Crítica de libros

'El càstig': una mártir con lágrimas de kétchup

Guillem Sala lanza una atrevida apuesta narrativa bilingüe para bucear en el psicodrama de una profesora que cae en una espiral de bulimia, aislamiento y autolesiones

El escritor Guillem Sala.

El escritor Guillem Sala. / ARCHIVO

Valèria Gaillard

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Avalada con una segunda edición solo dos meses después de su publicación en octubre, 'El càstig' (L’Altra), de Guillem Sala, ha sorprendido por su atrevida apuesta narrativa bilingüe. Al margen de esta mezcla de catalán y castellano que gasta el autor en su afán de realismo, y dejando de lado consideraciones de tipo lingüístico-morales (los correctores habrán tragado mucha bilis para dejar pasar barbarismos como “sobaco”, “enganche” o “matxacar”), la prosa de Sala fluye como las conversaciones que escuchamos distraídamente en el autobús. Sobre todo si se cogen las líneas en dirección Besós, donde la literatura catalana no suele arriesgarse.

Miserias de los institutos periféricos

En este territorio castellano hablante es donde se desarrolla el psicodrama de Sandra, una profesora de instituto marcada por una infancia traumática que la empuja a una espiral de autodestrucción. Bulimia, autolesiones, aislamiento. Todas las casillas de alerta están marcadas, y aquí no hay consideraciones morales al estilo Dostoievski, sino un castigo impuesto por la hermana mayor que, tarde o temprano, Sandra tendrá que pagar. Convencida de que la felicidad no va con ella, Sandra solo baja la guardia con Izan, un alumno barriobajero a quien acusan de abusos sexuales a otra alumna. Sala esboza de paso las miserias de los institutos periféricos, una realidad que contrasta con la visión sesgada de Merlí. 

Los personajes secundarios son de una pieza, pero el buen manejo del registro coloquial y una estructura calidoscópica ágil consiguen hacer verosímil la historia de esta “mártir con lágrimas de kétchup” cuyo retablo rebosa de “snacks guarros”, cheetos, gusanitos, ganchitos, pringles, nachos y doritos.