Entrevista

Luis Landero: "Uno tendría que reivindicar el derecho a no estar informado"

El autor extremeño vuelve a dibujar su pasado como lector, escritor y profesor en su nueva 'memoir,' 'El huerto de Emerson', una enseñanza de vida, una invitación a descubrir lo que realmente eres

Luis Landero Foto bertran

Luis Landero Foto bertran / ALBERT BERTRAN

Elena Hevia

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Es muy posible que la primera sensación que tengan los lectores frente a 'El huerto de Emerson' (Tusquets), el último libro de Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948) sea haber entrado en un remanso de paz. En cierta forma, el libro supone un regreso al terreno de uno de sus mayores éxitos, sus memorias ‘El balcón en invierno’, por lo que tiene de evocación del pasado y, he aquí la novedad, de indagación en una vida, sus experiencias como lector, escritor y profesor de literatura. También la conversación, telefónica porque Landero no es muy amigo de virtualidades, circula por esos derroteros pausados, como si el autor hubiera acudido a la cita no para promocionar un libro sino por el mero gusto de charlar. 

¿Se puede decir que este es el texto más confesional que ha escrito?

Pues sí. Yo empecé a escribirlo por disfrutar de ello y mientras lo hacía me daba cuenta de que los textos se iban relacionando entre sí, que era consolador y luminoso. Un libro para celebrar lo vivido, para decir: este soy yo. Tomando eso sí un poco de distancia y humor para no teñirlo de sentimentalismo. 

Es un buen libro de recogimiento para estos tiempos de pandemia. 

Espero que los lectores lo sientan así. Le terminé en febrero del año pasado pero lo retoqué durante la crisis sanitaria. 

El título alude a una recomendación de Emerson, el filósofo, a aceptarse a uno mismo y cultivar el huerto que a cada uno le ha tocado. 

Sí, leí los ensayos de Emerson a los 17 años. Me impresionó mucho y toda mi vida he estado utilizando esa imagen y esa cita.

"La memoria es caprichosa, revuelve la habitación y la desordena por completo"

Hasta que fue a comprobarla y encontró otra cosa. 

Bueno, lo que no encontré es el huerto (ríe). Emerson hablaba de un terreno a cultivar. La memoria es caprichosa, revuelve la habitación y la desordena por completo. Por eso se ha quedado así. 

De esas trampas de la memoria habla también el libro. 

Damos por hecho que lo que recordamos es lo que fue. Y no. Nuestro pasado está por explorar, solo que debemos hacerlo a partir de los sentidos porque la memoria se apoya en los olores, en los sabores… Ahí está la magdalena de Proust que es una obviedad. En la experiencia de tocar la guitarra [el autor fue durante años intérprete de guitarra flamenca], por ejemplo, a veces no encuentras con la mente lo que tienes que tocar porque se te ha olvidado, pero las manos sí se acuerdan, tienen su propia memoria y encuentran el camino. La escritura ayuda a encontrar esas cosas concretas. Y es que lo abstracto no te lleva a ningún lado. 

"En la opinión te mueves con palabras abstractas que valen para todo. Describir supone un mayor esfuerzo"

Decía Josep Pla: “Es más difícil describir que opinar. Infinitamente más. Por eso todo el mundo opina”. 

Eso es. En la opinión te mueves con palabras abstractas que encajan en cualquier concepto y valen para todo. A menudo son ocurrencias del momento, opiniones que has oído por ahí. Describir supone un mayor esfuerzo y una mayor creatividad. Fíjate en el panorama de este país donde todo el mundo anda opinando por ahí sin pararse a pensar. 

Me sorprende que a lo largo de las páginas de ‘El huerto de Emerson’ se dibuje a sí mismo como una especie de impostor. Incluso un familiar llegó a decir que su mujer le escribía las novelas…

Ese sentimiento me lo inculcaron desde pequeño. Especialmente mi padre. Nos crió en una especie de complejo frente a las clases ilustradas. Nosotros éramos campesinos y siempre mitificábamos a los demás. No ya a quien tenía estudios, por supuesto, sino a quien, por ejemplo, supiera escribir a máquina, o a leer con soltura. Siempre he pensado, y en el fondo eso ha quedado latente en mí, que valgo poco. Lo que se inculca de niño es difícil desalojarlo del alma. 

Pero lo ha superado con creces.

Lo tengo racionalizado y eso me ha ayudado a que no se convierta en un trauma. A mi hermana y a mí nos decían: “Tú no vales para eso”. Por eso si me halagan siempre tiendo a desconfiar. Ahora lo cuento con ironía pero es algo que en mi adolescencia me hizo sufrir bastante. 

"La literatura no se enseña, se contagia"

¿Es por eso que enseñaba a sus alumnos a trabajar en la propia individualidad, en la originalidad, a través de la lectura?

La literatura no se enseña, se contagia. Yo apenas enseñaba teoría, íbamos leyendo y saboreando los textos poco a poco. 

Se ganaba a sus alumnos adolescentes explicándoles sus pasajes eróticos favoritos. Al parecer tiene en mente hacer un libro con los 100 mejores polvos de la literatura. 

(Ríe) Es una idea loca pero sí, tengo seleccionados algunos. Creo que el sexo es tan complicado en la literatura como el terror. Fíjate en la escena de la ducha de ‘Psicosis’, el cuchillo jamás entra en contacto con la carne. Todo está sugerido a partir de cosas concretas: la ducha, el agua, la cortina, las anillas y el desagüe. Hacerlo de otro modo, caer en la casquería, puede provocar la risa. Pues en el erotismo es igual. Mis polvos literarios favoritos son así.

¿Estos tiempos tan estridentes en lo político son buenos para retirarnos a cultivar nuestro huerto? 

Yo diría que es obligado retirarse a uno mismo para conservar la salud mental. Lo cual no quiere decir que no se deba estar informado, pero informado lo justo. Walter Benjamin decía hace un siglo que el hombre tiene cada vez menos experiencias porque ese campo ha sido invadido por la información. Uno tendría que reivindicar el derecho a no estar informado. 

No le diga eso a una periodista. 

Es fácil informarse de lo que ocurre cuando ya sabes lo que ocurre. Añades un matiz, una pequeña variante de lo que ya sabes. Decía Proust que en realidad habría que leer todos los días a Plutarco, a Shakespeare o a Cervantes y una vez al año, un periódico. Lamentablemente, hoy ocurre al revés. Yo no llego a tanto pero creo que sí deberíamos desintoxicarnos de tanta sobredosis informativa. 

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