Crítica de cine

'Fragmentos de una mujer': lidiar con la culpa

La pérdida se convierte en el eje central de la película, desmoronando todos los cimientos de la vida de los personajes

Tráiler de 'Fragmentos de una mujer'.

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Fragmentos de una mujer'. /

Beatriz Martínez

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La mayor parte de las películas del director húngaro Kornél Mundruczó parten de una premisa poderosa, original e inclasificable que le sirve para elaborar metáforas en torno a los miedos de la sociedad en la que vivimos. En esta ocasión abandona el terreno de la parábola fantástica, pero continúa introduciéndose en terrenos resbaladizos y controvertidos (y también muy crueles) a través de la historia de una pareja que decide tener a su bebé en casa y la pequeña fallece pocos minutos después de nacer en brazos de su madre. Devastador.

Mundruczó filma toda la escena del parto en uno de esos virtuosos planos secuencia destinados a deslumbrar al espectador. Pero no es lo más interesante de la película a pesar de la intensidad e impacto que provoca. Lo importante viene después. ¿Cómo enfrentarse a ese terrible dolor? ¿Cómo lidiar con la culpa? La pérdida se convierte en el eje central de la película, desmoronando todos los cimientos de la vida de los personajes. Pero no solo es una película sobre el resquebrajamiento de una pareja a causa de una tragedia imposible de asimilar. El peso de la herencia, la manera en la que nos enfrentamos a las consecuencias de nuestras decisiones, el miedo a ser juzgada por ellas, la rabia y la impotencia que todo ello conlleva, irán marcando a la protagonista por dentro, mientras intenta aparentar frialdad cuando en realidad está a punto de explotar.

'Fragmentos de una mujer' es una película irregular. Se empeña en utilizar alegorías un tanto ridículas (las manzanas, los puentes), pero resulta sumamente interesante a la hora de analizar la maternidad culpable y las relaciones entre madre e hija. Quizás por esa razón, las mejores escenas son aquellas en las que Vanessa Kirby y Ellen Burstyn se sumergen en un huracán de reproches en los que sale a relucir el peso castrador de la moral cristiana.