Crítica de teatro
Emma Vilarasau, imperial en La Villarroel
La aclamada actriz es el centro de atención con su soberbio trabajo de 'La cabra, o qui és Sylvia', la incómoda y reconocida obra de Edward Albee
La versión dirigida por Iván Morales eleva en algunos momentos el tono de comedia que puede llegar a chocar con un texto tan corrosivo
José Carlos Sorribes
Periodista
Quince años después de que Josep Maria Pou nos descubriera, y con gran éxito, 'La cabra, o qui és Sylvia?', la pieza del dramaturgo estadounidense Edward Albee ha vuelto a La Villarroel. Es tiempo suficiente el pasado desde su estreno para justificar una nueva versión de esta pieza desasosegante, incómoda, y que pone sobre la mesa un debate casi inacabable sobre los límites de la tolerancia y la moral. Ahí es nada que un arquitecto prestigioso (ganador del premio Pritzker), con una familia asentada y progre, llegue un día y revele un secreto de los inconfesables: se ha enamorado de una cabra, y no de forma bucólica. No tiene fondo posible el precipicio que se abre con esta revelación.
La versión de Pou es la que ha vuelto a montar Iván Morales en la dirección y con Emma Vilarasau, Jordi Bosch, Jordi Martínez y Roger Vilà en el elenco. Son la mujer del arquitecto, el protagonista enamorado, el gran amigo de él y el hijo de la pareja. En sus manos está un texto que funciona con precisión propia de un quirófano y que avanza como una locomotora. Su arranque propio de una comedia de alta escuela es toda una trampa ante lo que va a venir después, una tragedia de aquí te espero. Porque ese mundo feliz se viene abajo, se autodestruye (como hace Vilarasau con todo lo que le rodea en la escenografía algo aséptica de Marc Salicrú) con una revelación que salpica a los cuatro afectados.
Sacudida emocional
Con una actriz del vuelo de Emma Vilarasau queda claro que ella iba a ser la reina de la función. Y así es con una actuación imperial en la que dibuja cada gesto de la sacudida emocional de Stevie, la esposa. Ella está siempre en el centro del foco, algo que la propia dirección de Morales fomenta. Bosch, mientras, también llega a lo más alto en sus volcánicas escenas compartidas con la que también es su mujer en la vida real. Elegir al matrimonio protagonista parecía cantado en esta ocasión, pese a que estemos acostumbrados a ver Bosch en otro tipo de personajes. Martínez despacha con facilidad el papel del amigo algo sobradete, mientras Vilà encarna al hijo atolondrado, algo que quizá acentúa demasiado el intérprete sobre todo con su excesiva gestualidad corporal.
Esta notable nueva versión de 'La cabra, o qui és Sylvia?' carga con el déficit de un tono que, sobre todo en su primera parte, llega a provocar la sonrisa fácil del espectador, y no se trata de eso. En todo caso debería ser una sonrisa helada. Porque Albee nos lleva a un callejón nada complaciente y de salida complicada. Deja caer una bomba -al estilo de '¿Quien teme a Virginia Woolf?', su pieza más conocida- que derrumba los cimientos, no tan firmes como podría pensarse, de entornos aburguesados.
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