Festival BCNegra

La fascinación del crimen perfecto

El periodista y experto en novela negra Antonio Lozano desgrana amena sabiduría criminal en el ensayo 'Lo leo muy negro'

Del pacto de Capote con el Diablo a cómo cometer el atraco perfecto pasando por la mala vida de Ellroy, el libro reúne casos reales y de ficción, literatura negra y anécdotas

James Ellroy, Sue Grafton y Jo Nesbo.

James Ellroy, Sue Grafton y Jo Nesbo. / RICARD CUGAT

Anna Abella

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Cómo le pusieron una pistola en la cabeza a Don Winslow, el autor de ‘El poder del perro’ que tan bien ha reflejado el mundo de los narcos. Curiosidades morbosas como que el actor Ashton Kutcher halló, cosido a navajazos, el cuerpo de su novia, Ashley Ellerin, víctima de Michael Thomas Gargiulo, el llamado Destripador de Hollywood. O la premonición de Jim Thompson -alcoholizado autor de clásicos como ‘1.280 almas’ a quien Stephen King llamó “chiflado”- que falleció en 1977 sin ningún libro suyo en circulación en EEUU y diciéndole a su mujer: “Espera y verás. Me haré famoso diez años después de muerto”. “Y dio en el clavo con la década de su resurrección definitiva”, apostilla Antonio Lozano (Barcelona, 1974), que en el ensayo ‘Lo leo muy negro’ (Destino) desgrana anécdotas como estas y sabiduría acumulada tras más de dos décadas de experiencia como crítico y periodista convertido en toda una autoridad en género negro

Cómo robar un banco

El volumen es una exhaustiva y documentada miscelánea, una ‘Travesía por crímenes reales e imaginarios’, como bien reza el subtítulo, que repasa detectives y asesinos, escritores de ayer y hoy, libros y lazos con películas y series. Da también Lozano claves de cosas que aprendió gracias a la novela negra. “Me quedo con la receta para un crimen perfecto que brinda Scott Turow en ‘Inocente’ y con la clave para atracar con éxito un banco que compartió Jo Nesbo en una entrevista. Una y otra unidas por el empleo de drogas en un equilibrio perfecto”, cuenta horas antes de presentar el libro este domingo 24 en una charla de BCNegra. Para curiosos, fue un preso quien reveló a Nesbo, en una charla en una cárcel, el secreto del robo: “acertar con la dosis exacta de la droga que se decida ingerir”, un tranquilizante puede dormirte y un excitante, llevarte a provocar una carnicería... 

"Se abrieron los brazos a cualquier autor nórdico por una cuestión de pasaporte y no de talento"

En ‘Lo leo muy negro’ indaga en por qué nos fascina tanto el crimen. “Todo crimen es una transgresión y por tanto una caída en el lado oscuro que nos desconcierta, repeliéndonos y atrayéndonos de forma simultánea. Y casi todos, por brutales y chapuceros que puedan llega a ser, encierran un enigma complejo (qué cúmulo de circunstancias, personales, sociales, ambientales…, llevó a su ejecución) y nos invitan a preguntarnos cómo habríamos reaccionado nosotros en ese preciso contexto –señala-. Cualquier persona tiene problemas y frustraciones, está sometida a estrés o lamenta carencias, algunos sufren de mal de amores o no llegan a fin de mes… ¿hasta dónde puedes llegar sin explotar? ¿Por qué unos cruzan la línea y otros no? El crimen lanza interrogantes que nos interpelan de un modo muy profundo”.

El crítico y escritor Antonio Lozano, autor de 'Lo leo muy negro'.

El crítico y escritor Antonio Lozano, autor de 'Lo leo muy negro'. / EL PERIÓDICO

El pacto fáustico de Capote

Lozano, que dirige la colección ‘Serie Negra’ de RBA, recorre casos reales y literatura negro criminal. Entre los clásicos se detiene en el ‘true crime’ por excelencia, ‘A sangre fría’, “el pacto fáustico de Truman Capote” sobre la masacre de una familia en un pueblo de EEUU. “Durante la elaboración del libro se comportó de manera miserable con uno de los asesinos, Perry Smith, insuflándole ánimos mientras que en privado deseaba que las apelaciones a su sentencia de muerte fracasaran para poder terminar el libro de una maldita vez. Y es como si hubiese vendido su alma al Diablo a cambio de una obra maestra. La consigue pero por el camino pierde su humanidad, nunca recupera tan alto grado de inspiración y acaba rechazado por colegas y amigos ante sus constantes indiscreciones”.  

Los yonquis de la biblioteca

Al propio autor le sorprendió uno de los increíbles casos, ejemplo de que la realidad supera a la ficción. «Me pareció maravillosa la pieza que le dedicó Gay Talese al cuerpo de detectives que la New York Public Library de Nueva York tuvo a sueldo en los años 50 y 60, especializados en el rastreo de libros. Cada año miles de ejemplares no eran devueltos a los mastodónticos depósitos de la biblioteca de la Quinta Avenida y, aunque la mayoría de los casos respondían a despistes, detrás también había numerosos yonquis que vendían los ejemplares sustraídos bajo la ayuda de varios carnets falsos para financiar su adicción. Si quieren conocer la historia de la cleptómana que atesoró 1.200 novelas románticas, tendrán que leer el libro”, reta Lozano, autor de numerosas entrevistas en profundidad con grandes de la novela negra, entre ellos, Harlan Coben, Philip Kerr, Petros Márkaris...

La mujer que daba mala vida a Ellroy

“Por muy bien preparada que lleves una entrevista, un condicionante es siempre el humor (y, por tanto, la predisposición) con la que se ha despertado el autor. Cogí muy cruzado a James Ellroy, aunque en un segundo encuentro se redimió". Y le pidió disculpas, confesándole el autor de 'La Dalia Negra', célebre por su arte en incomodar a sus interlocutores, que por aquel entonces había una mujer que le daba "muy mala vida". "Tampoco tuvo su mejor día Richard Price, a quien visité en su domicilio de Harlem, aunque intuí que estaba rabioso porque le acababan de rechazar un piloto televisivo”, revela.

Pero no todos fueron tan temibles. “En el extremo opuesto, los más encantadores con diferencia han sido John Connolly y Sue Grafton". Connolly, además de llevarle en coche al hotel tras la entrevista, "es conocido por traer regalos a la gente de su editorial y a los periodistas con los que ha estrechado lazos". "Y Grafton, con la que hice una mini gira de actos en un corto periodo de tiempo, me dejó pasmado cuando, antes de la tercera entrevista con público, me pasó una chuleta con preguntas para diversificar un poco los temas a los que debía estar ya harta de responderme”.

"El mercado de la novela negra está saturado de mediocridad y oportunismo"

Para este bregado experto “el tan cacareado ‘boom’ de la novela negra no ha sido a nivel de ventas sino de producción, de oferta, y no de lectores. El éxito planetario de ciertos nombres, como Stieg Larsson o, más recientemente, Joël Dicker, quizá han llevado a confusión, haciéndonos creer que aquí se lee novela negra a mansalva”. “Abundan sellos y autores maravillosos, por descontado, pero el mercado está saturado de mediocridad y oportunismo. El género es muy sensible a las modas y a las réplicas degradadas. Se abrieron los brazos a cualquier nórdico por una cuestión de pasaporte y no de talento, por ejemplo. Pero imagino que esta invisibilidad de mucho de lo bueno por el alud permanente es extrapolable a toda la literatura”, opina quien en el libro disecciona a “ases” del género como Fred Vargas, Dennis Lehane, Ian Rankin o John Verdon.

El lazo entre Hitler y el terrorista

Reúne también Lozano pinceladas de historia. Una de ellas explica el ingenioso lazo que ‘une’ a Hitler y Mad Bomber, “un terrorista que aterrorizó Nueva York sembrándolo de artefactos explosivos”. “En los años 50 el psiquiatra James Brussel jugó un papel crucial en la detención de Mad Bomber, de quien aventuró un retrato que se reveló impecable. ¡Acertó incluso en su afición por los trajes cruzados! En 1943, su colega Walter C. Langer había completado un informe sobre la mente de Hitler, en el que vislumbró la escalada de su crueldad y su suicidio final –detalla-. Langer partió de una personalidad conocida y anticipó su comportamiento, mientras que Brussel partió del comportamiento de un criminal y luego dedujo qué tipo de persona era. Brussel lo llamó ‘psicología inversa’. Hoy lo llamamos ‘profiling.

Para más historia, la del espiritista Arthur Conan Doyle, que “se mostró avanzado a su tiempo” al entender que el detective del futuro, “enfrentado a psicosis y paranoias no podía escapar a adicciones de alto riesgo”. Enganchó a Sherlock Holmes, recuerda Lozano, a inyecciones de una solución de cocaína al 7%.  

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