HOTEL CADOGAN (33)

Dickens vuelve a casa por Navidad

Alba publica el clásico del maestro victoriano,en edición de lujo e ilustrada, con otros de sus relatos típicos para estas fiestas

icult 15 12 2020 Hotel Cadogan

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Olga Merino

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Hemos terminado por fin de adornar la entrada y el pasamanos de la escalera con ristras de muérdago y hiedra. La ponchera de plata deslumbra de tan limpia y nos duelen las manos de pelar manzanas de Norfolk para el puré del asado, un ganso tripón que entrará en el horno con las entrañas bien acolchadas de salvia y unas cebollas que «relucen su gordura como frailes españoles» (el símil es de Charles Dickens, gran amigo de la casa). La Navidad, pues, ya está aquí para martirio de la señora Danvers, el ama de llaves, quien no deja de refunfuñar por lo bajini: «¡Paparruchas!, ¡paparruchas!». Para congraciarnos con ella, el mozo acaba de colar por la puerta trasera tres toneles de ostras, que la vuelven loca; cuando las sorbe, cierra los ojos y se ensueña con Manderley en llamas.

¡Cuánto ajetreo en el Cadogan! Solo ha faltado que esta mañana el fantasma de la biblioteca abandonara su morada para colarse en la cocina a pellizcar galletas de jengibre (aunque transparentes, los fantasmas comen, vaya que sí).Traía el alma en pena del bibliotecario un libro bajo el brazo,  recién publicado por la editorial Alba: 'Canción de Navidad en prosa', de Dickens, un ejemplar precioso en tapa dura, con hojas y bayas de acebo en la portada e ilustraciones de Arthur Rackham, que incluye, además, otros relatos navideños poco conocidos de nuestro querido huésped.Mientras hacíamos turnos para remover la olla del 'pudding'y con el fin de que lo dejáramos trastear a su antojo, el espectro comenzó a leernos en voz alta la inolvidable historia de Ebenezer Scrooge, tacaño, cicatero y mala gente hasta su epifanía fantasmal.

  'Canción de Navidad' se publicó en 1843, el mismo año en que apareció el 'christmas', el típico tarjetón para felicitar las pascuas.En la vieja Inglaterra, en Gales y Escocia, los festejos navideños llevaban congelados desde el siglo XVII, por obra y gracia de los puritanos y su reforma protestante, partidarios de la contemplación austera: nada de comilonas ni despilfarros, ¡penitenciagite! Pero Dickens, siempre con las antenita salertas, captó el sentir de la calle y, con su célebre relato, contribuyó a moldear la Navidad tal como se la conoce hoy, con el abeto, los calcetines en la chimenea, los villancicos y el intercambio de regalos. Lo del virus no es cosa suya.