LOS DISCOS DE LA SEMANA

Crítica de 'K.G.', de King Gizzard & The Lizard Wizard: rock en los límites de la realidad

Crítica de 'K.G.', de King Gizzard & The Lizard Wizard: rock en los límites de la realidad

Crítica de 'K.G.', de King Gizzard & The Lizard Wizard: rock en los límites de la realidad / periodico

Jordi Bianciotto / Juan Manuel Freire / Roger Roca / Ignasi Fortuny

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Después de publicar 15 álbumes en siete años (con picos estajanovistas en el 2017, cuando lanzó hasta cinco referencias, una detrás de otra), la tropa de King Gizzard & The Lizard Wizard se va sosegando y va aplacando su sed productiva. Cierto es que la pandemia no invita a planear grandes despliegues editoriales, pero en su nueva entrega, ‘K. G.’, el combo australiano no se muestra con tantas ganas de expandir horizontes como de sacar punta a esos hallazgos que lo han convertido en atracción del circuito rock de los últimos tiempos.

‘K. G.’, disco que ha visto la luz este viernes en ‘streaming’, mientras que la versión física llegará el 11 de diciembre, desprende una reafirmación de posiciones desde su mismo título, esas credenciales a palo seco, y conecta con los logros del álbum ‘Flying microtonal banana’ (2017), en el que Stu Mackenzie se adentró en los misterios de la afinación microtonal de Oriente Medio. De aquella experiencia salió la versión eléctrica del baglamá turco (suerte de laúd de origen ancestral) de la que ahora Mackenzie apenas se separa y que imprime al álbum un sello de psicodelia orientalista perceptible desde la primera pieza, ‘K. G. L. W.’  El baglamá desliza ahí esas pulsaciones esquivas de los pentagramas occidentales (intervalos inferiores al semitono: notas situadas “entre las teclas del piano”, como las describió Charles Ives) en una dinámica con ascendiente místico que habría hecho feliz a George Harrison.

Experiencia inmersiva

Como aquel álbum de tres años atrás, ‘K. G.’ despliega una secuencia encadenada de música en que las canciones se suceden sin pausas, reforzando así la sensación de tránsito sensorial impermeable a interferencias. King Gizzard nos quiere meter en su mundo, sin distracciones, y una vez ahí nos somete a un régimen de rock lisérgico eficaz a golpe de ‘Automation’ y ‘Minimum brain size’, piezas gemelas que no abren nuevos caminos pero que sacan partido del excitante choque de la electricidad y la mística. Esas pistas se desarrollan más adelante en ‘Some of us’, con su desenlace con esbozos de ‘jam’, y la catatónica ‘Oddlife’, que parece salida de un mal viaje de LSD.

Apuntando en otras direcciones, el Mackenzie trovador narcótico, de estrofas en bucle, de ‘Straws in the wind’, la palpitación vagamente ‘bluesy’ de ‘Honey’ y la incisiva trama ‘disco-funky’ de ‘Intrasport’. Exponentes con miga de un King Gizzard que afina el tiro, dejando a un lado esta vez los ramalazos de boogie o thrash metal, y dedicándose por una vez a disfrutar de uno de sus perfiles distintivos, un senderismo visionario con margen para la experimentación. Álbum concebido durante la pandemia, ‘K. G.’ nos invita a viajar muy lejos, más allá de la realidad, valiéndose de una arquitectura que todavía podemos identificar con ese venerable género llamado rock. - Jordi Bianciotto

OTROS DISCOS DE LA SEMANA

Tras su revelador ‘epé’ del año pasado, la cantante y compositora Ana Roxanne afianza su estatus de nuevo icono de lo etéreo con un álbum magnético y mayúsculo, destilación purísima de influencias dreampop, ambient o corales. Tranquila en su reconocida intersexualidad, la artista ofrece pasajes/paisajes que reflejan su armonía interior y pueden ayudar a otros a conseguirla. A la altura de 'Suite pour l’invisible', hace soñar con la resurrección improbable de This Mortal Coil. - Juan Manuel Freire

El joven pianista Aaron Diehl es la personificación de la idea de “virtuoso”. Es capaz de hacer frente por igual a las exigencias de la música clásica y las del jazz y de juntar ambos lenguajes con naturalidad. Un maestro de la exactitud y al mismo tiempo, un improvisador de una inventiva formidable. En este disco a trío, en el que mandan la calma y la pausa, Diehl presenta media docena de piezas propias y da la vuelta a con imaginación pero sin estridencias a partituras de Prokofiev, Philip Glass o John Lewis (Modern Jazz Quartet). Mucha clase. - Roger Roca

El primer álbum de estudio del puertorriqueño queda un poco por debajo de las expectativas. Siendo él uno de los reguetoneros de la nueva hornada más prometedores, colaborador en muchos de los 'hits' recientes del género, 'Afrodisíaco' queda corto e irregular: toques brillantes, desde su voz atractiva, pero a ratos también es insulso. Aceptado por la 'jet set' latina, por el disco desfilan, sin tampoco grandes aportaciones, Anuel AA, J Balvin, Wisin & Yandel, etcétera. Por 'Afrodisíaco' también pasa, un poco de incógnito, una cómplice Rosalía (se la oye y figura en los créditos de dos canciones).- Ignasi Fortuny

Vicente Macià (ex-Carrots) nos da cita en un claro en el bosque con sus canciones encantadas, de una pureza bucólica que no parece de este mundo. Su minucioso vehículo, Pigmy (tres discos en 13 años), procura delicias folk combinando los instrumentos acústicos (flautas, tablas, laúd renacentista) con los teclados electrónicos, y casando la trova más cultivada, de voces cristalinas, con el brote de paisajismo ‘prog’. Obra ajena a las categorías ordinarias, invitación a la magia y la fabulación. - J. B.

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