EL LIBRO DE LA SEMANA

'Hamnet': un drama shakesperiano

Maggie O'Farrell fabula en su novela en torno a la muerte del hijo del gran dramaturgo inglés

La escritora irlandesa Maggie O'Farrell.

La escritora irlandesa Maggie O'Farrell. / RICARD CUGAT

Olga Merino

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Año 1596. En un día bochornoso de finales de verano, una niña siente que le sube la fiebre hasta la alucinación y se encama. Su hermano gemelo descubre asustado que no hay nadie en casa y recorre lavilla entera pidiendo ayuda. La acción transcurre en Stratford-upon-Avon, la localidad donde supuestamente nació William Shakespeare.

 Así arranca 'Hamnet', una novela que insufla vida a dos hechos fehacientes en la biografía, a menudo oscura,del incontestable poeta y dramaturgo inglés: la muerte de un hijo de Shakespeare llamado Hamnet, en el año y lugar mencionados, y la culminación, apenas un lustro después, de la tragedia titulada'Hamlet'. Ambos nombres, Hamnet y Hamlet, eran intercambiables en los registros parroquiales de la época, según se indica en los epígrafes. ¿Cabría la posibilidad, pues, de que el Bardo de Avon hubiese transformado la desgarradora pérdida en la mejor de sus obras? Esa es la fabulosa hipótesis, la aventura literaria en que se embarca la escritora británica Maggie O'Farrell(Coleraine, Irlanda del Norte, 1972) en la novena de sus obras. Palabras mayores.

Sin embargo, con su habitual inteligencia narrativa, la autora se sacude enseguida de los hombros el peso granítico de Shakespeare. A él se alude como «el padre», «el marido», «el hijo» o «el preceptor de latín»; nunca por su nombre o apellido. Además, el dramaturgo, como una luz difusa, aparece y desaparece en ausencias prolongadas por los menesteres con la compañía de teatro, en Londres, a dos horas a caballo. La fuerza motriz de 'Hamnet' se encarna en la esposa —Anne o Agnes Hathaway en la realidad—, a quien O'Farrell dibuja como un espíritu libre, muy unida a la naturaleza, con un olfato e intuición casi sobrenaturales, conocedora de las plantas y sus secretos. Tintura de pino y saúco. Gelatina de romero y menta. Un sapo atado en el abdomen con una tela fina. La autora ha apostado, además,por imaginar un matrimonio enamorado. Poco sabemos de ellos.

 Un narrador omnisciente se desliza entre los personajes, entre sus sentimientos y deseos, con tal elegancia y precisión que no suscita alarma alguna tropezarse, por ejemplo, con las maquinaciones de una pulga que salta de cuerpo en cuerpo, portadora de la peste bubónica, «una enfermedad que llega desde muy lejos [el puerto de Alejandría], desde un lugar de podredumbre, de humedad y de confinamiento». Palabras estas que adquieren una resonancia especial en medio de la pandemia de covid.

Dividido el texto en dos partes, el gozne está colocado en su sabio lugar, justo en el momento de la agonía del hijo: todo lo demás es dolor, el hollín de la muerte, cuyo tizne conoce bien la autora, como relató en su libro de memorias 'Sigo aquí', (en catalán, 'Visc, i visc i, visc'). 'Hamnet' habla de la mortalidad y el duelo, sobre cómo lo procesa y deglute cada uno. Una novela magnífica por la construcción de personajes y por el prodigio de saber escarbar con respeto en los recovecos de la verdad histórica.