Crítica de cine

'Hasta el cielo': quinquis modernos

El filme es una historia de ambición que nos lleva desde las bajas a las altas esferas y que pone de manifiesto la corrupción económica y moral incrustada en la sociedad

Estrenos de la semana. Tráiler de "Hasta el Cielo"

Beatriz Martínez

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En los últimos años el talento de Daniel Calparsoro se había perdido en películas en lo que lo importante parecía ser la planificación de las escenas de acción, y poco más. Eso que se traduce en: ‘está muy bien dirigida’. Pero en ellas no había verdadera autenticidad. Mucho nervio, mucha garra, sí, y también mucha prefabricación.

Con ‘Hasta el cielo’ recupera de alguna forma la esencia de sus inicios, la que tiene que ver con los personajes marginales, con los ambientes moralmente ambiguos, pero en este caso, pasados por el filtro de la realidad actual de los barrios periféricos, de la cultura urbana y de los jóvenes que sueñan con parecerse a su ídolo de fútbol y que se encuentran fagocitados por la sociedad de consumo. En realidad, su punto de partida no se encuentra muy alejado de los esquemas del cine quinqui, de esos chicos de la calle que coquetean con la delincuencia y que viven deprisa, deprisa, pero abandonando la sordidez y abrazando el punto de vista del 'thriller' estilizado que, por supuesto, no renuncia a las escenas de acción ‘muy bien dirigidas’ marca de la casa.

‘Hasta el cielo’ es una historia de ambición que nos lleva desde las bajas a las altas esferas y que pone de manifiesto la corrupción económica y moral incrustada en la sociedad. Es bronca, macarra, como tiene que ser. También es algo machacona, lo que no está tan bien. Se queda a medio camino entre el quiero y no puedo, como las propias ambiciones del protagonista, pero sin duda es la mejor película del director en los últimos tiempos.