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Crítica de 'Spare Ribs', de Sleaford Mods: nuevas (y mejores) invectivas contra el mundo moderno

Los nuevos álbumes de Steven Munar & The Miracle Band, Lucía Fumero, Rojuu y MADEE, también reseñados

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SLEAFORD

SLEAFORD

Rafa Tapounet / Jordi Bianciotto / Roger Roca / Ignasi Fortuny

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Un hooligan de mediana edad que va soltando improperios en voz alta por la calle mientras a su alrededor la gente elude el contacto visual y cambia de acera y un tipo con aspecto de sin techo que asiente con la cabeza y pega tragos a la enésima lata de cerveza del día son, sin duda, las estrellas del pop que este siglo XXI merece. Y ahí están Jason Williamson y Andrew Fearn para reclamar el puesto. Pero más allá de su extraordinaria (por extrañamente ordinaria) propuesta estética, un espejo que refleja el apocalipsis cotidiano que la Gran Bretaña pija del Brexit pretende esconder bajo la moqueta, existen un buen montón de argumentos para sostener que los Sleaford Mods son el grupo inglés más relevante de la última década. Y Spare Ribs, su sexto elepé, los confirma prácticamente todos.

Las afiladísimas letras de Williamson siguen siendo un imbatible catálogo de invectivas contra todo lo que está mal en el mundo moderno (y de frases que piden a gritos una camiseta en la que ser impresas, como ese “Hagamos que le jodan al Brexit con el pene de un caballo” que escupe en la muy airada Out There), aunque uno diría que el verdadero corazón narrativo del disco, si es que existe tal cosa, se esconde esta vez en las dos canciones en las que el frontman de los Mods, espoleado al parecer por una lesión en la espalda que le hizo echarse en brazos de la codeína y los calmantes durante el confinamiento, evoca sin falsa nostalgia los días de infancia pasados en una angosta vivienda de protección oficial de Grantham, Lincolnshire.

Fishcakes, que cierra el álbum, es un lúgubre pero emocionante paseo por la suburbia inglesa de finales de los años 70, con sus paredes empapeladas, sus celebraciones especiales a base de pescado rebozado y sus “regalos de segunda mano” en Navidad. Mork N Mindy, que se beneficia de la fabulosa presencia de la joven cantante de Bournemouth Billy Nomates (también colabora en el disco Amy Taylor, del grupo australiano de punk-rock Amyl and The Sniffers), recrea con crudeza el sentimiento de alienación de un preadolescente encerrado en su cuarto un domingo por la noche en pleno divorcio de sus padres.

Si Williamson ha añadido registros a su escritura sin perder puntería, otro tanto puede decirse de las eficacísimas bases instrumentales que aporta Fearn, cuyo talento para construir sugerentes paisajes sonoros con muy pocos elementos tiene algo de portentoso, desde el pegadizo ritmo synth-pop de Elocution (¿alguien ha mencionado a Human League?) al bajo electro-funk de Spare Ribs. El hombre del laptop y la cerveza recorre el trastero en el que se almacenan los restos del post-punk/techno/indie-rock/hip-hop de las últimas cuatro décadas en busca de las piezas que mejor encajan con las lúcidas jeremiadas de su socio y las ensambla con particular maestría. El resultado es un disco mayor de un grupo necesario. No cambien de acera la próxima vez que se crucen en su camino. - Rafa Tapounet.

OTROS DISCOS DESTACADOS

 Noble cancionista mallorquín surgido del indie de los 90 con The Tea Servants, Munar reafirma una identidad pop adulta casando el nervio de su versión juvenil con el giro melódico refinado, y dejando ahora fuera de foco el registro más folk-rock. Un Munar tan sobrio como funky, con su punto vocal quebradizo, entre David Byrne y Stuart Staples, y una lírica irónica de ecos ‘cohenianos’: “democracy is coming to your neighborhood”, advierte en la sibilina pieza de apertura, ‘Trust’. - Jordi Bianciotto

Por ingredientes, el estreno de la pianista Lucia Fumero está hecho de tradición clásica, jazz, folklore de Latinoamérica y pop. Pero esa es la descripción aséptica. Porque yendo a lo que importa, aquí hay inventiva, sentido del juego y canciones -unas muy luminosas, otras en penumbra- que mezclan todos esos ingredientes con absoluta naturalidad. Apoyada en las voces cómplices de Rita Payés o Eva Fernández y al frente de un trío con groove propio, Fumero se estrena hablando su propia lengua. - Roger Roca.

Este disco es la constatación de que Rojuu puede jugar a lo que quiera que siempre es notable. Logra ser emocionante a pesar de que el oyente no sea un perfecto coetáneo. No tiene miedo a probar con sonidos y distorsiones (en el productor Carzé tiene un perfecto aliado). En 'Roku Roku' hay incluso un 'sample' de homenaje a Camela. El disco empieza muy bien, con un viaje pausado junto a Maria Blaya, pero sigue sin perder comba. El catalán transita como un perfecto cronista por estadios universales de la adolescencia que retrata a menudo desde la melancolía. - Ignasi Fortuny

De la parálisis pandémica pueden salir brotes de vitalidad, como la reunión de Madee, banda de Cabrils que dejó huella con su épica ‘emo’ un par de décadas atrás. Replegada en torno a su productor, Santi García, y con casi todos sus titulares (incluido Ramón Rodríguez, The New Raemon), desprende dominio de la ciencia eléctrica, ahora con más medios tiempos y ambientes matizados, construyendo canciones dotadas de un fondo intangible, más grandes que la suma de notas y armonías. Será la madurez. - Jordi Bianciotto