo Sáez, en el patio de la librería La Central del Raval. / Elisenda Pons

Algunos recuerdos, sin embargo, resultaban tan insoportables que ni él mismo sabía cómo representarlos. Le ocurrió, por ejemplo, con la historia de su tío José Manuel, un hombre azotado por la enfermedad mental que tras la muerte de su madre y de su hermana cortó todos los lazos con el mundo y convirtió el piso familiar en un búnker en el que falleció de un infarto rodeado de basura. Su cadáver no fue encontrado hasta al cabo de ocho meses. En esos ocho meses, la radio de la casa no dejó de sonar. Sáez explica los hechos en unas páginas repletas de letra abigarrada, sin apenas dibujos; en un momento determinado, decide cortar el relato y no ir más allá.

“Mi madre murió de cáncer y mi padre sufrió un ictus y estuvo varios meses entrando y saliendo del coma -explica el autor-. En sus muertes hubo una cierta dosis de belleza y lecciones valiosas que aprender. En el caso de mi tío no hubo nada de eso, solo la visión de una mente enferma, arrasada. Todo era tan sórdido que preferí parar”.

Emociones abstractas

No es el único momento en el que Sáez se queda sin palabras. En la última parte del libro, después de explicar cómo la película ‘La vida de Pi’ le ayudó a empezar a dejar atrás el dolor sin perder el recuerdo, incluye seis páginas de manchas de colores -“emoción pura, abstracta; cosas que sientes y no puedes explicar”- que, de una manera extraña, conectan el final de ‘Para los míos’ con el de ‘2001: una odisea del espacio’, de Stanley Kubrick. El autor sonríe ante la sugerencia. “¡Esa peli me marcó mucho! Ahí, después de esas imágenes que son emoción desnuda, el astronauta llega a una casa que simboliza una nueva realidad. Yo, en lugar de irme a un lugar abstracto, he metido un paseo por las Rambles con mi novia porque quería regalarme un final feliz”.

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El 'big bang', según Juanjo Sáez. / Juanjo Sáez

Dibujó un final feliz y la realidad, en este caso, empieza a imitar al arte. Con su apelación a temas tan universales como la muerte y la familia, ’Para los míos’ está llegando a mucha más gente que los anteriores libros de un Sáez que se muestra literalmente abrumado ante las reacciones que suscita su última obra. “Está siendo muy bestia. Nunca he recibido una respuesta así. La gente se viene abajo. Hay amigos a los que hace mucho que no veo que que me llaman para disculparse o me envían notas de voz que me dejan destrozado. Estoy recibiendo cariño a saco. Y gente que no conozco de nada me manda abrazos y me explica sus historias. Es lo mejor que he podido haber hecho en mi vida”.

Hasta la calidad del sueño, dice, ha mejorado. “Ya no me peleo en sueños con mis padres, ahora todo es mucho más reparador. El otro día soñé que mi madre me decía: “Ya está, Juanjo. Tranquilo”. Y me levanté renovado”. 

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