La era del 'Spanish Sound'

Modernos, pero españoles: los orígenes franquistas del flamenco-beat

Un vídeo viral de Antonio Gades bailando una versión de los Kinks brinda la ocasión de evocar los primeros intentos de maridar folclore patrio y pop anglosajón

icult  FOTOGRAMA DE LA PELICULA  ULTIMO ENCUENTRO   ANTONIO GADES BAILA FLAMENCO CON LOS SHAKERS

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Rafael Tapounet

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Con una asombrosa contumacia, aparece cada cierto tiempo en las redes sociales un fascinante vídeo en blanco y negro de un minuto y nueve segundos en el que el bailaor Antonio Gades, con el gesto serio y reconcentrado de quien está pensando en la liberación de las masas proletarias, ejecuta una serie de braceos, giros y requiebros ante una reducida pero embelesada audiencia mientras, a su espalda, un grupo de mozalbetes imberbes interpreta una cruda versión del clásico de los Kinks 'All day and all of the night'. En su más reciente viralización, la escena, extraída de la película 'Último encuentro' (1967), de Antonio Eceiza y Elías Querejeta, ha logrado captar la atención del mismísimo Dave Davies, cofundador y atómico guitarrista de los Kinks, que el pasado domingo no dudó en darle su bendición vía Twitter con un comentario inequívoco: "Esta es mi versión favorita”. Guau.

Antonio Gades

Los jóvenes corresponsables de esta admirable aleación de rock de garage protopunk y baile flamenco son Los Shakers, una banda madrileña (no confundir con el muy recomendable grupo de beat uruguayo del mismo nombre) formada en 1963 por dos hermanos. Igual que los Kinks, aunque los entornos sociales y familiares de los que procedían unos y otros no podían ser más distintos. Ricardo (batería y cantante) y José Luis (órgano) eran hijos del cineasta José Luis Saenz de Heredia, prohombre de la oligarquía franquista en cuya extensa filmografía como director figuran títulos emblemáticos del 'ancien régime' como 'Raza' (1942) y el encomiástico documental 'Franco, ese hombre' (1964).

Copla vs. ritmos modernos

En 1967, el mismo año en el que Antonio Gades se contoneaba al ritmo de Los Shakers, Saenz de Heredia dirigió la película 'Pero… ¿en qué país vivimos?', una carpetovetónica comedia musical cuya trama romántica transcurre en medio de un concurso de canto que enfrenta a un intérprete de copla (Manolo Escobar) y una representante de “los ritmos modernos” (Concha Velasco). Tanto el certamen como la historia concluyen con el inevitable triunfo del amor y de la patria cuando la chica yeyé se deja de extranjerismos para cantar 'La morena de mi copla', conquistando así el españolísimo corazón de su contrincante.

Aunque 'Pero… ¿en qué país vivimos?' sea un filme de valores cinematográficos escasos e ideología discutible, el conflicto que dibuja entre una juventud ávida de nuevas sensaciones importadas y un 'establishment' anclado en la tradición cañí y receloso ante el potencial contaminante de la música pop llegada de fuera retrata con elocuencia la inquietud que el régimen franquista sentía ante el avance incontenible de la beatlemanía y, en general, de la contestataria cultura del rock’n’roll de estirpe anglosajona.

'Spain is different'

“Si ellos tienen el beat, nosotros tenemos al Cid”, reza la pancarta que, en un momento de la película, sostienen unos partidarios de Escobar. El lema bien podía haber sido alumbrado en los despachos de aquel Ministerio de Información y Turismo que, bajo la dirección de Manuel Fraga, acuñaba en esos mismos días el memorable eslogan 'Spain is different!'. El propio Manolo Escobar, vestdo con chupa tejana, remacharía ese clavo unos años más tarde al interpretar en la película 'En un lugar de La Manga' (Mariano Ozores, 1970) una canción de título definitivo: 'Moderno, pero español'.

Esa tensión entre, justamente, lo moderno y lo español llevó a los ejecutivos de los sellos discográficos más prominentes del momento a imponer a los grupos de pop la inclusión en sus repertorios de números enraizados en el folclore patrio, ya fueran coplas, pasodobles, canciones populares y hasta cantos de arrieros, en una operación político-cultural que los medios de la época quisieron vender con el enrollado nombre de 'Spanish Sound'. Contaban para ello con el aval del fenomenal éxito comercial de 'Flamenco', de Los Brincos, una pieza firmada por el grupo y lanzada en 1964 como cara B de su primer 'single' que combinaba elementos nítidamente autóctonos (la guitarra flamenca del prólogo, la armonía, los jaleos vocales reminiscentes del tablao) con un ritmo y unos coros propios del beat.

Los mismos Brincos trataron de repetir la jugada dos años después con la insufriblemente chulesca 'A mí con esas'. Para entonces, otras bandas ya se habían aventurado, a menudo contra su voluntad, en los procelosos mares del flamenco-beat, con resultados desiguales. Algunos ejemplos destacados son 'Válgame la Macarena', de Los Cheyenes ("cuando nos enseñaron la canción, me sonó horrible y pensé: ‘la voy a destrozar’”, recordaba años después el fiero guitarrista Roberto Vercher); 'María Lola', de Los Gatos Negros (que se abre con un arpegio flamenco y la memorable frase “¡María Lola, que nos vamos a Liverpul!”); 'A tu vera', de los Tomcats (cinco expatriados ingleses, melenudos y borrachuzos, cantando en español de doña Croqueta la copla que había popularizado Lola Flores en 1962); 'Ave María Lola', de Los Roberts, y, vamos ya cerrando el círculo, la formidable lectura en clave 'freakbeat' que Los Shakers hicieron del bolero 'Gitana', de Julio Merino.

Poco después llegarían grupos como Gong, Smash, Triana y Veneno que, con un propósito más serio y planteamientos mucho más rigurosos, darían verdadera carta de naturaleza al maridaje de rock y flamenco, abriendo camino a una exploración que aún hoy ofrece de vez en cuando tesoros inesperados. Pero esa es, definitivamente, otra historia. 

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