La novela de la cárcel

Del Colt a la Olivetti

10 delincuentes que abrazaron la literatura con estimulantes resultados tras pasar por la prisión

Retrato policial de James Fogle  autor de  Drugstore Cowboy   en 1968

Retrato policial de James Fogle autor de Drugstore Cowboy en 1968

Rafael Tapounet

Rafael Tapounet

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El escritor estadounidense Nelson Algren, autor de novelas como El hombre del brazo de oro y Un paseo por el lado salvaje (y amante de Simone de Beauvoir), pasó en su juventud cinco meses en una cárcel de Texas por robar una máquina de escribir que necesitaba para acabar a tiempo su primera novela, Somebody in boots, y cumplir así con los plazos que le había impuesto la editorial Vanguard Press. Podría decirse que la (breve) temporada entre rejas de Algren fue una consecuencia directa de su vocación literaria. Son mucho más frecuentes, sin embargo, los casos en los que ocurre justamente a la inversa y es la experiencia carcelaria (o la carrera delictiva) la que acaba determinando el nacimiento de un escritor. Este es un particular Top Ten de criminales que cambiaron el Colt 45 por la Olivetti Lettera 22 (aunque algunos lo hicieron sin perder jamás de vista el revólver).

HENRI CHARRIÈRE (1906-1973)

El hombre de la mariposa tatuada en el pecho. Después de hacerse un nombre como ratero y proxeneta en París, fue condenado en 1931 por el asesinato de un soplón (él siempre negó su participación en ese crimen) y pasó los 14 años siguientes entrando y escapándose de una serie de colonias penales de la Guayana Francesa, a cual más espantosa. En 1944, tras una inverosímil fuga de la terrorífica Isla del Diablo, llegó a Venezuela, donde pasó otro año a la sombra y donde, una vez excarcelado, se quedó a vivir para evitar ser extraditado a Francia. Charrière relató sus experiencias (al parecer, con una fidelidad a los hechos poco escrupulosa) en la estupenda novela Papillon, cuyo fenomenal éxito dio lugar a una célebre película y a una continuación, Banco.  

CHESTER HIMES (1909-1984)

A diferencia de otros nombres de esta lista, Himes creció en un hogar de clase media donde no faltaban los libros, pero llegó al lado oscuro por el camino del miedo y la ira, sentimientos comprensibles en un joven negro enfrentado a la monstruosa segregación racial de los estados sureños en los años 20 y 30. Empezó a escribir compulsivamente en la Penitenciaría de Ohio, donde cumplía condena por atraco a mano armada. Pasó del relato social a la novela policiaca sin perder la lucidez ni la mala uva y se largó de EEUU en cuanto empezó a ser aclamado como una suerte de Raymond Chandler afroamericano. Murió en la costa alicantina y a su sepelio, en el cementerio de Benissa, acudieron una docena de personas.

ICEBERG SLIM (1918-1992)

Robert Beck era un vendedor de insecticidas de Los Ángeles que, alentado por su mujer, decidió a mediados de los 60 escribir la historia de su vida. ¡Y menuda vida! Pimp. Memorias de un chulo es una crónica brutalmente descarnada de los años en los que el autor, apodado Iceberg por su implacable frialdad (según Irvine Welsh, recibió el sobrenombre “tras verse implicado, sin inmutarse, vaso de whisky en mano, en un tiroteo en un bar”), dirigía con una mezcla de astucia y crueldad una “cuadra” de prostitutas en Chicago. Una obra idolatrada por la comunidad hip-hop que encabeza la lista de libros más robados en las librerías de EEUU y que brindó a Beck la posibilidad de iniciar a los 50 años una breve pero notable (y lucrativa) carrera como novelista. 

MALCOLM BRALY (1925-1980)

Cuando Malcolm Braly cumplió 40 años, había pasado la mitad de su vida entre rejas, había completado tres novelas y acaba de salir de San Quintín en régimen de libertad vigilada. También había empezado a escribir En el patio, un retrato espeluznante y conmovedor del submundo carcelario que tuvo que terminar a escondidas después de que las autoridades amenazaran con revocarle la libertad condicional si seguía adelante. Publicada en 1967, En el patio fue aclamada como una obra mayor y ensalzada por Truman Capote y Kurt Vonnegut, entre otros. Braly publicó un par de títulos más (la autobiografía False Starts y la novela The Protector) antes de agotar su exiguo cupo de buena suerte y fallecer en un accidente de coche a los 54 años. 

PIRI THOMAS (1928-2011)

Hijo de madre puertorriqueña y padre cubano, Juan Pedro Tomás creció en el Spanish Harlem de Nueva York rodeado de miseria, racismo, drogas, bandas y delitos. Él mismo pasó por todo ello y se doctoró en la vida del Barrio con una condena de siete años de la que salió transformado en un carismático educador y activista que nunca dejó de luchar por la restitución de la dignidad de una comunidad desposeída. Abanderado del movimiento literario nuyorican, se estrenó como novelista con Down these mean streets (1967), un crudo y muy emocionante relato autobiográfico del que se hizo una traducción al castellano pobre y tardía (Por esas calles bravas, hoy inencontrable) y que merece, sin duda, un rescate en condiciones. 

EDWARD BUNKER (1933-2005)

Narcotráfico, extorsión, robo de bancos, atraco a mano armada, falsificación… La lista de delitos imputados a Bunker es tan larga como su historial de entradas y salidas de reformatorios y prisiones. La cárcel lo convirtió en un lector bulímico, primero, y en un obstinado aprendiz de escritor, después. “Escribir se había convertido en la única manera de escapar del cenagal de mi existencia”, confesó en el libro de memorias Educación de un ladrón, publicado en 1975. Dos años antes había visto la luz No hay bestia tan feroz, una fabulosa y desesperanzada novela de atracos que le brindó una muy estimable carrera literaria y le abrió las puertas de Hollywood, donde trabajó como guionista y actor ocasional en una veintena de películas. 

CLARENCE COOPER JR. (1934-1978)

Una historia triste. Adicto a la heroína y asiduo inquilino de centros correccionales desde una edad temprana, Cooper consiguió cierta atención con su primera novela, La escena, vívido retrato de la vida en un inframundo poblado por chulos, putas, yonquis, ladrones y policías corruptos al que sin duda David Simon dedicó algo de tiempo antes de ponerse con The Wire. Pero cuando empezaron a aparecer reseñas laudatorias del libro, su autor había vuelto a la cárcel y ya solo pudo publicar sus siguientes seis obras en baratas colecciones pulp de tapa blanda de muy limitado alcance. Apareció muerto en la habitación de un albergue de la YMCA en la calle 23 de Nueva York y a nadie pareció importarle demasiado. Tenía 43 años.

JAMES FOGLE (1936-2012)

Maltratado por su padre e ignorado por su madre, Fogle comenzó su carrera delictiva a los 12 años y a lo largo de su vida se dedicó a boicotear con contumacia todas las posibilidades de reinserción que le salieron al paso. La más seria se presentó con la buena acogida dispensada a Drugstore Cowboy, la única de sus novelas que llegó a la imprenta. Publicada tras el éxito de la película que Gus Van Sant realizó a partir del manuscrito que Fogle redactó en la cárcel, es el centelleante relato de las andanzas de una pandilla de cuatreros farmacológicos liderados por el muy supersticioso Bob Hughes, carismático alter ego del incorregible autor, que murió de cáncer de pulmón en la prisión de Monroe mientras cumplía condena por asaltar una farmacia. 

JACK HENRY ABBOTT (1944-2002)

Un mal bicho. El 19 de julio de 1980, seis semanas después de salir en libertad condicional tras pasar 15 años entre rejas, Abbott zanjó con varios navajazos mortales una discusión con el yerno del propietario de un restaurante de Manhattan que le había indicado que el baño era solo para uso de los empleados. Al día siguiente, el New York Times publicaba una crítica elogiosa de En el vientre de la bestia, el libro que recopilaba las cartas que Abbott había enviado a Norman Mailer desde la prisión, una detallada y áspera descripción de la vida en la trena aderezada con punzantes reflexiones. De vuelta en la cárcel, publicó un segundo libro, My return, antes de ahorcarse en su celda con una sábana y unos cordones de zapatos. 

HOWARD MARKS (1945-2016)

Después de un epifánico primer encuentro con la marihuana mientras sonaba de fondo el Please, please, please de James Brown, Marks, un aplicado estudiante universitario, se convirtió casi por accidente en uno de los mayores distribuidores de cannabis del mundo, con contactos en la mafia, el IRA y los servicios secretos de varios países. Tras una serie de rocambolescas peripecias, fue detenido en Mallorca y trasladado a una prisión federal de Indiana, donde escribió su autobiografía, Mr Nice, que rápidamente adquirió estatus de biblia fumeta entre los amigos del cáñamo y vendió un montón de ejemplares. Una vez libre, Marks volvió a Mallorca, escribió un par de libros más y hasta se presentó a las elecciones al Parlamento británico.

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