Fernando Alfaro: "Siempre me gustó tirarme al monte"

El músico albaceteño, ex-Surfin’ Bichos, retoma su faceta de cantautor acústico y actúa en el ciclo Sala L’H tras publicar un catártico álbum de ruptura con Chucho, 'Corazón roto y brillante'

ICULT CULTURA  FERNANDO ALFARO

ICULT CULTURA FERNANDO ALFARO / Manuel Montano

Jordi Bianciotto

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Este 2020 iba a ser un 'año Chucho', a cuenta de la reunión plasmada en el flamante álbum 'Corazón roto y brillante', pero la pandemia truncó la gira y su cabecilla, Fernando Alfaro, venerable ex-Surfin’ Bichos, va a salto de mata con sus recitales furtivos a voz y guitarra acústica, como el de este sábado en la sala The Void, de L’Hospitalet (ciclo Sala L’H). Nos habla desde su reencontrado refugio familiar al sur de la sierra de Alcaraz, Albacete.

Así que ya no vive en Barcelona.

Me separé a finales del año pasado y el 20 de enero me vine a esta casa de mis ancestros. El confinamiento me pilló aquí. En el piso de una gran ciudad me habría rayado el triple. Al final, le he cogido el gusto a la soledad y a hacer caminatas por el campo. Yo, que nunca había vivido solo... En casa éramos familia numerosa, once hermanos, y luego he vivido siempre de pareja en pareja. En estos pueblos es donde se filmó ‘Amanece, que no es poco’.

La loada película del recientemente fallecido José Luis Cuerda.

Él era tío de mi primo Jose Mari (Ponce), el primer bajista de Surfin’ Bichos. Cuando se rodó nos acercamos para participar, pero queríamos que nos pagaran, y como no pudo ser, pasamos de salir en la película, y es algo de lo que me he arrepentido toda la vida.

Viene a L’Hospitalet a actuar en solitario, pero su último disco es de Chucho.

Se trastocaron todos los planes. Con Chucho solo pudimos hacer un único concierto, en La Riviera (Madrid). Este es un disco que habla de una ruptura, con canciones curiosamente escritas en los dos-tres años previos, como una premonición. Ampliando un poco la historia está el libro ‘Pere y María’, con una estructura paralela: 12 capítulos, como las 12 canciones del álbum.

Las canciones hablan de sacar fuerzas de flaqueza, como esas plantas que salen de los resquicios del pavimento

Esa ruptura, que representa un episodio amargo de su vida, contrasta con el tratamiento pop más bien vitalista que domina el disco.

En parte, lo que le da carácter es ese contraste. Las canciones hablan de sacar fuerzas de flaqueza, como esas plantas que salen de los resquicios del pavimento. La única forma en que me salían las canciones era esa; una especie de pop bastante lumínico.

Hay dinámicas arrolladoras, trazos de soul y surf, y hasta un vals.

Mucho trabajo de grupo, de Javi (Hernández) y Juan Carlos (Rodríguez). Ya nos conocemos lo suficiente para saber cómo hay que subrayar y extremar las canciones.

El disco se titula ‘Corazón roto y brillante’, y el anterior, en solitario, ‘Sangre en los surcos’. Y la gira acústica del invierno pasado se llamó ‘Show de tripas’. Todo muy visceral.

Ya, y no sé por qué. Yo soy muy aprensivo con estas cosas. Mi hija estudia Medicina en el Hospital Clínic, está en quinto, y cuando yo vivía en Barcelona, en las comidas me contaba sus prácticas y a mí se me llevaban los demonios. A lo mejor esos títulos reflejan una catarsis; la palabreja esa.

¿Le afecta como autor componer para un disco en solitario o de Chucho?

Ninguna canción ha entrado nunca en un proyecto o grupo por su estilo; más bien ha sido lo contrario. Cuando Chucho volvió en 2013, en la gira teníamos una tendencia al rock oscuro y extremo, pero a la hora de grabar cogí las canciones que tenía en ese momento. Es lo que siempre he hecho. Para ser coherente, tiene que ser así.

La función de los bardos siempre ha sido la misma: no vas a cambiar nada, pero por lo menos lo cuentas

Se ha hablado a veces del confinamiento en un tono romántico, como una oportunidad para que el artista se encierre en su mundo y cree en libertad. Pero habrá angustia.

Es cierto que una situación así, en la que hablas con fantasmas, te da confort. Pero cuando escribes canciones estás contando cosas, y ante la incertidumbre absoluta, eso es más difícil. Porque, ¿en qué mundo van a salir esas canciones? La única solución es ser coherente y hacer lo que sientes en ese momento. Esta forma de verlo explica que yo pueda estar cantando canciones mías de hace 30 años.

Hay malestar en los ambientes musicales. ¿Tiene la sensación de que a la música se la ha dejado abandonada?

La música ha sido siempre utilizada, como se utiliza todo. Ahora trabajamos para las redes, y eso es política también. Las plataformas prácticamente te obligan a trabajar para ellas, para darles contenidos a cambio de nada. Es como una esclavitud. Pero la función de los bardos siempre ha sido la misma: no vas a cambiar nada, pero por lo menos lo cuentas.

Fernando Alfaro, en la guerra de guerrillas, como trovador de resistencia.

De resistencia económica, ¡para poder comer!

"Entre el precariado y el voluntariado", como canta en una de las nuevas canciones, ‘Yoga love’.

Exactamente. El otro día hablaba con David Rodríguez (La Estrella de David, La Bien Querida), él es más de utilizar cacharros electrónicos cuando va solo, y yo le decía que a mí me gusta el rollo de la guitarra acústica de madera, que, si hay una catástrofe distópica y se va la electricidad, me permita poder seguir. Me compraría un carro, y un burro, e iría por ahí con la guitarra, o con algún músico tocando la pianola o la trompeta. Eso me gusta, y lo relaciono con mi infancia: siempre me gustó tirarme al monte y hacer esos rollos de supervivencia, viviendo con piedras y palos.