Los discos de la semana

Crítica de 'Plastic Hearts', de Miley Cyrus: la artista reivindica su corazón de rock’n’roll

La cantante de Tennessee funde ganchos pop y guitarras eléctricas ciberpunk con la colaboración de Billy Idol, Joan Jett y Stevie Nicks

Los nuevos álbumes de Badge Époque Ensemble, Mary Halvorson’s Code Girl, WizKid y Calexico, también reseñados

ICULT MILEY CYRUS

ICULT MILEY CYRUS / SONY MUSIC

Jordi Bianciotto / Juan Manuel Freire / Roger Roca / Ignasi Fortuny

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Si en la transición de la ‘pin up’ televisiva Hannah Montana a la deslenguada Miley Cyrus podíamos vislumbrar a un futuro juguete roto, los sucesivos pasos de la artista desmontan el prejuicio. La hija de Billy Ray Cyrus tiene madera para imponer su propio rumbo en medio del ruido ‘mainstream’ y del mercado de tendencias. Ahí está este ‘Plastic hearts’, aparatoso artefacto pop alimentado de fuentes que hoy pueden resultar excéntricas, como el rock’n’roll con pegada glam, la vieja new wave ‘punkie’ y el aura de figuras femeninas que en otros tiempos marcaron territorio, como son Debbie Harry (Blondie), Joan Jett y Stevie Nicks (Fleetwood Mac).

Cyrus, una criatura capaz de unirse en el pasado tanto a Adriana Grande como a The Flaming Lips, transmite una refrescante sensación de libre albedrío, apreciable en la canción de apertura, ‘WTF do I know’, donde a cuenta de su fallido matrimonio (con el actor Liam Hemsworth, un enlace que “quizá” no fue más que “una distracción”, desliza la letra) se sacude de encima las responsabilidades derivadas de la fama y rechaza ser “la heroína de nadie”. Todo ello, con su voz áspera de chica mala y a bordo de un torpedo electro-rock al que sigue la palpitación a lo Motown de ‘Plastic hearts’. Y un poco más allá, ese ‘Prisoner’ a dúo con Dua Lipa, resultón, aunque fusile el estribillo de ‘Physical’, el éxito ochentero de Olivia Newton-John.

Cruce de generaciones

‘Plastic hearts’ toca muchos palos y no siempre acierta: hay baladas menores (‘Angels like you’) y ejercicios de trovadora filo-country con tendencias épicas un poco cargantes (‘High’), pero a su favor puntúan el invasivo pop sintetizado de ‘Gimme what I want’ y ese ‘Midnight sky’ de estribillo con deje tribal, que mira de reojo a ‘Edge of seventeen’ (1982), de Stevie Nicks, tema con el que se funde al final del álbum en el Frankenstein de nueva planta titulado ‘Edge of midnight (Midnight sky remix)’.

Más gestos de homenaje: Billy Idol, irrumpiendo en ‘Night crawling’ para darle un poco de oscuridad ciberpunk, y Joan Jett, en la enrarecida ‘Bad karma’, con gemidos libidinosos en una producción de Mark Ronson. Y en la edición digital, versiones ‘live’ de Blondie (‘Heart of glass’) y The Cranberries (‘Zombie’) que probablemente el mundo no necesitaba, si bien terminan de anclar a Cyrus en el paisaje de su gusto, entre presencias inspiradoras de otro tiempo, y capturan el descaro natural que imprime a sus directos.

Miley con vistas al rock’n’roll sin ser rock’n’roll, decorando la portada del álbum con una foto de Mick Rock (autor de ‘artworks’ legendarios de Ramones o Joan Jett & the Blackhearts) y desafiando a quienes piensen que solo a golpe de ritmos urbanos y/o latinos puede uno existir en la primera división comercial del año 2020. Ahí está ella, con mucho postureo y algunas notables canciones. - Jordi Bianciotto

El colectivo jazz/funk/rock liderado por Max Turnbull, socio creativo y matrimonial de Meg Remy, alias U.S. Girls, encuentra en este álbum un equilibrio emotivo entre impulsos experimentales e intuición pop, libertad y melodía. Algunos de los momentos musicales más estimulantes de la recta final del 2020 están aquí: “Just space for light”, con la preciosa voz de Jennifer Castle, o “Birds fly through ancient ruins”, ejercicio dub con Twin Peaks en el corazón. – Juan Manuel Freire

La voz la ponen otros, pero la autora de esta colección de canciones de extraña belleza es Halvorson, una de las guitarristas más singulares del jazz de hoy y una compositora de una caligrafía única. Aquí parte de estructuras poéticas poco comunes para dar vida a piezas que saltan de lo cerebral a lo visceral. Canciones sinuosas y de proporciones atípicas que se dirían parientes de las de Annette Peacock, Laurie Anderson o Robert Wyatt, cantante invitado en los momentos más ¿pop? del disco. - Roger Roca

La estrella nigeriana presenta un álbum de ritmos pausados, en lo que es un trabajo refinado, excelente, en su labor de popularizar y llevar a lo contemporáneo la música africana más tradicional. Su cuarto disco está hecho a base de sonidos de Nigeria y con indudable influencia caribeña: se oye el reggae (en el disco colabora Damian Marley), el dancehall... Un disco bello y maduro de 14 piezas al que WizKid invita a voces de colegas del afropop (Burna Boy), del grime (Skepta) o del R&B (Ella Mai). - Ignasi Fortuny  

El grupo de Arizona entrega un álbum navideño a 180 grados del kitsch. Mandan la calidez y el sentimiento en un cancionero que combina registros (orquestaciones, nobles baladas, paisajismo de película) y se abre a las versiones: conmovedor ‘Christmas all over again’, de Tom Petty. En el subtexto, la plática entre culturas: el tradicional ‘burrito sabanero’ en la dulce voz de Gaby Moreno, el toque tuareg de Bombino o la sutileza fadista de Gisela João. Sin rodeos, una delicia. - J. B.

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