RESCATE LITERARIO

¿Quién teme a Rebecca West?

La escritora y feminista británica está esperando un lugar en el canon mientras se publica su novela 'La noche interrumpida'

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Elena Hevia

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Durante años en lo tocante a gran literatura, un nombre y solo uno, servía de tapabocas a la hora de sacar a relucir a las grandes mujeres escritoras: Virginia Woolf, nombre incontestable donde los haya. Y sin embargo, hubo otras autoras británicas de, quizá, no tanta excelencia artística pero con una mayor clarividencia respecto al tiempo que les tocó vivir. Rebecca West, coetánea de la Woolf, es una de esas mujeres en el limbo, en espera de que se la reconozca por fin en el canon definitivo. En las librerías españolas los intentos de darla a conocer han sido incontables, pero es ahora cuando la suerte de West podría cambiar. Seix Barral lanzó el año pasado la primera parte de la trilogía 'La familia Aubrey' y acaba de publicar la segunda entrega y también la más celebrada, ‘La noche interrumpida’, al tiempo que promete la recuperación de esa maravilla que es ‘El regreso del soldado'.

Decir que West es coétanea de Woolf es simplificar mucho. Porque  mientras el reloj de la segunda se paró en los años 40, la vida de la primera recorrió 90 años y siete décadas de trabajo incansable como novelista, periodista, viajera, pionera del feminismo y temprana activista del socialismo. La mirada de West ha seguido los principales acontecimientos del siglo XX. Tuvo tiempo de admirar los hallazgos de la segunda ola del feminismo en los 60, después de ser testigo de excepción como cronista para el ‘New Yorker’ de los juicios de Nuremberg (publicado por Reino de Redonda como ‘Un reguero de pólvora’) , o del proceso contra los británicos que se alinearon con los nazis (‘El significado de la traición’) y, como socialista, darse cuenta de las trampas del espejismo soviético. Helen Atkinson, sobrina nieta de la autora y actual presidenta de la Rebecca West Society, salta con ironía, desde su casa de Nueva York, cuando se le menciona el legendario antagonismo entre la aristócrata y un tanto snob Woolf y la ‘middle class’ Rebecca West:  “Creo que la vida de mi tía puede ser mucho más ejemplar para una mujer actual que la de Virginia Woolf, cuyo ‘gran’ acto final fue llenarse los bolsillos de piedras y tirarse al río”.

"La gente me llama feminista cuando expreso opiniones que me diferencian de un felpudo"

Rebecca West

La feminista

Hay una frase de West que no solo retrata su ideario sino también su proverbial contundencia y brillantez de estilo –“el brillo del diamante”, como lo definió un crítico- que tan bien suena en nuestros oídos modernos: “No sé lo que es realmente el feminismo, solo sé que la gente me llama feminista cada vez que expreso opiniones que me diferencian de un felpudo”. Sufragista de primera hora, dejó la universidad porque su familia solo pudo costeársela a su hermana mayor –lo que dice mucho de unos padres que creían en la educación de la mujer-.  Guapa y con talento, se lanzó a escribir reseñas con mucho vigor y ruido mediático. También intentó una frustrada vocación de actriz de la que extrajo su ‘nom  de plume’ (en realidad se llamaba Cicely Fairfield ), el nombre de una heroína autodestructiva de una obra de Ibsen.

En 1928, en una conferencia ante la Sociedad Fabiana de Londres aseguró en su mejor y más combativo estilo: “Existe una condición común para la mayoría de las mujeres de la civilización occidental y todas las demás civilizaciones que conocemos con certeza y es que la mujer como género es odiada y perseguida, mientras que como individuo es querida, amada, e incluso, con una suerte razonable, a veces adorada”.

La luchadora

Para Atkinson eso es lo que West fue durante toda su vida. Una mujer vibrante y peleona cuyo objetivo primordial fue comunicar ideas: “Ella contribuía a todo tipo de debates en los que creía, en relación a las injusticias sociales, y a la situación de la mujer. Tomaba la palabra en un mundo de hombres y no esperaba a ser invitada”. En su vida íntima también se atrevió a ir más allá de las convenciones. A los 20 años no le asustó hacer una reseña negativa del escritor H. G. Wells, vaca sagrada del socialismo británico, luchador por los derechos de la mujer, aunque hoy solo sea recordado por su máquina del tiempo y sus guerras alienígenas.  Él, 47 años y una familia convencional, la invitó a comer para discutir el agravio –le había llamado ‘vieja solterona’-  y ahí empezó una relación extramarital que duraría 10 años y de la que nacería Anthony West, a su vez estimable escritor que siempre acusó a su madre de no haber sido jamás afectuosa con él. “Ser hijo ilegítimo hace un siglo no era nada fácil. A Anthony a los seis años lo mandaron a un internado”, intenta excusar la sobrina nieta, que pone el acento en la irresponsabilidad de Wells.

"Suele decirse que cada uno tiene derecho a pensar como quiera, pero ella creía firmemente que todo el mundo tenía derecho a pensar como ella pensaba" 

Helen Atkinson 

— Sobrina nieta de Rebecca West 

La lengua viperina

¿Queda claro que Rebecca West tenía un carácter endemoniado? Encantadora cuando conectaba bien con sus contertulios, irritable y caústica si detectaba incongruencias o mentiras. Atkinson lo resume así: “Suele decirse que cada uno tiene derecho a pensar lo que quiera, pero ella creía firmemente que todo el mundo tenía el derecho a pensar como ella pensaba”.  Intimidante es el adjetivo que escoge para definir la sensación que la embargada en las visitas que le hacía en la adolescencia –la sobrina tenía 17 años cuando su tía murió- y es que su hermana mayor se ganó un “ignorante” al admitir no haber leído nunca a Iris Murdoch.  “Si no había baches de este tipo, su conversación, a 100 kilometros por hora, sobre todo tipo de temas, podía ser maravillosa”.

La mujer de su tiempo

Otra muestra del carácter moderno de West es su respeto al periodismo en un momento en el que no existía el consenso de que esta labor podía ser parte de la gran literatura –como ha demostrado la nóbel Svetlana Aleksiévich-. Para muchos, lo mejor de su obra está precisamente en la no ficción. En sus relatos de los juicios de Nuremberg, en los que con su lengua afilada describió así al mariscal de campo nazi Hermann Goering : “A veces, sobre todo, cuando estaba de buen humor, recordaba a la 'madame' de un burdel”.  O en la que  ha sido considerada su obra maestra ‘Cordero blanco y halcón gris’ (publicada hace años en Ediciones B y hoy descatalogada), un libro muy difícil de definir que relata su viaje a los Balcanes entre las dos guerras mundiales y es una impresionante reflexión histórico-sociológico sobre ese enclave centroeuropeo.

"Cada cierto tiempo recibo cartas de hombres que aseguran que pasaron conmigo unos maravillosos días en Venecia" 

Rebecca West 

La incongruente

¿Quién no tiene también sus inconsistencias? West, que durante 30 años había atacado a todos los gobiernos que le parecían hostiles “a la libertad política y económica de las masas”, acabó casándose con un banquero multimillonario y aceptando de manos de la reina el título de ‘dama’, el equivalente femenino de ‘sir’. Dos años antes de morir, se la pudo ver en una escena de un 'blockbuster' de Hollywood, 'Rojos', de Warren Beatty, interpretándose a sí misma y riéndose a carcajadas ante la posibilidad de que el legendario periodista John Reed, el de ‘Díez días que estremecieron al mundo’, se hubiese inventado su romance con la activista Louise Bryant. “Cada cierto tiempo recibo cartas de hombres que aseguran que pasaron conmigo unos maravillosos días en Venecia”. 

Cómo poner en activo a la autora

Helen Atkinson, sobrina nieta de la autora, anda un poco cansada de que le pregunten que habría aportado  Rebecca West en el auge feminista actual. Por esta razón planea crear una aplicación de intenet en la que esté volcada toda la obra de la escritora y pueda consultarse a modo de píldoras o recetas para reflexionar.  «Ella fue muy activa en ese tema hace 100 años, quizá lamentara que los derechos de la mujer sigan yendo tan despacio» . 

Otro de los proyectos  de la Rebecca West Society es trasladar la vida de la autora a una película y para ello están en contacto con «un importante productor de Hollywood». La vida de una mujer que tuvo un hijo soltera con H. G. Wells y rechazó la oferta de matrimonio de Charles Chaplin tiene muchos alicientes para la taquilla, aunque, naturalmente, no sea su vida sentimental lo que a Atkinson le interesa más destacar. «A la gente de a pie no parecen  importarle tanto sus trabajos periodísticos en el centro de la historia del siglo XX, como su vida sentimental. Y eso es una verdadera lástima. 

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