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El periodista infiltrado que denunció la omertá en la policía francesa

El reportero Valentin Gendrot narra en ‘Poli’ la violencia gratuita, el racismo y los abusos que presenció siendo agente en una comisaría de París 

Con solo tres meses de formación, el autor, que antes ya se había infiltrado en empresas como Lidl o Toyota, se convirtió en policía auxiliar armado

Valentin Gendrot, este viernes en Barcelona, donde participa en el festival BCNegra.

Valentin Gendrot, este viernes en Barcelona, donde participa en el festival BCNegra. / XAVIER GONZÁLEZ

Anna Abella

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Tras un curso de tres meses de formación Valentin Gendrot (1988) ya era policía auxiliar y llevaba uniforme y arma reglamentaria. Después de 15 meses destinado en un centro psiquiátrico empezó a trabajar en la comisaría del distrito 19 de París, una de las más conflictivas. Ninguno de sus compañeros sabía quién era en realidad, un periodista ‘freelance’ que se había infiltrado en sus filas y que narraría su experiencia en ‘Poli’ (Principal de los Libros). Lo presenta en BCNegra, donde este domingo participa en una mesa redonda con Emma Riverola.

“La violencia policial es recurrente contra un mismo perfil: hombres, negros o árabes o inmigrantes”, los que en el argot llaman “bastardos”, constata a este diario el reportero, que antes ya se había infiltrado en empresas como Toyota o Lidl. La primera vez que vio cómo un policía de su patrulla daba una paliza a un joven detenido de forma gratuita, Gendrot quedó “en ‘shock’”. “Pero, desgraciadamente, luego te acostumbras, te inmunizas, porque esos casos eran recurrentes. Pero el número de policías que tiene esos comportamientos violentos y racistas son una minoría. El problema es que el resto los encubre. La omertá, la ley del silencio, está muy instaurada. No hay traidores dentro del cuerpo”, asegura.

“Se comportan así porque pueden, quizá porque han tenido un mal día, porque están de mal humor… Decía Montesquieu que si se le da poder a un hombre, lo utilizará. Y los policías lo usan”. Enumera Gendrot los orígenes de esa violencia. “Falta una formación sólida, con ocho meses uno puede ser policía [el sueldo medio en París es de 1.320 euros], y cualquiera puede serlo. En mi curso había un ATS, un obrero, un ‘segurata’ con antecedentes policiales, un antiguo gendarme de pasado neonazi… Contratan a quien pueden. Con la ola terrorista, la política de Hollande y, ahora, Macron, es de reclutar de forma masiva. Y muchos de los que trabajan en París vienen de otras regiones, de clases medias o populares, que llegan desarraigados y con mucho desconocimiento. El racismo policial viene de esa ignorancia”.

Esa violencia y esos abusos de algunos agentes, señala, “degradan y aumentan la desconfianza entre la población y la policía”. Es un trabajo “en el que imaginas lo peor en cualquier momento del día, con una presión del entorno exterior y de uno mismo, donde los equipos compiten a ver cuál hace más detenciones o pone más multas, sobre todo a los ‘manteros’, cuyo material se reparten. Porque desde 2005, con Sarkozy, hay más presión por aumentar esas cifras de resultados”. A todo ello, añade que reciben un equipo de mala calidad (muchos acaban comprando de su bolsillo desde la linterna al chaleco) y “el alto índice de suicidios”: un 36% más que el resto de la población (59 en 2019).

Gendrot se sintió “liberado” cuando se publicó el libro tras el verano y, aunque levantó polémica, nada ha cambiado. “En Francia se habla mucho pero se actúa poco, y menos en la policía, un cuerpo que nunca se ha reformado desde la Segunda Guerra Mundial con el régimen de Vichy. Ha habido reuniones con el Ministerio del Interior, con sindicatos policiales… pero no se avanza nada. La ropa sucia se queda en casa. Se oculta. El ministro no reconoce la violencia policial y si no hay respuesta política no cambiará nada. Se ha visto en estos meses de tanta crispación, con los ‘chalecos amarillos’, la reacción tras la muerte en EEUU de George Floyd y el Black Lives Matter, que reavivó el caso de la del joven negro Adama Traoré en 2016 estando bajo custodia policial, o la de Cédric Chouviat hace un año, presuntamente por la asfixia sufrida durante un arresto”.

Insultos y ánimos

Al día siguiente de publicar el libro, Gendrot recibió un whatsapp de uno de los antiguos compañeros en la comisaría, que le dijo que estaba en ‘shock’. De los demás, nada. “En redes sociales recibí insultos pero también felicitaciones y ánimos. Yo solo actué por interés general”.