CRÍTICA DE MÚSICA
La aventura del feliz 'Mitridate' liceísta
La ópera de Mozart se ofreció este miércoles en el coliseo de la Rambla en dos sesiones para 500 espectadores cada una
Pablo Meléndez-Haddad
Pablo Meléndez-Haddad
Feliz, pero más que accidentado ha resultado el regreso al escenario del Liceu de la ópera 'Mitridate, re di Ponto' a causa de la pandemia. La obra de Mozart llegó servida en selecciones, en formato de concierto y casi por sorpresa después de haber sido cancelada cuando estaba previsto estrenarla, el 24 de noviembre pasado, debido al último cierre de teatros catalanes.
La gira de la poco divulgada ópera del genio de Salzburgo, que nacía de unas funciones escenificadas en Berlín, pudo finalmente recuperarse para Barcelona –sí pudo ofrecerse en su integridad en Valencia–, pero recortada y en dos sesiones seguidas para poder llegar a tan solo 1.000 personas, ya que el aforo permitido en el Gran Teatre se limita a 500 butacas por función. Un loable y gran esfuerzo tanto de todo el equipo del Liceu como de los intérpretes que acabó en final feliz. El ‘cast’ original debió adaptarse: el tenor estadounidense Michael Spyres sustituyó al previsto Pene Pati y el contratenor francés Paul-Antoine Benos-Dijan a Jakub Józef Orliński, además de la eliminación de varios personajes.
Pero el genio mozartiano pudo revivir, y ante un público expectante. La obra, troceada aunque muy bien resumida, acabó convertida casi en una gala lírica que permitió el debut en el coliseo barcelonés del director Marc Minkowski al mando de sus electrizantes Les Musiciens du Louvre. El maestro fue presentando los números y resumiendo la acción con cálida simpatía y la orquesta, conformada por una treintena de músicos virtuosos (el trompa, el clave, la cuerda...) demostraron un amplio conocimiento de la obra, con interpretaciones brillantes.
El camaleónico Michael Spyres descolló como un protagonista ideal ya desde su aria de entrada, rematando la faena con una "Vado encontro" espectacular. La Aspasia de Julie Fuchs también destiló absoluto domino técnico y expresivo, bellísima voz y agilidades transparentes, mientras Elsa Dreisig destacaba como un Sifare arrogante y pasional, de generosa vocalidad. El Farnace de Paul-Antoine Bénos-Djian impuso una tesitura limitada en el grave, pero con un timbre viril y suficientemente ágil, completando el reparto un convincente Arbate en la fascinante voz de Adriana Bignagni Lesca.
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