INDUSTRIA AUDIOVISUAL

Los festivales de cine se reinventan (a la fuerza)

¿Cuál es hoy la función de un festival de cine? La pandemia obligó a sus organizadores a buscar respuestas en 2020 y, de entrada, parece que el ‘streaming’ también aquí está imponiendo su ley. De entrada, la Berlinale de 2021 ha quedado reducida a poco más que unas jornadas ‘online’.

The 77th Venice Film Festival - Photo call for the film  The Human Voice  out of competition - Venice  Italy  September 3  2020 - Director Pedro Almodovar and Actor Tilda Swinton wear protective masks  REUTERS Yara Nardi

The 77th Venice Film Festival - Photo call for the film The Human Voice out of competition - Venice Italy September 3 2020 - Director Pedro Almodovar and Actor Tilda Swinton wear protective masks REUTERS Yara Nardi / YARA NARDI

Nando Salvà

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Considerando que la pandemia ha puesto en cuestión el futuro y hasta la existencia misma del cine, es lógico que los festivales se enfrenten a cuestiones parecidas. ¿Cuál es su función? ¿Promocionar a nuevos talentos? ¿Impulsar negocios para la industria? ¿Catapultar películas? ¿Qué películas, y para quién? El año pasado obligó a este tipo de certámenes a buscar respuestas y, como resultado, algunos de los más importantes ya se han reinventado de cara a 2021, y quién sabe si de forma permanente.

Sundance, la gran cita anual del cine indie, presentará su programación entre el 28 de enero y el 3 de febrero a través de una plataforma digital, y asimismo celebrará una serie de proyecciones presenciales -teniendo en cuenta las medidas sanitarias y de distanciamiento social esenciales, se entiende- en salas y autocines de todo el territorio estadounidense; Rotterdam, por su parte, transcurrirá por etapas: en febrero se limitará a proyectar películas alternando el formato físico y el virtual, y en junio confía en poder organizar el mismo tipo de evento que en sus 49 ediciones previas. Y los responsables del festival de Gotemburgo, además de trasladar su competición al ámbito del 'streaming', han decidido organizar proyecciones presenciales durante una semana en el faro de la remota isla de Pater Noster, para... un espectador, escogido por sorteo.  

Los grandes festivales

En todo caso, la reacción que más revuelo ha causado es la de la Berlinale, básicamente porque el certamen germano forma parte de la Santa Trinidad de festivales europeos de cine. Obligados por el avance imparable del virus en Alemania, sus organizadores han decidido reducirlo a poco más que unas jornadas online orientadas a los profesionales de la industria que tendrán lugar en marzo -en cuyo ámbito, al parecer, también se buscará acomodo a un conato de competición-, a las que seguirá una sucesión de premieres al aire libre en junio, si el avance de la vacunación lo permite. 

Espectadores en el pasado Festival de Cannes  que se celebró en formato reducido.

Espectadores en el pasado Festival de Cannes que se celebró en formato reducido. / AFP / VALERY HACHE

¿Cómo ha afectado la decisión de la Berlinale a los otros dos grandes certámenes? De momento, no mucho. Cannes, el más prestigioso de todos ellos, tuvo que cancelarse en 2020 y sus responsables tienen claro que eso no volverá a pasar. Siguen confiando en inaugurar la 73ª edición el 11 de mayo y, de ser necesario, se plantean moverlo entre 6 y 8 semanas en el calendario; en ningún caso, eso sí, se plantean organizar proyecciones en streaming o renunciar a las alfombras rojas. Y, por ahora, el Festival de de acuerdo a la más vieja normalidad. Después de todo, la Mostra logró ser uno de los escasos acontecimientos culturales en tener lugar de forma presencial en 2020, justo entre la primera ola de coronavirus y la segunda; y, aunque en formato reducido -menos asistentes, menos películas, menos estrellas-, transcurrió de forma exitosa, y libre de contagios.

Sin embargo, se pongan en Cannes y Venecia como se pongan, los festivales prometen ir adoptando el formato virtual -o cuando menos híbrido- en cada vez mayor medida, en parte porque muchos de los que tuvieron que hacerlo en 2020 acabaron logrando mejores cifras de asistencia que en 2019; el streaming les permitió llegar a nuevas áreas geográficas y a sectores de población -ancianos, espectadores con movilidad reducida, adultos o cargo de niños- con dificultades logísticas para ir al cine. Ahora bien, ¿cómo afectará un cambio como ese a aspectos hasta ahora tan esenciales para la vida de los festivales como la cobertura mediática, la relevancia artística o los patrocinadores? Y, más importante aún, ¿cómo repercutirá el avance del 'streaming' en el rol cultural e industrial que estos certámenes desempeñan? 

Carpetazo a la polémica

En ese sentido, la pandemia ya ha servido para dar carpetazo a una polémica en la que los grandes festivales y las salas de cine llevaban años envueltos, desde que en Cannes se negaron a incluir películas de Netflix en su competición a menos que la compañía se comprometiera a proyectarlas en los cines franceses antes de ofrecérselas 'online' a sus suscriptores; hoy, la guerra entre el viejo modelo de negocio cinematográfico y el nuevo ya tiene ganador. 

La idea según la que la sala de cine es el único espacio legítimo donde ver las películas nuevas ha quedado obsoleta durante estos meses de movilidad reducida, cuando Disney estrenó 'blockbusters' como 'Mulan' y 'Soul' directamente en 'streaming' y 'Warne'r anunció que sus grandes producciones de 2021 -títulos como 'Dune' y 'The Matrix 4'- seguirán el mismo camino. Según el nuevo paradigma, las salas serán solo una más entre las opciones de las que el público dispone a la hora de ver las nuevas películas. Y eso, decíamos, obliga a los festivales a adaptarse para seguir participando de forma imprescindible en la cultura como han seguido haciéndolo incluso en medio de la catástrofe sanitaria; gracias a ellos, por ejemplo, supimos de la existencia de una película tan magnífica como 'Nomadland' y asistimos a la avasalladora irrupción de la cineasta georgiana Dea Kulumbegashvili. ¿Qué nos ofrecerán en 2021, y en qué formato?