Crítica de cine

'Narciso y Goldmundo': el novicio y el pícaro

La película, adaptación de la novela homónima de Herman Hesse escrita en la Alemania de entreguerras, conserva el espíritu conciliador al presentar los enfoques vitales de dos grandes amigos

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Narciso y Goldmundo'

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Narciso y Goldmundo'. /

Quim Casas

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Historia de amistad y religión, drama y relato de aventuras libertinas al mismo tiempo, ‘Narciso y Goldmundo’ adapta la novela homónima de Herman Hesse escrita en la Alemania de entreguerras. Es un texto sobre la conciliación entre personajes antagónicos, algo que no ocurriría poco tiempo después al subir Hitler al poder. La película conserva aquel espíritu conciliador, a veces algo naif, al presentar los enfoques vitales de dos grandes amigos, Goldmundo, a quien le encanta viajar, conocer mujeres y cultivar el cuerpo, y Narciso, un novicio culto y delicado.

 Se conocen de pequeños en el monasterio al que Narciso dedicará su existencia. Goldmundo, por el contrario, es abandonado allí por su airado padre tras separarse de su esposa. Crecen juntos, pero la mística y la vida austera de uno no tiene nada que ver con la sed de aventuras y conocimientos terrenales del otro. Pese a ello, a las constantes separaciones y a las curiosidades enfrentadas, se quieren, comprenden y necesitan. 

El grueso del relato pertenece al recuento de sus experiencias que realiza Goldmundo al volver, roto, tuero y cansado, al convento. Hay en esta fase del filme una interesante exaltación del placer carnal, de la aventura lúdica y cómica, que conecta con la trilogía de la vida de Pasolini: las relaciones de Goldmundo con las dos hijas de un terrateniente y su picaresca para sobrevivir a los peligros.