Crítica de concierto
Orlinski, solvente fenómeno fans en el Palau de la Música
El joven y mediático cantante lírico demostró talento, ganas y ambición artística en el programa 'Eroe'
El fenómeno Orlinski es fruto de la modernidad. Que un cantante lírico aproveche su juventud para promocionarse por redes sociales llegando a un público nunca antes explorado lo convierte en un pionero. Su juventud hace que los de su edad conecten con su arte además de con sus equilibrios sobre el 'skate', sus coreografías de 'break dance' o sus 'shootings' de modelo, aficiones en las que acostumbra a incursionar. La gran presencia de gente joven en el Palau así lo refrendó, al igual que el aplauso que recibió en su aparición en el escenario. Pero Jakub Józef Orlinski no es solo fruto de su poderío mediático. Porque sobre el escenario impone talento, ganas y ambición artística, combinación que, junto a su fuerza en las redes sociales -y en plataformas discográficas 'online'- lo convierten en una estrella peculiar.
Quizá por todas estas razones ha vuelto al Palau de la Música Catalana después de su auspicioso debut en noviembre de 2019, antes de que la pandemia trastocara la vida en el planeta. El cantante no ha hecho más que certificar su ascendente trayectoria en un exigente programa -titulado 'Eroe'- que, junto a los ocho integrantes del algo irregular conjunto Il Giardino d’Amore que concerta con eficacia el virtuoso Stefan Plewniak desde el violín, se centró en dos grandes exponentes del teatro musical del barroco italiano, Antonio Vivaldi y Georg Friedrich Händel.
Del primero, en todo caso, solo se interpretó una única pieza vocal, el aria del emperador Anastasio 'Sento in seno ch’in pioggia di lacrime' de la òpera 'Il Giustino', en la que Orlinski puso de manifiesto ligeros avances respecto de lo demostrado anteriormente en la ciudad: ante una proyección discreta y un registro poco uniforme -que castiga las zonas del pasaje-, impone un natural e inteligente sentido del ‘legato’, agilidades y escalas casi siempre bien resueltas y una línea de canto siempre elegante, con el ornamento justo. Quizá esta pieza, en su conjunto, fue la más conseguida de la noche, bien enmarcada por los 'pizzicati' de las cuerdas.
Vivaldi tuvo en cambio una amplia presencia con selecciones de sus sonatas y 'concerti grossi', pero presentados fragmentadamente, elección que puede ayudar a los no iniciados a interesarse por el repertorio. Il Giardino d’Amore se mostró casi siempre concentrado y brilló con luz el virtuosismo de Plewniak, ovacionado en el 'Allegro' del 'Concierto par a violín RV 208', 'Il grosso mogul'.
En el canto de Orlinski, vitoreado en todo momento por sus incondicionales, prevaleció la fuerza hedonista y elegante de Händel, desde una discreta aria de la ópera ‘Tamerlano’, superándose en 'Furibondo spira il vento' de 'Partenope', hasta la popular y bien resuelta 'Agitato da fiere tempeste', de 'Riccardo Primo Re d'Inghilterra', punto final de esta fiesta barroca.
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