Crítica de música clásica

Mischa Maisky, todo un espectáculo con la OCM

El legendario violonchelista eclipsa con el ‘Concierto’ de Dvorák en el Palau de la Música

La Orquestra Camera Musicae con Mischa Maisky, en el Palau de la Música, el domingo 31 de enero

La Orquestra Camera Musicae con Mischa Maisky, en el Palau de la Música, el domingo 31 de enero / El Periódico

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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La Orquestra Simfònica Camera Musicae (OCM) continuó celebrando sus 15 años con un nuevo éxito tanto artístico como de un público que se ha convertido en fiel seguidor del conjunto, que lo recibió con un caluroso aplauso. Después de la colaboración con Maria João Pires de hace unas semanas, la ambiciosa programación de la OCM incluyó a una nueva estrella invitada de tintes legendarios, el violonchelista Mischa Maisky, quien interpretó uno de los conciertos para su instrumento más importantes del repertorio.

Pero esas no fueron las únicas cartas exhibidas ante el público barcelonés por el conjunto que dirige Tomàs Grau. Después de su paso por Tarragona y Vic, la OCM también ofreció en el Palau de la Música barcelonés el 'Siegfried-Idyll' de Richard Wagner, un poema sinfónico que exige gran madurez interpretativa. Parte de sus melodías el compositor las utilizará más tarde en la Tetralogía del 'Anillo del nibelungo', de ahí su importancia capital, además de ser una de las pocas obras instrumentales concebidas por un genio fascinado por el teatro musical. Concebida originalmente para orquesta de cámara, el 'Siegfried-Idyll' se ofreció en su muy difundida versión para conjunto sinfónico en una lectura intensa y plena de entusiasmo que solo flaqueó en alguna inseguridad en las trompas, llegando a la sección final muy amalgamada y con aterciopelados colores.

El 'Concierto para violoncelo y orquesta, Op. 104' de Dvorák es de los más interpretados, pero ello no le resta dificultad, sino todo lo contrario. Con Maisky la parte solista estaba más que garantizada, quien ofreció todo un espectáculo extrayendo de su instrumento un canto de mil matices, siempre apoyado de manera ejemplar por una orquesta concentrada y obediente a las directrices claras y efectivas de Tomàs Grau, quien pareció subrayar el aire agitanado de la composición y detenerse en el diálogo del conjunto con el solista, con unas maderas impecables y expresivas. La difícil parte final fue llevada con una efectiva acción de conjunto.

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