Entre la pena de muerte y el porno en la Berlinale

Hace ahora un año, el iraní Mohammad Rasoulof se alzó con el Oso de Oro de la Berlinale gracias a ‘La vida de los demás’, desafiante crítica a la pena de muerte que le valió ser condenado a un año de cárcel por lo que las autoridades de su país consideraron un acto de propaganda contra el Estado. Por eso resulta cuando menos llamativo que ahora, en su siguiente edición, el certamen alemán incluya a concurso otra película centrada en la terrible idea de justicia que impera en el régimen de los ayatolás. La protagonista de ‘Ballad of a white cow’, en concreto, es una madre viuda que descubre que su marido era inocente del crimen por el que fue ejecutado. Y mientras contemplan su batalla contra una burocracia que no tiene ninguna intención de asumir responsabilidades por su error, y complican la situación introduciendo en escena a alguien que tuvo que ver algo en la muerte de su esposo y que necesita exorcizar sus demonios, los directores Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha señalan con el dedo a un sistema que considera el ojo por ojo un mandato divino y que mantiene sus ojos vendados frente al sufrimiento de las mujeres.

A medida que se va llenando de tragedias familiares, la historia corre el riesgo de caer en el melodrama, pero lo esquiva gracias a su austeridad formal y sobre todo a la solidez de unas interpretaciones devastadoras. Y en ese sentido -también en su reflexión sobre las consecuencias que los secretos y las mentiras acarrean-, la película evoca los dramas de Asghar Farhadi, otro director iraní premiado con el Oso de Oro. Augurarle un triunfo similar a ‘Ballad of a white cow’ quizá sería exagerar, pero su presencia en el palmarés de ningún modo es descartable.

'La vida de los demás': cuatro historias sobre la represión

Lista de nominados

Entre la lista de premiados tampoco desentonaría lo nuevo del japonés Ryusuke Hamaguchi, que se dio a conocer internacionalmente gracias al monumental drama coral ‘Happy Hour’ (2015) y que, tras recibir críticas comprensiblemente tibias por el igualmente tibio romance ‘Asako I & II’ (2018), da muestras de haber recuperado el estado de forma. ‘Wheel of fortune and fantasy’ se compone de tres historias independientes centradas en mujeres y conectadas con laxitud entre sí por asuntos comunes como las conexiones arbitrarias, el rol que la serendipia y la simulación desempeñan en las interacciones humanas y el peso de las emociones que creíamos superadas. Y a través de todas ellas confirma la habilidad de Hamaguchi para ofrecer hondura emocional -y humor, y sensualidad, y mordacidad- desde la contención y la sutileza.

Porno viral

A decir verdad, la de este año es una competición generosa en cuanto a personajes femeninos. El que se sitúa en el centro de ‘Bad luck banging or loony porn’, del rumano Radu Jude, es una maestra de escuela que grabó un video sexualmente explícito junto a su marido y que ahora se enfrenta al escarnio público y el despido a causa de la publicación de las imágenes en internet. La descripción, eso sí, no hace justicia a una película que se fundamenta en el jugueteo tonal, formal y conceptual. Se estructura en tres partes precedidas de una introducción -la citada grabación porno-, y con la segunda de ellas interrumpe el curso narrativo para enunciar algo parecido a un diccionario de términos y conceptos en el que se ironiza sobre asuntos como 'Familia', 'Ejército', 'Ceaucescu', 'Patriotismo' o 'Felación'.

Sociedad marrullera y egoísta

La película sin duda funciona mejor durante su primera parte, en la que los esfuerzos de la protagonista para detener la propagación del vídeo le sirven de vehículo a bordo del que retratar una sociedad cabreada, egoísta y marrullera, que cuando decide sumergirse en la farsa y el surrealismo mientras la maestra se enfrenta a un juicio sumarísimo; y en general Jude se muestra tan interesado en resultar intrépido, afilado, erudito y provocador que esa afectación corre el riesgo de desviar la atención de las certeras reflexiones sobre la hipocresía social que rodea la paternidad, las redes sociales, el pánico moral que el sexo sigue generando y nuestra percepción de lo que es y no es obsceno.