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Crítica de 'Tag': corre, colegiala, corre

El filme de Sion Sono avanza como si se tratara de un videojuego, pasando pantallas, cambiando de avatar, en una sucesión vertiginosa de estampas gore

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Tag'

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Tag'. / periodico

Beatriz Martínez

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Un autobús lleno de colegialas se dirige a una excursión en un lago. Las chicas hacen guerras de almohadas, ríen y, de un momento a otro, esa estampa idílica se convertirá en un escenario de horror: todas las ocupantes serán cercenadas por un impacto misterioso y solo una quedará con vida porque se había agachado a coger un bolígrafo. Los inicios de las películas de Sion Sono nunca dejan indiferentes. Basta con recordar ‘Sucide Club’ (2001) en la que otro grupo de niñas de uniforme se cogía de la mano para saltar a la vía de un tren.  

Pero Sion Sono no es solo un director de una buena idea, más bien de demasiadas, tantas que se agolpan una tras otra como si se tratara de un torrente imparable. Pocos directores hay con una imaginación tan desbordante como la suya. En el caso de ‘Tag’, el director construye un universo repleto de extrañeza en el que en cualquier momento puede ocurrir una masacre. El espectador va avanzando por la narración como si se tratara de un videojuego, pasando pantallas, cambiando de avatar, en una sucesión vertiginosa de estampas gore. Pero quizás, lo más interesante, sea comprobar de qué manera las cosas que provocan incomodidad (el interés en mostrar las braguitas de las colegialas) tenga un sentido al final de la película e inesperadamente se convierta en una reflexión sobre la perversión de la mirada del mundo masculino hacia las mujeres.