Los discos de la semana

'Medicine at midnight', de Foo Fighters: una regeneración a medias

La banda de Dave Grohl, el exbatería de Nirvana, refresca su fórmula sin superar cotas pasadas en ‘Medicine at midnight’

Los nuevos álbumes de Lennis Rodríguez, Kiwi Jr., Sperrazza - Sacks - Kamaguchi, Luw, también reseñados

icult FOO FIGHTERS

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Jordi Bianciotto, Ignasi Fortuny, Rafael Tapounet, Roger Roca

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Foo Fighters se las prometían felices un año atrás: con su nueva obra, ‘Medicine at midnight’, iban a festejar el 25º aniversario del modo más jovial del que se veían capaces. Era un disco pensado para sostener una gira mundial de jubileo y regar de confeti las ‘arenas’ del mundo, y ahora nos llega, tras nueve meses de retraso, como un reflejo melancólico de tiempos más divertidos. Otro de esos álbumes, como los de Bruce Springsteen y AC/DC, a los que agarrarnos para elevar el alma en estos días ingratos.

La función no le sienta mal a esta banda creada en 1995 por Dave Grohl tras la trágica debacle de Nirvana. Si su primer trabajo fue un expeditivo antídoto a la depresión grunge (y un bofetón a la tropa de angustiados imitadores de Kurt Cobain), ahora ‘Medicine at midnight’ nos trae cierto desahogo y entretenimiento; dinámicas con un poco de aventura, vivaces coros femeninos, aceleraciones, manotazos punk y una incursión en el ‘baladismo’ soft-rock. Aunque Grohl lo comparara con ‘Let’s dance’, de Bowie, ha ypoco rastro del funk y menos aún de la ‘disco music’, si bien el álbum resulta ameno y es, detalle nada menor, agradablemente corto: nueve canciones.

La guerra esperará

Sorprenden esos festivaleros “na-na-nas” en ‘Making a fire’, la fortachona pieza de bienvenida, que apuntala el cancionero en tensa alianza con su relevo, ‘Shame shame’, ‘single’ con brisa de suspense, ritmo disruptivo y un estribillo tribal y nublado, con fondo pesado de teclados (Rami Jaffee, ex The Wallflowers, incorporado al grupo en el 2017). Unos Foo Fighters más reconocibles entran en tromba en ‘Clouds potter’, torpedo con texto anti-pesimistas, y en ‘Waitingon a war’, cábala de Grohl sobre sus terrores infantiles en torno al fantasma de una guerra mundial (dedicada a su, al parecer, preocupada hija Harper, de 11 años) que, a partir de las guitarras acústicas y de las cuerdas, va cobrando cuerpo hasta desembocar en una estridente estampida punk-rock.

Da la impresión de que, tras el paso en falso de ‘Concrete and gold’ (2017), Foo Fighters se han decantado por atender a su instinto y entregar no el disco que más directamente podría reconectar con sus fans sino el que les pedía el cuerpo. Sacando pecho, reincidiendo con Greg Kurstin a la producción (del dúo The Bird & The Bee, con Inara George), cuelan una regeneradora, si bien discreta, aproximación ‘funky’ (la canción que titula el álbum) y un acogedor medio tiempo en el que cuesta reconocerlos (‘Chasing birds’), de la mano de ciertas exhibiciones de balística de calibre medio: la un poco sobreactuada ‘No son of mine’, dedicada al llorado Lemmy, o la funcional ‘Holding poison’. Suficiente para deleitar a la afición sin mayores aspavientos, mientras Foo Fighters meditan si para el próximo paso tocará ir pensando en el ‘disco de retorno a las raíces’.-Jordi Bianciotto

OTROS DISCOS DESTACADOS

'Colores' no es un primer disco al uso (la producción no es la de una debutante), pues Lennis Rodríguez ya tiene un éxito consolidado a base de 'singles' rompepistas. Y en base a estos lo ha construido, agrupando estas canciones conocidas con otras nuevas que hacen justicia a las anteriores. La artista de origen dominicano, siguiendo la exitosa línea trazada desde sus inicios, ha hecho un álbum luminoso, positivo, alegre a través de una mezcla sonora entre lo afro y lo latino que defiende con personalidad contagiosa. -Ignasi Fortuny.

“Me han dado ganas de empezar con un bocata en el Glaciar y acabar de madrugada bailando en el Magic”, me dice un amigo después de escuchar el segundo elepé de este cuarteto de Toronto. Kiwi Jr. tienen ese efecto porque en su caso, a diferencia de lo que ocurre con tantos grupos indies, el derroche de ingenio (bastante abrumador) no arruina la diversión. Con sus fuentes de inspiración bien a la vista (Pavement, The Clean, Modern Lovers, Kinks…) y un rico arsenal de ganchos melódicos, Cooler Returns es inteligente sin dejar de ser una fiesta. Gran disco. Rafael Tapounet

Luw es Lluís Costa, músico de Girona que, en los primeros 90, fue miembro de Barri Baix, luego de Psychoine y Kitsch, y largo cómplice de Adrià Puntí. En este nuevo comienzo destila su ciencia pop en un cancionero neoclásico de estilizadas melodías, espacios abiertos y guitarras tensas, tan heredero de los Beatles como de Bowie, The Cure o el alt-pop emotivo-distorsionado de la escuela de The Pastels. La majestuosa rotación en torno a los ‘Mil planetas’ apunta un virtuoso camino a seguir.- J. B.

¿Queda algo nuevo por decir a partir de los estándares? Nuevo quizás no. Pero bonito, sí. Al autor de las inolvidables partituras de 'El mago de Oz', se le han dado mil y una vueltas. Pero este trío, dedicado a revisar repertorios ajenos, consigue decir esas célebres canciones a su manera. Con ideas claras y distintas para cada pieza, combinando audacia y poesía -¡cómo emociona el contrabajo!-, Sperrazza, Sacks y Kamaguchi logran que escuchar de nuevo 'Over the rainbow' o 'Get happy' sea un placer. -Roger Roca