Insólito debut

Álvaro Gurrea, el economista que se hizo cineasta en lo alto de un volcán

'Alma anciana', ambientada en las laderas de Kawa Ijen, ha sido la única de un director español presente en la Berlinale

alvaro gurrea

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Nando Salvà

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El único director español presente este año en la Berlinale, el barcelonés Álvaro Gurrea, no fue consciente de que iba a rodar la película que lo ha traído al festival, 'Alma anciana', hasta el instante mismo de empezar a rodarla. Y, en realidad, ni siquiera entonces; eso llegaría después. En eso momento, lo único que sabía era que tenía que encender la cámara. "Me sentí como si estuviera poseído", explica él mismo acerca de lo que le sucedió en las laderas del volcán Kawa Ijen, a 12.000 kilómetros de casa y 2.800 metros de altura.

Los motivos que lo llevaron a viajar a Indonesia por primera vez, hace siete años, son muy distintos. "Yo soy economista, trabajaba para una marca de ropa; abrieron una tienda y me adjudicaron el proyecto. Mi mujer y yo empezamos allí prácticamente la mitad de nuestro tiempo. Y, en una ocasión, fuimos invitados a conocer Banyuwangi, en el extremo oriental de Java”. Fue allí, en su enclave más icónico, donde experimentó su epifanía. "Me quedé deslumbrado por el volcán, no solo por el espectáculo visual que ofrece sino también por su interés antropológico". Empezó a pasar más tiempo en la región. Conoció a varios de los mineros que cada día bajan hasta el fondo del cráter, donde el gas sulfuroso que mana de las tripas de la Tierra se solidifica en contacto con el aire; y que, tras arrancar grandes rocas de azufre, las transportan en cestas de bambú que cargan sobre los hombros a través de peligrosos senderos de piedra. Parecería un escenario de ciencia-ficción de no ser por la mundanidad que aporta la presencia de los turistas, que los fotografían como si fueran atracciones de feria.

Una mirada distinta

Desde hace años, la mina de Kawa Ijen ha protagonizado incontables reportajes periodísticos y documentales para televisiones como la BBC y National Geographic; el austriaco Michael Glawogger, asimismo, le dedicó un segmento de su magnífica no-ficción 'Workingman's Death' (2005). "Comprendí que, para hacer una película que tuviera algún valor cinematográfico, tenía que encontrar una mirada distinta", recuerda el director. Fue entonces cuando oficializó su entrada en el mundo del cine ingresando en el Máster en Documental de Creación de la Universitat Pompeu Fabra (UPF).

Entretanto, siguió pasando largos periodos en la aldea de Bulusari. "Me llamó la atención que allí convivieran ritos y costumbres pertenecientes a cosmovisiones muy alejadas entre sí, basadas en construcciones míticas generadas a través de diferentes creencias”. En ese mestizaje espiritual, precisamente, se apoya la premisa de 'Alma anciana'. A lo de su metraje, una misma historia -un minero es abandonado repentinamente por su mujer, y mientras trata de recuperarla se ve obligado a enfrentarse con la enfermedad de su madre- se relata tres veces, y en cada una de ellas las creencias del protagonista son distintas. En el proceso, la película transita entre el animismo, el islam y el capitalismo; de la magia se pasa a la plegaria, y de ahí a los teléfonos móviles y la criptomoneda. Y entretanto, imperturbable a pesar de esos cambios, el Kawa Ijen sigue esputando sulfuro. "Solemos pensar que el progreso tecnológico es la solución contra situaciones de miseria, y eso es algo que la película pone en duda", explica Gurrea. "Pero, en todo caso, no pretende sugerir que el regreso a una forma de vida más primitiva sea una forma de salvación. No he querido juzgar".

"Solemos pensar que el progreso tecnológico es la solución contra situaciones de miseria, y eso es algo que la película pone en duda"

— Álvaro Gurrea

Siempre que un director occidental usa su cámara para tratar de capturar una cultura exótica corre el riesgo de caer en la mirada etnocéntrica, y eso es algo que el barcelonés tuvo en cuenta desde el principio. "No voy a pretender que logré romper barreras socioculturales, pero hice el trabajo de campo suficiente para lograr cierto nivel de empatía", recuerda. "Al principio no hablaba indonesio, así que me comunicaba con la cámara. Con el paso del tiempo aprendí el lenguaje y forjé amistades; y al final, después de tenerme allí con mi cámara durante cinco años, la gente de Bulusari ya ni se creía que estuviera rodando una película. Debían de verme como un loco al que había que seguir la corriente". Durante ese tiempo, en realidad, lo que empezó casi como el típico vídeo turista se ha convertido en un modo de vida o, al menos, en la promesa de uno. "En buena medida, 'Alma anciana' ha sido autofinanciada, y así no se puede hacer cine. En ese sentido, confío en que la presencia en la Berlinale me ayudará a ser capaz de seguir haciendo películas, porque haciendo esta he disfrutado como no lo había hecho con ninguna otra cosa en toda mi vida".

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