Los discos de la semana

'OK Human': Weezer sin guitarras sigue siendo Weezer

La banda de Rivers Cuomo entrega una muy inspirada colección de canciones pop grabadas con una orquesta de 38 músicos

Los nuevos álbumes de Ethan Iverson, Matthew Sweet, The Weather Station y Mora, también reseñados

weezer

weezer

Rafael Tapounet

Rafael Tapounet

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con casi 30 años de carrera y 14 discos de larga duración a sus espaldas, Weezer desempeña como acaso ninguna otra banda del momento el rol de institución del rock alternativo, un oximoron que se traduce en una nutrida pero no descomunal base de seguidores leales y en un permanente arqueo de cejas por parte de la 'intelligentsia' crítica cada vez que los angelinos publican un nuevo álbum. En esta ocasión, las suspicacias habituales se han visto reforzadas por la decisión de última hora del cuarteto que lidera Rivers Cuomo de guardar en el cajón el elepé en el que estaban trabajando (un homenaje a los grupos de heavy metal y hardcore de su juventud titulado 'Van Weezer') y entregar a cambio una colección de 11 canciones y media grabadas con una orquesta de 38 músicos, sin rastro de guitarras eléctricas. Los recelos son, pues, comprensibles, pero el disco se encarga de demolerlos, porque, a pesar de su título (un chascarrillo algo bobo a costa de Radiohead), resulta ser muy bueno.

Rivers Cuomo, que es un tipo astuto y tiene además un gusto musical exquisito, elude con gracia el riesgo de caer en la afectación y la grandilocuencia hueca tomando como modelos a grandes maestros del pop orquestal como Harry Nilsson (no hacen falta reactivos químicos para detectar sus huellas en la arrebatada balada 'Playing my piano') y los Beach Boys (la breve y deliciosa 'Mirror image' podría pasar por un descarte de 'Pet Sounds').

Instantáneas y atemporales

Como no podía ser de otro modo, también la sombra de los Beatles se proyecta sobre un elepé que fue en parte concebido en los estudios londinenses de Abbey Road, y lo hace con particular eficacia en la canción que abre el disco, 'All my favorite songs', un lamento autocompasivo vestido con una radiante progresión melódica que tiene la virtud de dejar claro ya desde el principio que Weezer sabe cómo sonar a Weezer sin necesidad de pisar el pedal de distorsión. El listón se mantiene, e incluso se eleva, en títulos como 'Aloo Gobi', 'Grapes of wrath' y 'Bird with a broken wing', rotundas demostraciones de que, 27 años después de la impactante aparición del primer álbum del grupo, Rivers Cuomo mantiene intacto su talento para componer canciones pop tan efectivas como atemporales.

Más cuestionable esta vez es su trabajo con las letras, donde se muestra como un individuo con cierta tendencia a la misantropía y bastante ajeno a lo que pueda ocurrir más allá de los muros de su bonita casa de Santa Monica. Reciclando ideas antiguas para adaptarlas a la situación de pandemia y confinamiento, Cuomo lanza ideas algo simples sobre cuestiones como su irrefrenable tendencia a procrastinar o los peligros de la tecnología, pero lo hace, eso hay que reconocérselo, asumiendo siempre sin imposturas su condición de hombre blanco privilegiado de mediana edad, por lo que resulta más fácil pasar por alto sus flaquezas como escritor y centrarse en las melodías. Que son magníficas.

Un giro sorprendente: el pianista Ethan Iverson, durante años miembro de los postmodernísimos The Bad Plus, presenta sus respetos al padre del be bop, el también pianista Bud Powell. El homenaje, grabado en formato de big band, mezcla con gracia el rigor y la fantasía: hay piezas de Powell recreadas hasta el más mínimo detalle y partituras imaginadas por Iverson que rezuman ideas, motivos y estados de ánimo inspirados en Powell, artista atormentado como pocos en la historia del jazz. - Roger Roca

El autor de los añorados y noventeros 'Girlfriend' y '100% fun' grita "dejadme solo" y le coge gusto al guitarrazo selvático sacando al Neil Young que lleva dentro. Menos power pop, más decantado hacia el artefacto pesado, de 'riff' granulado, mimando siempre la melodía y la armonía vocal (oigan los medios tiempos 'Come home' o 'Drifting'). Sweet nos recuerda no solo que tiene oficio sino que sabe tocar la fibra y abrir resquicios de luz entre la eléctrica calma tensa. Valor fiable. - Jordi Bianciotto

The Weather Station es la canadiense Tamara Lindeman, que en su quinto álbum disipa las brumas folk a lo Joni Mitchell de obras anteriores a favor de una arquitectura más compleja y mutante. El piano en el centro y propensión tanto a un soft-rock nebuloso con vestigios de una Christine McVie (Fleetwood Mac) como a las marejadas instrumentales salpicadas por vientos de jazz. Obra convulsa pero sobria, que casa la ruptura sentimental con el duelo global y que insinúa infinitos relieves entre líneas. - J. B.

Muy cercano a Bad Bunny, con quien ha colaborado estrechamente -también comparten sello-, Mora es uno de los nuevos genios de la fuertísima escena musical con base en Puerto Rico pero de recorrido global. El artista, que empezó como productor, ha publicado un álbum de debut que cumple expectativas. Disco ecléctico, consigue que cada tema suene de manera singular, desde el trap desafiante hasta el reguetón suave. Además, cuenta con colaboraciones de lujo (Jahy Cortez, Arcangel...) que agrandan las canciones. - Ignasi Fortuny.

Suscríbete para seguir leyendo