Crítica de cine

'Bajocero': Asalto al furgón blindado

En este filme de Luis Quílez el frío es una especie de estado de ánimo tan o más importante que el tema tratado y el conflicto de base

Estrenos de la semana. Película "Bajocero"

Quim Casas

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Todo parece pasar muy rápido en ‘Bajocero’, aunque la situación es larga, se dilata bien y ocupa más de una noche. En la primera secuencia, como desgajada del resto, vemos a un hombre en una situación incómoda pero cotidiana: ha pinchado una rueda de su coche, la esposa tiene que irse corriendo para llegar a tiempo a una cita y él se queda con su hija pequeña, intentando cambiar la rueda bajo un terrible aguacero.

El hombre, encarnado por Javier Gutiérrez, llega después a una comisaría. Su cometido es conducir un furgón blindado en el traslado de seis presos. Del pequeño drama cotidiano inicial pasamos a una situación de intriga, porque el viaje del furgón será cualquier cosa, menos tranquilo. La situación, ya de por si tensa, con una amenaza exterior y los conflictos individuales dentro del furgón, se hace aún más inquietante gracias al uso de la niebla densa que envuelve toda la carretera. Las bajas temperaturas se palpan en esta película, y no solo porque los personajes digan que hace frío o lancen vaho cuando hablan: el frío es una especie de estado de ánimo tan o más importante que el tema tratado y el conflicto de base.

Puede que haya cierto desequilibrio entre la construcción de una tensión más soterrada y ciertos delirios del guion. ‘Bajocero’ funciona mejor cuando los personajes no saben a ciencia cierta a lo que se enfrentan que cuando son conscientes del peligro real. Los planos de Gutiérrez solo en la carretera, envuelto por jirones de niebla y atisbando las luces distantes de un coche policial caído, definen mejor el filme que su itinerario argumental.