NUEVO TRABAJO DEL DIBUJANTE CATALÁN

Miguel Gallardo, del cáncer a la pandemia

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Anna Abella

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Miguel Gallardo ha viajado "a la Luna sin casco" y ha logrado volver "sin mapas ni guías". Cuando a mediados de febrero nadie imaginaba que un mes después estaríamos confinados por la amenaza de un virus desbocado, el dibujante fue al médico por "un dolorcillo en la cabeza". Desequilibrios al andar y otros síntomas "raros" acabaron con él en urgencias, en el Hospital de Sant Pau de Barcelona y, el 27 de febrero, le extirparon con éxito un tumor de cuatro centímetros en el cerebro. Una semana después, "en medio de una emergencia planetaria", le enviaron a casa y empezó la ‘quimio’ y la radioterapia al tiempo que cocinaba galletas de avena, paseaba a su perrita y bajaba la basura, como válvulas de escape en pleno estado de alarma. 

"Pero sin melodramas", puntualiza hoy, e igual que aplicó su personal humor cotidiano y desengrasante al contar su día a día junto a su hija autista en el cómic 'María y yo' y luego en 'María cumple 20 años', ahora Gallardo (Lleida, 1955) dibuja en 'Algo extraño me pasó camino de casa' (Astiberri-Z como Sanz), que llega a las librerías el jueves 26 de noviembre, una "crónica de los hechos inexplicables personales y mundiales que acaecieron en el año del Señor de 2020". Unos meses marcados por el cáncer, "ese boniato en la azotea", desdramatiza, y con "el atrezo" del coronavirus: "Todo parecía un guion de ciencia ficción de los malos. Ni en broma habríamos pensado hace un año estar así".

La muerte, una amiga

"Cuando desperté de la operación, para huir del miedo, la muerte era una amiga, casi la deseé para escapar de todo aquello, igual que un niño llama a su madre, buscas alguien que te dé la mano y te saque de ahí -confiesa, sin embargo, el cocreador del 'underground' Makoki-. Como con la pandemia, vemos que no podemos decidir sobre nuestras vidas". "Los miedos siguen ahí -admite-. Cada día es nuevo. Igual que con el coronavirus, que intentamos recuperar una normalidad que no existe. No te puedes permitir el pasado porque todo es nuevo. Yo me obligué a recuperar mi curiosidad natural por ver cómo serán los próximos años y el apetito por la vida".

Ahora Gallardo acaba de regresar a casa, en Barcelona, desde Canarias, adonde por fin ha podido escaparse unos días para reencontrarse con su hija, que vive allí con su madre y a la que no veía en persona desde Navidad. "En el hospital, lo primero que hice tras la operación fue levantarme y ver si había perdido movilidad y lo más valioso para mí, la capacidad de dibujar. Y vi que no. Lo primero que dibujé fue a María y empecé a firmar a médicos y enfermeras ejemplares de 'María y yo' que traje de casa", recuerda orgulloso ante este hito del cómic que trasladó a una película documental. De vuelta en casa en seguida empezó a plasmar este cómic autobiográfico que ya había trazado en su mente aún convaleciente y al que le animó "el filántropo Julián Sanz", quien solo ha llegado a leerlo en PDF antes de morir de cáncer, y cuyo proyecto de editar el libro ha culminado Astiberri.

Ha sido una experiencia con momentos "tristes y agujeros negros pero también brillantes", destaca Gallardo, de quien La Cúpula reedita ahora 'Los casos de Perro Nick', su colorida y experimental visión pop del género negro. "Descubres que la vida es muy sencilla. Los momentos de alegría, cuando mi compañera, Karin, venía al Hospital de Sant Pau, un lugar increíblemente bonito, diseñado por Lluís Domènech i Montaner..., cuando volví al área de pediatría, que estaba vacía porque la iban a destinar al covid, y vi el mural que dibujé allí en su día..., descubrir los excelentes servicios y el trato de la sanidad pública... Reconoces que el mundo en que vives está muy bien -explica-. Al despertar, lo que más echaba de menos eran esos pequeños momentos de felicidad que si no estás atento te pasan por delante sin darte cuenta. Hay que disfrutarlos". 

Como les ha ocurrido a otros dibujantes que también han reflejado sus males físicos y/o mentales en viñetas, a Gallardo hacer este cómic le ayudó a lidiar con sus miedos y espera que sirva a otros también. "Al enfrentarte a una cosa así intentas encontrar explicaciones a algo que no las tiene. Piensas que tú fabricaste el tumor, que tu cuerpo lo generó. Y te preguntas cómo y por qué… Y entonces tu terapeuta te dice: ‘piensa que has hecho lo posible por sacártelo de encima’. Hasta hace poco el cáncer era sinónimo de muerte pero la ciencia ha avanzado mucho y mucha gente que ha pasado por lo que yo también ha salido adelante". 

Y profesionalmente hablando, durante la pandemia no ha parado: "Trabajar me ha ayudado a desconectar", reconoce. Con 'Algo extraño me pasó camino de casa' se suma a la nómina de dibujantes que han sacado punta al confinamiento, entre ellos Max, David Ramírez, Álvaro Ortiz o Víctor Coyote. Pero también ha colaborado en la revista 'Lardín' y la digital 'The Influyencer', ha terminado un cómic de encargo para la Fnac inspirado en relatos de Patricia Highsmith y tiene aparcado uno sobre "el maravilloso mundo de los perros". Como deja claro en el libro, tal como le enseñó su padre, cuya memoria de la guerra civil rescató en 'Un largo silencio', él va "'palante', siempre 'palante'". 

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