NOVEDAD EDITORIAL

Todo lo que usted quería saber sobre la vida sexual de la anguila

El sueco Patrick Svensson relata en un libro los mitos y los enigmas que rodean al escurridizo pez

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patrick svennson car 1200 / periodico

Elena Hevia

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El paisaje que enseña el escritor sueco Patrick Svensson (Kvidinge,1972) a través de una ventana de la casa de su madre está bañado por una blanca luz nórdica y un poco más allá se ve el lago que los lectores de ‘El evangelio de las anguilas’ (Asteroide) pueden identificar de inmediato con el lugar en el que el propio Svensson vio uno de esos escurridizos peces y lo relacionó, digamos, con el alma de su padre que acababa de morir. Hay mucha paz en esa imagen. La ventana que muestra Svensson está enmarcada por otra ventana, la del ordenador, ya que la conversación con el autor necesariamente se produce por videoconferencia.

‘El evangelio de las anguilas’ es uno de esos raros ensayos que mezclan amena erudición zoológica con autobiografía y que tiene sus principales ejemplos en ‘Con H de Halcón’ de Helen McDonald o ‘Leviatán y la ballena’ de Phil Hoare. En Estados Unidos se han rendido a este libro que explora todo lo que usted quería saber sobre la anguila, el más extraño y enigmático de los peces. Quizá, por ejemplo, ignoraba por qué habiendo nacido en el mar de los Sargazos y, después de haber cruzado medio mundo y regresado a su origen para desovar y morir, nadie ha conseguido ver una anguila en ese lugar. Tampoco se las ha visto copulando, son muy suyas. 

Pescar para comunicarse

Si identificar a un padre con un feo bicho como la anguila no es muy normal, habría que decir en descargo de Svensson que la pesca nocturna del animal fue la actividad que más unió a padre e hijo. “Escribí dos textos paralelamente -cuenta el autor-, uno de divulgación científica sobre el animal y otro sobre las noches que me pasaba pescándolo con mi padre. Teníamos vidas muy distintas y era difícil comunicase con él, pero la pesca nos unió. Sucedió que entre ambos textos empezaron a producirse ecos y reflejos y poco a poco se fue armando el libro sin que yo lo hubiera planeado así”.

Hay mucho saber curioso en el volumen. Algunas de las historias son impagables, como la que retrata a un Sigmund Freud de 19 años en Trieste cuando está todavía lejos de acuñar el psicoanálisis. Dedicado infructuosamente a buscar el pene del animal, destripando 400 ejemplares para intentar rebatir la teoría de Aristóteles que sostenía que las anguilas no se reproducían sexualmente. Tuvo que pasar mucho tiempo hasta que se descubrió que estos animales desarrollan sus órganos sexuales muy tardíamente y solo cuando los necesitan. “Lo realmente fascinante es que Freud falle encontrando el pene de un animal pero acabe desarrollando una teoría relacionada con los aspectos más profundos de la sexualidad humana”, asegura Svensson. Lo fácil y, quizá risible, es pensar que Freud imaginó por primera vez la existencia de la envidia del pene con una anguila en la mano.

¿Anguila? Mejor pavo

Hay muchos otros relatos: como el que  postula que el pavo del Día de Acción de Gracias en realidad debería haber sido una anguila, porque ese fue el alimento que encontraron los tripulantes del 'Mayflower' para sobrevivir en las nuevas tierras americanas. O la historia del científico Johannes Smith que pasó mil y una penalidades durante 20 años para establecer en 1923 cómo es el ciclo reproductivo del pez, y sí, demostrar así que lo era porque, con su aspecto de serpiente o de gusano, muchos lo dudaban. Ese aspecto más bien repugnante sirvió para que Günther Grass en ‘El tambor de hojalata’ o Boris Vian en ‘La espuma de los días’ la utilizaran como imagen de mal agüero. Todo lo contrario fue para la bióloga marina Rachel Carson que describió tan empáticamente sus costumbres, de una forma tan humana, que casi te convence de que como en la película de Shoei Imamura ‘La anguila’, puede llegar a convertirse en tu más amigable mascota.

“No sé por qué un tema tan pequeño puede provocar tanto interés en lugares tan alejados del mundo -cuenta Svensson- quizá porque además de hablar de la anguila el libro explora temas existenciales, especialmente sobre la necesidad de conocimiento de los humanos. Si la anguila es un misterio, intentar desbrozarlo es, en cierta forma, intentar conocernos a nosotros mismos”. El sueco advierte con tristeza del peligro que corre la especie ya que desde los años 70 el número de ejemplares ha bajado un 95%. ¿Hay que decir que el  escritor no las come y tampoco ha probado en su vida las angulas, su formato gastronómicamente más interesante? El futuro nos dirá si este extraño animal al que se le suele clavar en un madero -como a Jesucristo- para desollarlo y que es capaz de resucitar -bueno, no resucita exactamente, pero lo parece- podrá sobrevivir en la próxima década. Svensson, que se ha adentrado en sus secretos, confía en que sí.