LITERATURA CATALANA

Crítica de 'Tyrannosaurus': monstruos con sotana

Cuarenta años después de su publicación, la novela de Guillem Frontera mantiene toda su vigencia

El escritor mallorquín Guillem Frontera.

El escritor mallorquín Guillem Frontera. / JORDI COTRINA

Valèria Gaillard

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Mientras van saliendo a la luz nuevos casos de abusos a menores, novelas como 'Tyrannosaurus', de Guillem Frontera, reeditada por Club Editor, recuerdan que es una lacra que viene de lejos. El escritor mallorquín, que estudió en un seminario franciscano, fue pionero con este relato estremecedor que pudo publicarse hasta el 1977. La historia de su censura —tal como cuenta Frontera en el epílogo— es inaudita y merecería otra novela.

En 'Tyrannosaurus' Frontera cristaliza el miedo, la angustia y la soledad que padece el protagonista, Miquel Moragues, cuando ingresa con 10 años en un seminario, un microcosmos donde reina la ley del silencio. Frontera, que acaba de publicar el volumen de reflexiones 'Quadernd’Ifitry', proyecta en la naturaleza, omnipresente y exuberante, los estados de ánimo del niño que se va transformando a medida que descubre los entresijos de esta prisión, gobernada por adultos psicológicamente enfermos. Uno de los aciertos del libro es el retrato del cura abusador, que se dedica a coleccionar cajas de una serie de monstruos de antes del diluvio. Su afición por la pintura será la excusa ideal para atraer las presas a la celda que cerrará con llave. Su celo para que estos “angelitos” no caigan en el pecado manteniendo entre ellos relaciones “contra natura”, le hace perder el mundo de vista. Respecto a los abusos, todo son sospechas, deducciones, indicios que Miquel intenta descodificar con su inocente mirada infantil. El silencio también aquí pesa. Más de 40 años después, Tyrannosaurus aparece como una historia sólida que sigue vibrando con la garra de una prosa poética donde cada palabra tiene su peso justo.