MeToo en el teatro barcelonés

Los alumnos del Institut reclaman más contundencia con el 'caso Ollé'

Los estudiantes consideran que haber apartado al director de sus tareas de profesor mientras dure la investigación por presunto acaso sexual es una "medida de mínimos" y exigen a la Diputació y los profesores que "se posicionen al lado de las personas agredidas"

FRONTERAS

FRONTERAS / Antonio Amador

Marta Cervera

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Entre 200 y 300 alumnos del Institut del Teatre de Barcelona se volvieron a concentrar este martes en el patio del centro para reclamar la dimisión de la directora, Magda Puyo, y de su equipo directivo, pues consideran que su decisión de apartar a Joan Ollé de la docencia mientras dure la investigación por presunto acoso sexual y abuso de poder es una "medida de mínimos". Los estudiantes exigieron más contundencia y reclamaron a la Diputació de Barcelona, de quien depende el Institut, y al colectivo de profesores que "se comprometan a posicionarse del lado de las personas agredidas", una herida que "este sistema patriarcal ha apoyado y permitido durante tanto tiempo".

El protocolo para la prevención y detección de acoso sexual del Institut se aprobó en 2018. La llamada Comissió de Prevenció i d’Investigació d’Assetjaments está formada por representante del ámbito educativo, otro del alumnado, un experto en situaciones de acoso sexual y un especialista en proceso normativo, que actúa como secretario. Ayer entró la primera instancia para denunciar a un profesor, según fuentes del centro. Anteriormente la única instancia fue en 2016, un tema que no se resolvió como espera la alumna afectada. "La gente no denuncia más por miedo", explicaban algunos alumnos. "Hay poco trabajo en este sector y nadie quiere enemistarse con alguien conocido". Varios profesores "se han pasado de la raya", opinan. "Hay una diferencia muy grande entre insultar verbalmente a un alumno o decirle 'prueba a hacerlo de otra manera', ridiculizarte en clase, meterse con tu persona o con tu cuerpo y no con tu trabajo... Ciertos comentarios de profesores y profesoras afectan mucho", sentencian. ¿Qué esperan que ocurra ahora? "La dimisión de la actual directiva", afirma una, tajante. Otros añaden: "Una comunicación más constante con los estudiantes para que esto no vuelva a ocurrir".

Situación que viene de lejos

La actitud de Ollé no ha sorprendido a quienes le conocen. Para Marc Rosich, profesor de dramaturgia, "lo que pasa en el Institut viene de lejos, no es un problema de esta dirección. Su dimisión no aportaría nada. Hay que investigar y vigilar para que no vuelva a ocurrir". El MeToo ha irrumpido con fuerza en todas partes "y las actitudes no pueden ser las mismas", razona. Pero señala que es más fácil hacer correcciones sobre textos como en su caso que en una clase como la de interpretación, "donde se trabaja con material sensible, donde intervienen las emociones, los egos y los cuerpos... Es complicado y hay que ir con cuidado".

Las quejas informales que hasta la fecha han llegado a oídos de los equipos directivos de la Escola Superior d'Art Dramàtic (ESAD) del Institut del Teatre se han intentaron resolver hablando entre docentes, advirtiendo al profesor señalado por el alumno. Pero ha sido poco efectivo. Puyo ya ha reconocido que "quizá nos hemos equivocado y hay que decirlo". Toca corregir el rumbo y acaba con las malas praxis. Eso le habría gustado en su día escuchar a una alumna colombiana que entonces tenía 28 años, Juliana Acevedo, que ha denunciado en Twitter y la ratificado a este diario. Según cuenta, Ollé pasó de pedirle que fuera a comer con él y a tomar gintónics a ignorarla el día que ella le paró lo pies después de escuchar cómo le decía: "Me han dicho que eres una obsesa sexual". Fue la gota que colmó el vaso. Denunció todo lo ocurrido. "Me quejé a profesores como Andrés Corchero, Mercè Mariné o Bibiana Puigdefàbregas. Me dijeron que hablarían con él pero no sirvió de nada. Eso sí, continuó agrediendo verbalmente a otros y a mí empezó a ignorarme. Y en lugar de ir enseñando el cubata pasó a esconderlo". La chica entonces hizo una instancia por escrito, como le recomendaron. La respuesta la dejó helada: "Entendemos que la demanda ha hecho su curso y destruimos la instancia. No creemos conveniente tomar ninguna medida adicional". Así acabó su intento de cambiar algo en el ESAD. Era 2016, antes del MeToo.