Inspiración de 'One night in Miami'

Cassius Clay vs. Sonny Liston: el combate que cambió la historia

'One night in Miami’, de Regina King, toma como punto de partida la legendaria pelea en la que el futuro Muhammad Ali se coronó como campeón del mundo e inició su camino a la leyenda

Detalle de la portada del Miami Herald que recogía la victoria de Cassius Clay sobre Sonny Liston, en 1964.

Detalle de la portada del Miami Herald que recogía la victoria de Cassius Clay sobre Sonny Liston, en 1964.

Julián García

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Horas después de derrotar contra pronóstico al indestructible Sonny Liston en el Convention Hall de Miami Beach, el 25 de febrero de 1964, Cassius Clay anunció que cambiaría su nombre por el de Cassius X. “¡Clay es el apellido de un esclavo y yo soy un hombre libre!”, exclamó el Bocazas de Louisville, quien días más tarde, y tras abrazar la fe islámica, pasaría a llamarse ya para siempre Muhammad Ali, ‘El amado de Dios’. Aquel memorable combate frente a Liston le haría campeón del mundo de los pesos pesados con solo 22 años, pero sería sobre todo la rampa de despegue de su leyenda como El Más Grande: no solo un púgil extraordinario, sino un símbolo imperecedero de la lucha contra la desigualdad racial y de la protesta contra la guerra de Vietnam. Y eso que, según decían, El Gran Oso Liston iba a acabar con la vida de Clay.

En efecto, Liston no tenía rival sobre el ring después de haber noqueado en dos ocasiones al campeón vigente, el flamante Floyd Patterson. Liston era un modelo involuntario de la llamada mala vida: un tipo primitivo, semiesclavo, analfabeto, de mirada aterradora y puños de piedra, que aprendió a boxear en la penitenciaría de Jefferson, su hogar durante años tras haber atracado una gasolinera. Matón a sueldo para la mafia, Liston parecía una bestia letal e inquebrantable.

Enfrente, Cassius era un tipo insolente y bravucón que, desde que supo que pelearía con Liston, desplegó toda su artillería de 'trash talker' para calentar el combate y descentrar al rival. “Sonny es un oso horrendo y yo soy el boxeador más guapo del mundo”, alardeó. “Te voy a matar”, le respondió Liston con parquedad sobrecogedora. Más allá del palique y el pavoneo, Clay cotizaba muy bajo en las apuestas. El combate apenas levantó expectación: se vendieron la mitad de las 15.000 entradas. Nadie tenía ni la menor idea de que esa noche, en Miami Beach, iba a cambiar la historia del deporte.

El joven Clay era audaz con las palabras, un rimador 'avant la lettre', pero lo era todavía más su forma de pelear. Veloz como el rayo y ágil como un bailarín, rompió los límites de lo que un peso pesado podía hacer sobre el ring. Su actitud, además, era pura provocación: la cabeza arriba, los brazos abajo, el baile elegante, el reto sarcástico al contendiente como diciéndole “ven, acércate”. Liston era una bestia con los puños, pero de maquinaria pesada, y solo pudo ver a Clay como a un rayo entre sombras. Nunca tuvo opciones de ganar; solo en el cuarto asalto, cuando desde el rincón le echaron algo en los guantes que irritó los ojos de Clay y le dejó sin apenas visión. Tras sonar la campaña del sexto ‘round’, el viejo hampón se sentó en la esquina y tiró la toalla por sorpresa. “¡Soy el rey. Cerradme ahora la boca!”, explotó Clay. El resto, como suele decirse, ya es historia. O historia bellamente ficcionada, como ese quimérico encuentro de Ali con tres tótems del poder negro como Malcolm X, Jim Brown y Sam Cooke, justo después de noquear a Liston, que relata ‘One night in Miami’, ópera prima de Regina King que se estrena este viernes en Prime Video

Meses después, el 25 de mayo de 1965, el renombrado Ali dio la revancha a un Liston desmotivado. Solo necesitó dos asaltos para acabar con él. El noqueo partió del conocido como “golpe fantasma”, porque nadie, o casi nadie, vio el impacto en el cuerpo de Liston. Se especuló sobre la influencia de la mafia neoyorquina en ambas peleas con el objetivo de que Liston las perdiera. Más allá de las habladurías, nada podría detener ya a Ali como deportista de leyenda y, sobre todo, icono inmortal de la fascinante cultura pop de los 60 a la altura de los Beatles, el Ché Guevara y el presidente Kennedy.

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