HASTA EL 18 DE ABRIL

La pereza, esa virtud

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Anna Abella

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Dos grandes esculturas móviles de madera, ‘Fábrica derrumbable’ (2012), obra de la mozambiqueña Ângela Ferreira, evocan la hiperproducción en una fábrica textil, recinto como el que ahora las alberga, el edificio modernista de la antigua familia Casaramona, sede de CaixaForum Barcelona. El mecanismo de las piezas no puede pararse y necesita que cada día personal del centro la manipule para que se derrumbe y vuelva a levantarse. ¿Pero, quién no ha soñado librarse alguna vez de las ‘tiranías’ del trabajo y rendirse sin remordimientos a la pereza y la contemplación? El artista Kazimir Malevich consideraba la pereza “no la madre de todos los vicios sino la madre de la perfección” y Paul Lafargue, yerno de Karl Marx, escribió un panfleto titulado ‘El derecho a la pereza’. Muchos otros autores han abordado este debate a lo largo de la historia, desde Marcel Duchamp, que rechazaba el trabajo, a Georges Bataille, quien apostaba por malgastar cualquier excedente de tiempo, pasando por Bertrand Russell o Hannah Arendt, recuerdan Beatriz Escudero y Francesco Giaveri, comisarios de ‘Sooooo Lazy. Elogio del derroche’, una exposición que es toda una reivindicación de la pereza y a la vez una crítica “al consumismo y la hiperactividad de la sociedad contemporánea”. 

Aunque el proyecto es anterior al coronavirus, el confinamiento obligatorio ha potenciado esa reflexión de “replantearnos los ritmos en que vivimos”, recuerda la comisaria de un recorrido que podrá visitarse hasta el próximo el 18 de abril en CaixaForum. 

Lo forman una cincuentena de obras –pinturas, dibujos, instalaciones, fotografía, escultura, obra gráfica y vídeos-, la mayoría de la colección la Caixa y del Macba, de 15 artistas contemporáneos: Agnes Martin, Ignasi Aballí, Francesc Abad, Esther Ferrer, Xavier Ribas, Constant, Samuel Labadie, Camila Cañeque, Ângela Ferreira, Aernout Mik, Alberto Gil Casedas, Sharon Lockhart, Misha Bies Golas, el colectivo Agustín Parejo School y Priscila Fernandes. 

La muestra plantea una ficción donde el derroche del tiempo y la contemplación contribuyen al bien común y se cuestiona la idea del trabajo como forma de subsistencia y la del crecimiento como único camino posible para avanzar. Así lo evoca Abad, cuya obra ‘Nóminas. Mi espacio productivo/económico’ cuelga en una gran pared todas las hojas de salario de su vida laboral como profesor: no hay que confundirla con un monumento al trabajo como generador de riqueza, pues excluye su trabajo como artista. Y también Gil Casedas, que en ‘147.710 [Blank Sundays]. Prueba de Leucofobia: 40 h. en blanco’ enseña cómo ‘malgastó’ el tiempo de descanso de un fin de semana llenando hojas de papel con pequeñas líneas blancas. 

Entre ambas paredes, la obra de Ignasi Aballí  ‘Malgastar’ (2001), 19 grandes cubos de pintura que se secó -aunque 20 años después aún se percibe su característico olor-. Con el dinero que le dieron para una exposición compró toda la que pudo pero “mientras pensaba cómo utilizarla” quedó inservible: la pieza “antepone la reflexión a la acción, la contención a la expresión”, señalaba él mismo. 

Puestos de trabajo perdidos por la automatización

El recorrido, que se enmarca en el programa con comisarios emergentes, también lanza una mirada, alerta Escudero, a “un futuro inmediato en el que se perderán muchos puestos de trabajo, el 50%, ante el avance de la automatización, dejando por el camino a millones de parados de larga duración". "Hay que replantear cómo repartir mejor la riqueza para no acabar siendo una sociedad pobre y enferma, donde el trabajo siempre está vinculado al salario”. Ante ese panorama se agradece la propuesta de ciudad del holandés Constant con un nuevo modelo de vida lúdica y creativa con una importante disminución del trabajo, pero también el vídeo de Priscila Fernandes: el mundo como lugar fantástico en el que abunda la comida, el ocio y donde no hace falta trabajar. “Es la idea bíblica del paraíso, frente a la condena del trabajo fuera de él”, apunta el comisario. Ante la pantalla, cuatro gandulas invitarían al visitante a sentarse si no estuviéramos en era covid, y a relajarse ante esas imágenes del mítico “país de Jauja”.

Huir de la "esquizofrenia cotidiana"

Y puestos a rendirse a la pereza, la artista conceptual Esther Ferrer invita también a sentarse en su sencilla ‘Silla Zaj’ (1974) desde el cartel pegado en el respaldo que alerta:“hasta que la muerte los separe”. “Remite a la pausa y el descanso, pero hoy día podemos pensar que también sentados, pero con un móvil, seguiríamos produciendo y trabajando”, augura la comisaria.

En esa necesidad de pausa y relax, la última sala de ‘Sooooo Lazy’ permite huir mentalmente “de la esquizofrenia cotidiana” confiando en dos solitarias pestañas que desde el suelo animan a cerrar los ojos, obra de Camila Cañeque, y, a través de un QR, perderse en una deseable playa desierta.