RECORRIDO HASTA NOVIEMBRE DEL 2021

19 'intrusos' se instalan en el MNAC durante un año

Obras de arte contemporáneo de Brossa, Chillida, Tàpies, Richard Avedon, Sergi Aguilar o Eva Lootz, de la Fundació Suñol, dialogan sobre el presente con piezas de la edad media, el gótico o el barroco

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Anna Abella

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En una de las salas de arte románico del MNACen el ábside con los frescos de Sant Climent de Taüll, hay una silla. Siniestra, hecha de alambre espinoso y agujas punzantes, sugiriendo amenazantes tormentos y proyectando una inquietante sombra. Es una obra de 1974 de Jaume Xifra, pionero del arte conceptual. A su izquierda, las escenas de martirio y tortura del frontal del altar de Durro, en el valle de Boí, que se han mudado de pared para la ocasión, con vivos rojos sangre a pesar de que es originario del siglo XII. “Entre estas piezas existe un diálogo triangular, con el sufrimiento y el dolor físico como hilo temático, que implica una reinterpretación de las obras, que trascienden lo físico hacia lo divino. El dolor estaba muy presente en la época medieval y sigue asustándonos hoy”, explica el conservador del museo Àlex Mitrani. Un dolor que “eleva  el alma del mártir hacia una redención, una trascendencia, o bien hacia una condena que arrastramos toda la vida”.  

Preguntas sobre el presente

Mitrani es el comisario, junto al artista y director de la Fundació Suñol, Sergi Aguilar, de ‘Diálogos intrusos. Todo es presente’, una ‘joint venture’ que podrá paladearse durante un año, hasta el 7 de noviembre del 2021, y que propone un recorrido expositivo por la colección del Museu Nacional d’Art de Catalunya en el que el visitante irá encontrando 19 obras de arte contemporáneo de, entre otros, Richard Avedon, Joan Brossa, Chillida, Tàpies, Joan Hernández Pijuan, Eva Lootz, Carmen Calvo o el propio Aguilar, pertenecientes a la colección privada de Josep Suñol, fallecido hace ahora un año. 

Sorprendentemente integradas, las piezas de la Fundació Suñol permiten “ampliar el arco temporal del MNAC hacia la posguerra y la segunda mitad del siglo XX”, una de las metas del museo, recalca su director, Pepe Serra, pero también “ayudan a ver la potencia de su colección en un diálogo que se hace preguntas sobre el ahora”. Por “analogía y afinidad o bien por contraste o diferencia”, estas obras inducen a reflexionar sobre temas como el dolor y el sufrimiento, el misterio, el dinero y el poder, la identidad, las emociones, la meditación o la realidad y, apunta Mitrani, “nos traen a esta actualidad en que con la pandemia vivimos angustiosamente porque no nos podemos consolar en un futuro predecible. El arte cura y estimula, es una necesidad humana”. 

La vieja butaca de Tàpies

Así, en la gran sala del gótico, reina la ‘Butaca’, vieja y ajada, de Antoni Tàpies de 1987, mirando hacia la ‘Mare de Déu dels Consellers’, de Pere Dalmau (1443). La virgen, con su hijo en el regazo, explica el cocomisario, “está en un trono, algo asociado al poder, que la diviniza y la separa del resto de los mortales, con el refinamiento de la orfebrería dorada gótica contrastando con la objetividad y el minimalismo conceptual de Tàpies y de su butaca, símbolo de confort burgués, y que está vacía, remarcando una ausencia. Lleva a preguntarnos sobre nuestro lugar en el mundo y la sociedad”.  

Sobre el dinero interpela ‘Capitomba’ (1986), obra de Brossa que presenta una antigua taquilla de banco colocada del revés y a su pie, como si de ella hubieran caído al girarla brillantes monedas (de chocolate). Del techo cuelga una lámpara modernista de cobre y cristales circulares de colores de Puig i Cadafalch. “Las monedas retratan el capitalismo que construyó el Eixample y que es parodiado por Brossa dándole la vuelta a la realidad y descubriendo sus miserias”, señala Mitrani.

En el recorrido, será Chillida, con 'Rumor de límites IX', el encargado de evocar la austeridad y mística monacal entre lienzos de Zurbarán y Velázquez. Mientras, de la identidad hablan el rostro de un jovencísimo Picasso ante la mirada desde la vejez del compositor Igor Stravinsky, en un triple retrato fotográfico que Richard Avedon, de 1975. 

El pan de bronce de Claudio Bravo

Más actual y real aún resulta advertir en una de las salas del barroco, sin desentonar ni un ápice, una urna transparente que guarda un ‘Pan tostado’ (1974), de Claudio Bravo. Sí, un humilde pan de payés, pero de bronce pintado, que parece salido del bodegón de Zurbarán que cuelga a su lado y que poco tiene de naturaleza muerta, pues más bien es un “estallido de vida”.  “¿Quién no recuerda ese afán por hacer pan en casa que a muchos les dio durante el confinamiento?”, interroga Mitrani. Ya se lo venía a decir Dalí a Lorca, que el pan, cuando es estático, se transforma en monumental. 

Accesos y aforo

Desde la reapertura tras el confinamiento, el MNAC, ahora abierto con un 30% de aforo, como el resto de museos y galerías de arte, recibe unos 300 visitantes al día, que durante el fin de semana se acercan al millar, según ha explicado su director. Pepe Serra, que ha añadido que las medidas de seguridad actuales admiten 800 personas de aforo a la vez, también ha lamentado que muchos días las escaleras mecánicas que suben a Montjuïc no funcionan, al tiempo que ha recordado que es el propio museo y no el Ayuntamiento quien pone a disposición de los visitantes un autobús gratuito desde la plaza de España.  

Los textos de sala podrán además escucharse a través de una aplicación del MNAC, que también recoge una visita comentada en un vídeo de Youtube.