Certamen alemán

La Berlinale consagra a Radu Jude

El Oso de Oro que el certamen alemán ha otorgado a su noveno largometraje, 'Bad Luck Banging or Loony Porn’, lo eleva a otra liga

El galardón consagra al director como punta de lanza del proceso de diversificación que el cine rumano ha ido experimentando  

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Nando Salvà

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Poco a poco, lejos de la mirada del gran público, Radu Jude lleva un tiempo ganando presencia en el panorama actual del cine de autor. Sus películas han obtenido premios en festivales de prestigio como Locarno y Karlovy-Vary, y hace seis años la Berlinale ya lo laureó con un galardón de peso -Mejor Director- por el estupendo western ‘Aferim!’. En cualquier caso, y discúlpese la obviedad, el Oso de Oro que el certamen alemán ha otorgado hace unas horas a su noveno largometraje, 'Bad Luck Banging or Loony Porn’, lo eleva a otra liga. Aunque acabe teniendo tan poco recorrido comercial por el mundo como sus películas previas -no cabe duda de que así será-, ya le ha abierto la puerta de la élite del cine europeo.

Asimismo, el premio consagra a Jude como punta de lanza del proceso de diversificación que el cine rumano ha ido experimentando desde que hace una década y media se convirtió en un fenómeno entre la cinefilia. 'Bad Luck Banging or Loony Porn’ lo muestra rotundamente alejado de la austeridad conceptual de compatriotas consagrados como Cristian Mungiu y Cristi Puiu; es una película que transita sin descanso por diferentes géneros, de la crónica social al ensayo político y a la comedia bufa, pasando brevemente por el cine para adultos; que hace varios juegos malabares con su propia estructura narrativa y apila referencias intelectuales y virguerías formales; y que entretanto lanza una mordacísima crítica contra la hipocresía social que impera en torno al sexo. Es un premio merecido.

Por lo que respecta al segundo galardón en relevancia entre los que la Berlinale concede, el Gran premio del Jurado, el director Ryusuke Hamaguchi podrá restregárselo por la cara a quienes, después de aclamar el apabullante drama coral que lo puso en el mapa, ‘Happy Hour’ (2015), se apresuraron a cuestionarlo tras la fría acogida de ‘Asako I y II’ (2018); la película que le ha proporcionado al nipón su primer premio importante, ‘Wheel of Fortune and Fantasy’, confirma su talento excepcional para retratar interacciones humanas con sutileza y a la vez dotándolas de sentido del humor, sensualidad y carga emocional. Y tampoco los reconocimientos inmediatamente inferiores en la jerarquía del palmarés admiten discusión: el documental ‘Mr. Bachmann and His Class’, Premio del Jurado, revela a la directora alemana Maria Speth como digna sucesora del maestro de la no-ficción Frederick Wiseman, al tiempo que deja claro que no hay malos alumnos si los profesores son buenos; y, en ‘Natural Light’, el húngaro Dénes Nagy -Premio al Mejor Director- logra sumergirnos de lleno en el infierno de la guerra sin recurrir a aspavientos dramáticos o formales. 

A partir de ahí, eso sí, las decisiones del jurado resultan más difíciles de entender, especialmente los premios en las categorías actorales -en los que, por primera vez en la historia de la Berlinale, se han eliminado las distinciones de género-. Considerando la cantidad de grandes interpretaciones de mayor o menos envergadora incluidas entre las películas a competición, es un desperdicio que hayan acabado repartiéndose como lo han hecho. El trabajo de Maren Eggert en la comedieta ‘I’m Your Man’, por el que ha sido considerada Mejor Intérprete Protagonista, no solo no tiene nada de reseñable sino que además se sitúa en el centro de una película muy estúpida; y, respecto al premio al Mejor Intérprete Secundario para Lilla Kizlinger, su papel no es ni mejor ni peor que el resto de papeles breves e indistintos que componen ‘Forest - I See You Everywhere’; da la sensación de que los jueces decidieron que había que incluir la película en el palmarés como fuera, y escogieron a uno de los miembros de su reparto al azar.

En conjunto, es posible que la lista de premiados no coincida exactamente con la que la mayoría de quienes han estado atentos a la competición a lo largo de estos días tenían en mente, pero en realidad eso debería entenderse menos como evidencia de un error por parte de los jueces -aunque el olvido cometido contra la nueva película de Céline Sciamma, ‘Petite Maman’, es imperdonable- que como prueba de la alta calidad exhibida por la competición este año. La selección de películas no solo no se ha resentido a causa de la pandemia sino que ha exhibido una robustez a la que del festival no nos tenía acostumbrados, al menos hasta que Dieter Kosslick abandonó su dirección hace dos años. Por culpa de la pandemia, la Berlinale ha tenido que renunciar a las proyecciones en salas de cine, a la alfombra roja y las estrellas, a buena parte de su atractivo mediático. Pero, al final, el virus no ha podido con las películas. Es un buen argumento a favor del optimismo.