Coronavirus

Muere Larry King, sobreviven sus lecciones de periodismo

El icónico presentador de 'Larry King Live' ha fallecido en Los Ángeles tras una "dura batalla contra el coronavirus"

Larry King

Larry King / periodico

Carles Cols

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Ha muerto Larry King. Sobreviven sus lecciones, las periodísticas, por supuesto, y también las personales, no todas ejemplares, porque su vida, aunque exitosa al frente de unos de los ‘talk show’ más célebres de la historia de la televisión mundial, ‘Larry King Live’, fue una montaña rusa de ascensos y caídas vertiginosas. Se casó ocho veces con siete mujeres distintas, gastó fortunas en caprichos y juego, se arruinó dos veces, sufrió un infarto, sobrevivió a dos hijos fallecidos el pasado 2020 y fue arrestado por fraude en una ocasión, pero todo eso, jugoso material para los tabloides, se desvanecía cuando se sentaba en la silla de entrevistador. Entonces solo era Larry King, el periodista por el que todo el mundo se dejaba entrevistar, unas 50.000 personas a los largo de sus 63 años de oficio, desde todos los presidentes de Estados Unidos desde Richard Nixon hasta convictos como Mark David Chapman, desde líderes mundiales como Yaser Arafat y Vladimir Putin a ufólogos que aseguraban haber experimentado ya encuentros en la tercera fase.

Sus datos biográficos merecen ser citados a la carrera para dar paso a sus enormes lecciones. Nació en Brooklyn en 1933. Su familia era pobre y él, además, un mal estudiante. Entonces se llamaba en realidad Lawrence Harvey Zeiger, hijo de una pareja de inmigrantes de Austria y Bielorrusia. Como `periodista, Larry King nació en realidad el 1 de mayo de 1957. Trabajaba como chico de los recados en una pequeña emisora de Miami, WAHR. Un pinchadiscos de la radio abandonó inesperadamente su puesto y el dueño de la emisora le ordenó que le relevara en el micrófono”.

“Estaba petrificado”, confesó años más tarde. Varias veces bajó el volumen de la música para decir algo, pero asustado, callaba y volvía a subirla. El dueño abrió la puerta y le dijo que simplemente dijera algo, que ese era un negocio que consistía simplemente en hablar. ¿Qué hizo? Esa es la primera gran lección que Larry King deja para la posteridad. Dijo la verdad. Contó lo que acababa de ocurrir. Fue honesto con su primera audiencia.

Tenía, como se ha recordado en ocasiones, una cara perfecta para la radio. Cabezón, miope, narizotas, algo hortera en el vestir… Quién diría que un día iba a ser una estrella de la televisión. Pero entonces tenía ya una voz que, aunque cavernosa, era miel para los oídos. Pronto llamó la atención de los cazatalentos de otras emisoras.

Un año después de su bautismo radiofónico ya estaba al frente de un formato bien curioso. Desayunaba con famosos en Pumpernik’s, un restaurante de Miami. Por su programa pasaron celebridades como el incontinente humorista Lenny Bruce y el ídolo de las adolescentes Bobby Darin. Por su forma de preguntar, pronto hubo cola para ser una estrella invitada de King. La cuestión es, claro, ¿cuál era su estilo?

Preguntas cortas, jamás largas exposiciones previas para demostrar que era más listo que el entrevistado, curiosidad, nunca ganas de acorralar al invitado. Lo interesante es lo que tenga que contar el entrevistado y, para ello, tenerle a la defensiva, decía, es una mala estrategia. El periodismo (o al menos así se enseñaba antaño) tiene que dar respuesta a cinco preguntas, las cinco ‘w’ en inglés. Qué, quién, dónde, cuándo y por qué. A Larry King le interesaba sobre todo una. Por qué, pero jamás con tono acusatorio, sino simplemente por aprender.

La entrevista imaginada con Bin Laden

En una ocasión, con motivo de sus 25 años al frente de ‘Larry King Live’ de la CNN, una aventura en la que le embarcó Ted Turner en 1985, explicó con un ejemplo magnífico cuál era su receta como entrevistador. Imaginó que tenía enfrente a Osama Bin Laden. Lo fácil, lo que harían otros, supuso, sería preguntar en primer lugar por qué promovió los atentados del 11 de septiembre de 2001. King, llegado el caso que jamás se dio, el de tener a Bin Laden al otro lado de la mesa, dijo que preguntaría otra cosa. Por qué dejó atrás una vida en familia y una inmensa fortuna y decidió ir a vivir a una cueva. Hay que reconocer que como aproximación al personaje habría sido mucho mejor la receta de King.

El coronavirus se ha llevado por delante a un periodista tan icónico que en 67 ocasiones fue requerido para minúsculos papeles en la gran pantalla, la mayor parte de las veces para interpretar, cómo no, a Larry King. Es él, por ejemplo, quien da fe, cigarrillo en mano y por la radio, de que los 'cazafantasmas' están limpiando Nueva York de espíritus guasones y malévolos. Tanta faena como actor no le reportó ningún premio, pero sí una estrella en el paseo de la fama de Hollywood Boulevard. Lo normal habría sido que esa vis actoral mermara su prestigio como entrevistador. Era un riesgo que asumió. No le pasó factura. En una ocasión, en un mismo día entrevistó a presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, al libio Muamar el Gadafi y al venezolano Hugo Chávez. Tal vez sea esta una plusmarca periodística no batida por otros entrevistadores.

Su estrella, desde que fue relevado en la CNN y probó suerte en la televisión de internet, era un sol crepuscular, pero su oficio continuaba siendo el mismo, eficaz y honesto. Tenía 87 años. Descanse en paz.